«Se establece pues, que tras la muerte de un Ángel primogénito, éste recuperará su esencia en el plano inferior Terra, hasta que se le reclame o hasta que la haya recuperado en su totalidad. Los recuerdos de su vida pasada, como Ángel, residirán siempre en él, pero solo los recuperará al volver a su hogar. Los recuerdos de los primogénitos son eternos siempre que continúe siendo un ser de luz.» Extracto del Códice: Flujo de las almas.
«Cualquier alma que llegase a Terra vivirá una vida completa disfrutando de su libre albedrío hasta que perezca en el plano superior Terra. Será entonces cuando sus actos determinen su lugar de destino en función del color de dicha alma.» Extracto del Códice: Flujo de las almas.
«Las incursiones de los Ángeles a Infernia, no son más que un intento continuo de brindar una segunda oportunidad de regresar a Infernia a las almas caídas.» Extracto de Los pergaminos del Saber.
Lorena estaba atónita. La seriedad y determinación de Agnes le sorprendieron. Lorena se acercó a mirar el móvil, dubitativa e insegura, con intención de llevar a cabo lo que su hermanastra le pedía. Se quedó pálida, y mirando a Agnes con preocupación le dijo.
—Número oculto. Ayer contesté sin mirar. No me dí ni cuenta.
La cara de Agnes se debatía entre la risa histérica y la incredulidad.
—¿Qué tipo de persona llama aún con número oculto? —preguntó Agnes mientras salía de la cama, exhibiendo un evidente enfado—. Tiene tu móvil, así que esperaremos a que nos digan algo los del hospital o él mismo. Me voy a clase.
Agnes estaba furiosa. Salió de la cama, se vistió en un abrir y cerrar de ojos, sin apenas asearse y aprovechando que aún llevaba la trenza del día anterior, cogió sus cosas y salió de casa dando un portazo.
Cuando se cerró la puerta Lorena aún estaba con el móvil en la mano, en estado de shock.
«Se ha marchado sin desayunar, son las 8:30. ¿A dónde va?»
Agnes iba farfullando, nerviosísima, y con un objetivo claro. Le iba a cantar las cuarenta en cuanto lo viera.
«¿Cómo se te ocurre preocuparme de esta forma?. Número oculto. ¿De verdad?. Eres un gallina.»
Iba metida en su mundo, directa al destino. Había soñado con Héctor, de forma clara. En el sueño se había dado cuenta que Héctor era un chico que se cruzaba prácticamente todas las mañanas, desde hacía mucho tiempo, siempre en el mismo cruce, incluso repitiendo camisetas de un día para otro. No entendía cómo no se había dado cuenta antes.
«¿Pensabas que no te iba a reconocer? Vaya capullo, te vas a enterar, más te vale estar bien sino te voy a echar una buena bronca por preocuparme, por alterar mi estado anímico, por entrar en mi mundo, por ...» ¡alterar todo mi mundo! —dijo en voz alta.
Un par de chicas que estaban a su lado en el semáforo la miraron de reojo, luego se miraron y se echaron a reír.
Agnes paró en seco sus pensamientos, y se sonrojó. Se concedió unos segundos, tiempo más que suficiente para darse cuenta de que realmente no estaba furiosa, estaba emocionada. ¿Sino porqué iba sonriendo?
El mundo era distinto, molestamente colorido, molestamente nuevo, molestamente ... maravilloso. Estaba feliz, preocupada y emocionada.
Llegó al cruce. Se paró en el semáforo y se apoyó con la espalda en el.
«Perfecto, aun me quedan 45 minutos así no hay forma de que te escapes hoy Héctor. Vas a tener que dar muchas explicaciones guapetón. ¡Vaya que sí!»
Nueve y cinco; Nueve y diez; Nueve y cuarto; Nueve y veinte; Nueve y veinticinco; Nueve y media...
De repente Lorena le dio un buen susto.
—¿Qué haces aquí plantada como un palo, hermanita? —preguntó Lorena confundida.
—¿Te ha escrito? —Agnes la miró seriamente al realizar la pregunta.
El tono usado por su hermanastra le borró la sonrisa de la cara. Lorena contestó con un suave movimiento de cabeza de izquierda a derecha.
—Se estará vistiendo. Vendrá —dijo con tono suave Lorena tratando de tranquilizarla.
Lorena se empezó a sentir incómoda, nunca antes había visto a Agnes tan seria, tan desagradable ni tan tensa, no antes de que Héctor se cruzara en sus vidas. Decidió dejarla a su suerte con su locura y tras un breve y seco —Adiós. Se fue.
Agnes ni siquiera se dio cuenta de que Lorena se iba, seguía con la mira fija en un punto concreto, su calle.
<<Por ahí. Es por ahí por donde vienes. Hoy no te escapas.>>
Nueve y cuarenta; Nueve y cuarenta y cinco; Nueve y cincuenta; Nueve y cincuenta y cinco; Diez ...
La cara de Agnes había pasado de la magnífica esperanza a un profunda decepción. Estaba confusa, dolida, triste y preocupada a partes iguales.
Miró alrededor, y haciendo un acopio de fuerzas se dijo a sí misma:
—Estará bien Agnes, no seas pánfila, seguro que está descansando. Mañana lo ves, ahora tienes que irte a clase.
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Editado: 05.03.2020