Viktor

Capítulo 02. Una misión tan importante

VIKTOR

Por

WingzemonX & Denisse-chan

Capítulo 02.

Una misión tan importante

En cuanto Cedric abrió la puerta del despacho del Jefe Strauss, fue recibido por un intenso olor a humo, combinado con aromatizante de pino. Igualmente, la brillante luz lo hizo retroceder instintivamente.

—Pasa muchacho, pasa —pronunció la voz profunda del hombre sentado detrás del escritorio de aquella amplia oficina, con su silla volteada para darle la espalda a la puerta. Miraba por el gran ventanal, por el que se filtraba el sol del exterior; esa era la luz que había tomado a Cedric por sorpresa. Aquel hombre sostenía entre sus dedos un puro humeante ya a medio consumir—. ¿Conociste a Amelia? Qué encantadora muchacha, ¿no crees?

Cedric, aún de pie en el umbral de la entrada, dudó un poco en qué responder ante tal comentario. Supuso que Amelia debía de ser la “encantadora” mujer del escritorio de afuera.

—Ah, sí… Fue todo un placer —respondió con cautela, e inmediatamente después terminó de ingresar, para cerrar la puerta detrás de sí—. También agradezco que haya mandado a un oficial para que me escoltara, aunque no era necesario que lo hiciera. —la última parte la había pronunciado con voz relativamente baja.

—Pensé: "¿Qué mejor forma de recibir al nuevo oficial que con una bella escolta?" ¿No estás de acuerdo?

—No estoy en libertad de juzgar lo de bella, pero la Oficial Williams fue una buena escolta… señor.

El hombre en la silla soltó una pequeña carcajada, seguida de una abundante bocanada de humo.

—Sea como sea, veo que sirvió, ¿o no? No te perdiste y aquí estás —giró entonces su silla hacia él, sonriéndole ampliamente—. Aunque, viendo tu currículum, dudo mucho que te hubieras perdido.

Colocó entonces lo que quedaba de su puro de nuevo entre sus labios.

Harold Strauss, el Jefe de Policía del Distrito Once, era un veterano oficial Lycanis que de seguro había estado en mejor forma durante sus años activos en las calles. Ahora era un hombre de rostro y cuerpo robusto, cabeza en su mayoría calva, pero aún con abundante cabellera café a los lados, del mismo tono que su barba de candado. Sus ojos azules, sin embargo, mostraban aún una astucia y perspicacia que sólo muchos años de experiencia podían dar.

—Tus papeles dicen que eres un muy buen policía, Oficial Helsung. ¿Tú crees que eso es cierto?

—Yo… supongo que en mi antiguo departamento me podrían haber considerado algo parecido, pero no me considero algo fuera de lo normal, señor.

—¿Es una modestia enorme lo que veo aquí o falta de confianza? —Strauss le dio una profunda inhalada a su puro, y luego soltó el humo al aire, mientras contemplaba la punta encendida de éste—. Te daré el privilegio de la duda, y me iré por la modestia. Pero al final, Oficial Helsung, yo seré quien te juzgue en base a tu desempeño de ahora en adelante. Y empezaré por decirte qué es lo que espero de ti: espero puntualidad, tolerancia, paciencia, y la habilidad para mantener la calma en todos los casos que lleguen a tus manos… Y que salgas con vida de todos ellos, por supuesto; así es menos papeleo.

¿Había sido una broma? Si lo fue, el tono con el que la había pronunciado no daba mucha cabida a creerlo.

—¿Por qué te quedas en la puerta, muchacho? —le cuestionó luego de unos instantes—. Acércate, vamos.

—Sí, lo haré, señor… pero si pudiera…

Con un ademán de su cabeza, intentó señalar hacia la ventana a sus espaldas. Harold se viró sobre su hombro, y entendió de inmediato a lo que se refería.

—Oh, disculpa, chico. Lo olvidé por completo.

Con una mano presionó su puro contra el cenicero para apagarlo, y con la otra accionó un interruptor sobre el escritorio, que al acto hizo que las cortinas frente al ventanal comenzaran a cerrarse poco a poco por sí solas. “Un mecanismo bastante ostentoso, para estar en la oficina de un servidor público”, pensó el recién llegado.

Una vez que las cortinas se cerraron, y estuvieron sólo iluminados por las luces interiores, Cedric al fin tuvo oportunidad de retirarse sus lentes oscuros, al tiempo que se tomó la libertad de colocar su sombrero y su abrigo sobre el perchero a un lado de la puerta.

—Le aseguro que así será, señor —le respondió Cedric, estando ya de pie frente a su escritorio, y haciéndole el saludo marcial con su mano derecha—. Y agradezco mucho esta oportunidad que me han da…

Tenía pensado decir más, mucho más, pero en ese momento escuchó como alguien llamó a la puerta, con notoria fuerza, aunque de manera casi rítmica, y eso lo distrajo.

—Pasa, estaba esperando que llegaras Romani —pronunció Strauss con elocuencia.

“¿Romani?”, pensó Cedric, ligeramente sorprendido; dicho apellido le resultó notoriamente familiar. Al virarse hacia la entrada, pudo ver un rostro masculino, sonriente, aunque notablemente malicioso, asomándose hacia el interior.

—Buenos días, Jefe —murmuró aquella persona, con tono animoso—. ¿Cómo se encuentra esta mañana…? Ah, Amelia, creo que no te saludé. —Se volteó sobre su hombro para ver a la mujer sentada en el escritorio de afuera—. Te ves preciosa; sigue así cariño.



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En el texto hay: vampiros, hombres lobo, detective

Editado: 13.07.2025

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