Capitulo 18

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La humedad se colaba por las piedras frías de la Torre de Londres, impregnando el aire con olor a moho y hierro oxidado. Los pasos de Lady Evangeline resonaban por los estrechos corredores, acompañándola como un eco sombrío. El guardia que la escoltaba se detuvo frente a una pesada puerta reforzada con hierro.
—Las visitas son breves, Lady Montrose. Pero… supongo que el tiempo puede ser flexible para alguien como su señoría —dijo con una chispa de expectativa en los ojos.
Evangeline ajustó sus guantes de encaje negro y lo miró con altivez.
—Será más que suficiente.
El guardia abrió la puerta con un chirrido y retrocedió, dejándola entrar.

Dentro, Lord Whitaker la esperaba. Sentado con serenidad, parecía más un noble en su despacho que un prisionero.
—Buenos días, milady —saludó con calma—. ¿A qué debo el honor?
—Soy Lady Evangeline Montrose.
Él la observó, con una ceja arqueada.
—¿Y por qué debería importarme?

Ella no se inmutó.
—Mi difunto esposo fue uno de los hombres más influyentes del reino. Aunque supongo que el encierro le ha hecho olvidar quién es importante.
Él soltó una carcajada.
—Interesante comienzo.

Cuando ella mencionó a Clara Wellington, los ojos de Lord Whitaker brillaron con malicia.
—Ah… Clara. Un nombre que últimamente se repite en demasiados salones.
—Quiero información sobre ella.
—¿Qué le hace pensar que tengo algo?
—Porque investigó a Lilian Cavendish cuando pensaba casarse con ella.

Él sonrió con lentitud.
—Cierto. Y encontré algo… peculiar. Clara no es quien dicen que es. Es hija ilegítima de Lady Penélope Cavendish.
Evangeline contuvo el aliento, los engranajes de su mente ya maquinando.
—¿Y por qué no usó esa información antes?
—Porque ciertas verdades solo deben revelarse cuando pueden causar el mayor daño.

—¿Y ahora me la da… gratis?
—Nada es gratis, milady. Solo recuerde que, tarde o temprano, cobraré el favor.

Cuando la visita terminó, Lady Evangeline salió con paso firme. «Él cree que me está usando…», pensó. «Pero no sabe con quién está tratando.»

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Mientras tanto, Theo descendía de la carroza en casa de Lady Penélope.
—¿Lista para una tarde de cultura y… descubrimientos inesperados? —dijo con su habitual brillo travieso.
—Sospecho que hay más que momias egipcias en tu plan —respondió Clara, divertida.

Ya en el museo, Damien fingía sorpresa.
—Qué coincidencia encantadora. ¿Interesadas en jeroglíficos?
Theo sonrió con picardía.
—¡Por supuesto! Pero no quiero interrumpir. Disfrutad de la exposición. Si me necesitan… buena suerte en encontrarme.

Y desapareció.

Damien ofreció su brazo a Clara.
—¿Me dejas ser tu guía?
—¿Y desde cuándo eres experto en arqueología?
—Digamos que aprecio lo que resiste al tiempo.

Mientras recorrían los pasillos, Damien se acercó más.
—¿Sabes? Hay algo en ti que me recuerda a estas piezas.
—¿Me estás llamando reliquia?
Él rió.
—No todas las reliquias están llenas de polvo… algunas son raras, valiosas, y deben descubrirse con paciencia.

Más adelante, entre sombras y esculturas milenarias, él la tomó de la mano y la condujo a un rincón oculto.
—Sabes que Theo planeó esto, ¿verdad?
—Tiene un talento molesto para manipularlo todo.
—¿Vas a arruinarle el plan?
Clara no respondió. Cuando él se inclinó, no se apartó. Y el beso llegó, inevitable. Lento. Intenso. Como todo lo que se habían negado hasta entonces.

Cuando se separaron, Clara aún respiraba con dificultad.
—Tienes una extraña fascinación por lugares inapropiados.
—¿Qué culpa tengo si la historia nos ofrece escondites tan tentadores?

Unas voces los interrumpieron, y Damien retrocedió, suspirando.
—Volvamos antes de que Theo nos dé por perdidos.
—O descubra que su plan funcionó incluso mejor de lo esperado.

Damien sonrió.
—¿Estarás en la cena de Lady Wycliff mañana?
—Sí. Mi madre confirmó la asistencia.
—Entonces, otra noche… en la que no podremos evitarnos.
—O no haremos esfuerzo alguno por hacerlo.

Y con una sonrisa cómplice, se alejaron en busca de Theo.

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