VIKTOR
Por
WingzemonX & Denisse-chan
Capítulo 01.
El Primer Día del Resto de tu Vida
Era aún muy pronto para que Cedric Helsung empezara a sentirse completamente cómodo en su nuevo departamento. Apenas era la segunda mañana que despertaba en su nuevo hogar, y aún seguía sintiendo como si fuera más la habitación de un hotel o la casa de algún amigo. Todos los muebles, incluida la cama de la habitación, venía ya con el lugar, así que tampoco podía considerarlos muy suyos. Al cambiarse, sólo había traído consigo muy pocos artículos; principalmente su ropa y accesorios, peine, cepillo de dientes, colonia... Había varios libros de su colección personal que aún no habían sido entregados por la mudanza, pero que esperaba llegaran esa misma tarde.
Se levantó muy temprano, incluso unos minutos antes de que las campanas de su despertador de cuerda sonaran. ¿Sería eso una señal de emoción? ¿Ansiedad quizás? ¿Un poco de ambas? Era muy difícil adivinarlo cuando se trataba de él. Incluso dudaba muchas veces de poder entender por sí mismo lo que le cruzaba por la cabeza. Y, hablando de lo que le cruzaba por la cabeza, de los miles de pensamientos que pudo haber tenido al levantarse, el único que ganaba terreno por encima de cualquier otro, por extraño que suene, era la ropa que usaría
Ese sería su primer día de trabajo, luego de tres años, en los que no tendría que usar el mismo uniforme de capa azul oscuro, saco y pantalones del mismo color, guantes blancos y botas negras. Pero lo que menos extrañaría, sin duda, era ese casco redondo y brillante con el escudo del Departamento de Policía Civil de CourtRaven al frente. No sabía de qué talla era el que le habían asignado, pero no era la adecuada para su cabeza; de eso estuvo seguro desde el inicio.
Los miembros de la Unidad de Detectives ya no usaban un uniforme fijo, aunque sí era requerimiento llevar siempre una vestimenta formal: camisa, pantalón de vestir, y corbata eran los elementos imprescindibles. Esto no era problema para Cedric, pues esa pequeña lista abarcaba sin problema casi todo lo que componía su guardarropa personal. Había escuchado que también era obligatorio para los Detectives traer siempre sombrero de hongo, pero no le constaba que eso fuera cierto. El hecho de que todo detective con el que se había cruzado en su vida llevara uno en su cabeza, bien podría ser mero efecto de la moda o una coincidencia.
Para muchos, un cambio de vestimenta de trabajo no sería un gran tema. Sin embargo, la personalidad metódica, y casi obsesiva, de Cedric, lo llevó a exagerar un poco la cuestión. Escogió con una semana de anticipación cuáles serían los trajes que usaría los siguientes días. Los llevó todos a la tintorería de la señora Yin, en su antiguo vecindario, para que estuvieran impecables. Apartó desde la noche anterior el que usaría esa misma mañana, con miedo de que se tomara dos horas en decidirlo si no lo hacía así. Y, lo más divertido de todo, se compró cinco sombreros de hongo: tres de color negro, uno de color marrón oscuro, y uno gris... Sólo para no arriesgarse, por si lo del sombrero resultaba ser verdad.
El atuendo elegido para su primer día era simple: una camisa blanca manga larga, un pantalón café, zapatos negros lustrados, y un chaleco gris oscuro con botones plateados. Y claro, una corbata y un sombrero, los cuales aún no había elegido.
Una vez vestido, salvo por su sombrero y corbata, se tomó unos momentos para pararse frente al espejo de cuerpo completo de la habitación, y analizar con mucho cuidado su rostro delgado para verificar que nada estuviera fuera de su lugar. Su piel se veía pálida, muy pálida, sin nada de color en sus mejillas. Dos ligeras ojeras oscuras adornaban su mirada de ojos azul celeste, de apariencia adormilada, cansada y sin vida. Y sus orejas eran tan puntiagudas, que casi parecían navajas...
Todo parecía estar bien, perfectamente normal y presentable.
Dentro del arquetipo de su especie, la apariencia de Cedric podría ondear entre un "no está mal" y un "se ve lindo", dependiendo de quién dictara la sentencia. Su complexión delgada, algo escuálida, y estatura ligeramente baja, eran tal vez lo que lo hacían resaltar menos. Sin mencionar su cabeza, un poco más grande de lo que su complexión pudiera suponer, lo que siempre había sido su mayor y más secreto complejo.
Una vez que terminó con su rostro, pasó a arreglarse su sedoso cabello negro azabache. Los peinados de apariencia algo desalineados estaban de moda entre los varones de veinte a treinta años. Él, a sus veinticuatro, estaba básicamente en medio de ello, pero ciertamente no compartía ese gusto. Aunque tampoco era que se peinara exhaustiva y metódicamente. Dentro de lo que cabía, siempre había tenido un cabello bastante dócil, y más que nada se lo acomodaba con sus dedos, intentando regresarle la forma que la almohada le había arrebatado.
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Editado: 23.05.2019