Vincent

El ángel guardián

           La muchacha se fue rauda y sin decir palabra cuando oyó que alguien la llamaba abajo. Pensé que volvería al rato, pero ya estaba adentrada la noche y el silencio bañaba la casa y la ciudad. Para entonces ya había recuperado bastante las fuerzas, me había puesto de pie y di un par de vueltas dentro del ático. Me asomé por la ventana rota por donde fui arrojado y me di cuenta que había luna llena. Admiré su belleza un instante más, agradecido de que finalmente no iba a perecer eternamente allí. Aún tenía planes con mi vida y estaban fuera de ese ático.

            Bajé con calma por las escaleras hasta llegar a una puertecilla que se mimetizaba con el decorado de la habitación a la que daba, la abrí y me topé con su cama en el centro del dormitorio, con el respaldo apoyado bajo una ventana que solo tenía el visillo cubriéndola, dejando que la habitación se iluminara muy tenuemente por las luces del exterior. La muchacha dormía plácidamente y pude contemplarla mucho mejor. Era apenas una niñita de 16 o 17 años, me enterneció pensar que una criatura tan joven se había atrevido a salvar mi vida, lo cual probablemente nunca hubiese hecho si supiera con qué clase de ser trataba. Me acerqué un poco más para contemplar su sueño, sentir su alma y ver con qué clase de persona tendría el placer de alimentarme.

            Sin embargo, estando a menos de un metro de su cuerpo me di cuenta que no era capaz de cometer tal crimen. Aún no me recuperaba del todo, por lo que no tenía todos mis sentidos a su máxima capacidad, pero aun así logre sentirla en parte. Su aura me decía que era una persona muy noble, aunque cargaba una pena demasiado grande. Pero aun así, la vida le brotaba por cada poro, y pese a toda su oscuridad tenía la esperanza de hallar la luz. La contemplé una vez más con lástima y curiosidad, y decidí volver al ático a descansar. La comida humana y su efecto energizante tenían menos efecto en mí, casi nulo en realidad y no pasaría de largo la noche si no dormía algo.

            Desperté por bullicios provenientes de los pisos de abajo. Aún estaba oscuro pero había un mínimo de luz que me indicaba que pronto amanecería. Los ruidos que sentía más nítidos provenían de la habitación de mi salvadora. Me preguntaba qué podría estar haciendo una niña despierta a esas horas, así que supuse que se preparaba para ir al colegio, lo cual confirmé cuando casi una hora más tarde llegó al ático con lo que parecía ser un desayuno, vestida efectivamente con un uniforme escolar. Se acercó con timidez a entregarme un vaso de leche con un sándwich que se veía bastante generoso, y al ponerme de pie para recibir los alimentos ella dio un paso hacia atrás. Tenía un cuerpo pequeño y frágil, mientras que yo casi le doblaba en altura y en anchura. No pude evitar soltar una sonrisa, simplemente me causaba gracia que se hubiese asustado al verme tan imponente sobre ella.

            – Tranquila, no te haré daño –le dije intentando ocultar que me causaba gracia.

            Ella no dijo nada, estiró las manos para entregarme la leche y el pan y al darle las gracias sonrió sutilmente y se marchó. Era una extraña mujercilla.

La leche nunca había sido algo que me gustara en realidad, ni de pequeño ni mucho menos ahora que ni siquiera era lo que me salvaría la vida, pero en ese momento cualquier cosa me ayudaría a sobrevivir un rato más. Lo que sí disfruté inmensamente fue el sándwich. Sin dudas debía agradecerle su atención, pero sentía deseos de agradecerle en especial lo generosa que había sido al preparar ese pan, ya que le había puesto abundante jamón. Por su puesto que no era lo mismo que beber sangre o desgarrar la carne de un ser vivo, pero era lo más cercano que tenía a alimentarme de algo viviente en ese momento, su sabor era mucho más intenso para mí que el resto de los ingredientes.

            Al terminar de comer bajé de curioso a conocer mejor la habitación de mi salvadora. Era simple, quizás un poco típica y atípicamente ordenada para los jóvenes de estos tiempos. De pronto me percaté de la presencia de alguien más en la casa, así que salí de la habitación a explorar.

            La composición de la casa era algo peculiar; la habitación de mi salvadora estaba en un segundo piso pero era lo único que lo componía, y llegaba al primer piso de la casa mediante una escalera que parecía estar media oculta también. Me dio la sensación de como si ese fuese realmente un ático pero muy bien adaptado, hasta con baño personal. Al llegar abajo comencé a adentrarme con cautela de no ser visto ni oído, aunque mis sentidos me decían que no había nadie más en la propiedad salvo por esa otra muchacha que dormía profundamente en una gran habitación, desparramada totalmente entre y sobre las sábanas de la cama. Se trataba de una mujer joven pero mayor que mi salvadora, tenía el cabello ondulado y de un castaño chocolate que oscilaba con matices rojizos. Su cuerpo era más desarrollado que el de ella, era más alta y con sus curvas de mujer mucho más marcadas, a diferencia de su hermana que era más bien menudita y sin mucha curva que digamos. Bueno, en realidad asumía que eran hermanas ya que a simple vista no se parecían mucho que digamos.




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