VIKTOR
Por
WingzemonX & Denisse-chan
Capítulo 15.
Todo fue por Nada
El jefe Strauss y el fiscal Bertold citaron esa tarde a la nueva baronesa Montallo en la oficina del primero, para comunicarle directamente el penoso resultado de su operativo. La joven mujer Spekerus llegó en un taxi a la hora acordada, y un oficial la escoltó cordialmente hacia la oficina del Jefe de Policía Distrital. El fiscal ya la esperaba ahí, ocupando una de las sillas delante del escritorio de Strauss, y ambos le ofrecieron la otra. La baronesa la aceptó y tomó asiento.
Strauss le describió a la baronesa lo sucedido, intentando a su modo adornar lo mejor posible la noticia. No obstante, la realidad era que no había mucho que pudiera añadir para amortiguar los hechos. Por más vueltas que le daba, el resultado final era el mismo: su sierva había muerto, apuñalada y desangrada por los mismos asesinos que (presuntamente) habían asesinado a su padre.
La reacción de Illia Montallo a la pérdida de su sierva resultó incluso peor de lo que los dos hombres habían previsto. Sus ojos se abrieron grandes y desorbitados, y su rostro incluso palideció un poco. Tardó unos momentos en reaccionar, recorriendo su mirada hacia un lado y hacia el otro de la habitación, como si esperara ver algo que le diera más información, o una versión diferente, o incluso que se trataba de un error. Pero los rostros pétreos y sombríos de Strauss y Bertold le dejaron aún más claro que no era en lo absoluto el caso.
Las cosas eran tal cual cómo se las decían, y nada más.
—Esto… esto es inaudito, ¡inaudito! —exclamó la baronesa, con voz exaltada—. ¿Cómo pudieron permitir que esto pasara? ¡Ustedes me prometieron que la protegerían! ¡Dijeron que estaría segura!
—Entendemos su enojo, señorita —carraspeó Harold, entrecruzando sus dedos sobre el escritorio—. Pero quiero que entienda que nuestros hombres hicieron todo lo que estaba en sus manos para proteger a su sierva. Tres oficiales fallecieron en el lugar, y cinco más resultaron gravemente heridos.
—¡Saber tal tragedia no me tranquiliza en lo más mínimo, señor! —sentenció Illia con voz tajante, levantándose abruptamente de su silla, y parándose frente al escritorio con postura imponente—. ¡Sólo hace que toda esta catástrofe sea aún…!
Las palabras se ahogaron en su garganta, y tuvo que tomarse un momento. Llevó una mano a su boca y apretó los ojos. Harold le ofreció rápidamente un pañuelo, pero la baronesa lo rechazó.
Tras unos segundos, pareció tranquilizarse lo suficiente para seguir hablando con mayor soltura.
—Mi padre luchó fervientemente para proteger y mejorar la vida de los Siervos de esta ciudad. Esa lucha fue su mayor propósito, y su más valioso legado. Y ahora, yo provoqué que su muerte fuera el fin de más vidas… incluida la de Melissa, a la que él apreciaba tanto. Por Alzama Molak, esto nunca me lo perdonará. ¡Jamás debí de haber confiado en ninguno de ustedes!
Harold se mostró aún más nervioso por las duras palabras de la baronesa, tanto así que tuvo que usar el pañuelo que le había ofrecido para secar el sudor de su propia frente. Abrió la boca con la intención de pronunciar algunas palabras reconfortantes, pero Bertold se le adelantó.
—No le quedaba de otra, baronesa —sentenció el fiscal Spekerus con voz fría y calmada—. Si quería atrapar al asesino de su padre, su única opción era precisamente confiar en estos oficiales de policía, y en su plan.
—¿Y qué tal resultó eso? —sentenció Illia con irritación—. ¿Lograron atraparlo? ¿Lograron identificarlo? ¿Obtuvieron al menos algo que les diera alguna pista para proseguir con el caso?
Strauss y Bertold intercambiaron una mirada rápida. El Jefe de Policía Distrital dejó escapar un largo suspiro, y recorrió un poco más el pañuelo por su frente y su calva.
—Ese es justo el otro tema que necesitábamos informarle, excelencia. Me temo que los asesinos lograron escapar, y no pudimos obtener ninguna pista relevante que no guíe hacia alguna aprehensión o sospechoso. Y sin ninguna pista u otro testigo, me temo que no contamos con nada para seguir investigando el caso de su padre. Al menos no hasta que surja algo más.
—Hasta que surja algo más —repitió Illia de forma mecánica, su mirada afligida puesta en la alfombra bajo sus pies—. Así que todo fue por nada. Melissa murió, y fue por nada…
—Se le comunicó con anticipación de los riesgos —informó Bertold, su voz igual de inmutable y calmada como siempre—. Desde el inicio existía una posibilidad de que este plan no diera los frutos que esperábamos, pero era una opción por la que valía la pena apostar. E igualmente se le explicó los riesgos que su propiedad podía sufrir si accedía a participar. Todo venía detallado en la responsiva que nos firmó…
—¿Apostar? ¿Propiedad? ¡¿Responsiva?! —exclamó Illia, totalmente colérica—. ¿Cómo se atreve a decirme esas cosas? ¡Mi sierva está muerta!
—Franz, por favor —masculló Harold entre dientes, intentando decirle que mejor no dijera más. Bertold, sin embargo, permaneció apacible ante los reclamos de la baronesa, observándola fijamente sin mutarse ni un poco.
—No es propio de un Spekerus, y mucho menos de una baronesa, perder los estribos de esa forma, excelencia —pronunció Bertold, con voz fría. Por un momento pareció que la baronesa estaba a punto de plantarle una fuerte bofetada por tales palabras, pero Bertold siguió hablando—. Tres oficiales murieron en la operación, baronesa; no sólo su sierva, como bien el Jefe Strauss le acaba de informar. Y cinco más resultaron heridos, además de una civil. Una propiedad del estado fue totalmente destruida, sea dicho de paso, aunque por supuesto eso es irrelevante en comparación con las vidas Nuitsens perdidas. Usted es libre de darle el valor que prefiera a la vida de sus Siervos, que la propiedad de estos se lo permite. Pero si cree por un momento que alguno de nosotros está contento o conforme con cómo resultaron las cosas, está muy equivocada. Apostamos, y sí en efecto fue una apuesta, a este plan arriesgado, y perdimos. Todos nosotros, no sólo usted.
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Editado: 04.05.2025