Vincent

Alicia la rara

           Era la primera vez que me hallaba en una situación que me privara de libertad y la sensación de volver a surcar los cielos como una esencia libre, ligera y oscura me llenaba el alma por completo. Bueno, si es que podría decirse que tengo alma. Extrañaba la frescura del exterior, el aroma de la noche penetrando mis fosas nasales por completo. Estaba en éxtasis, pero no podía olvidar el cometido de buscar a mis amigos, así que pronto volví al sitio aproximado de donde fuimos interceptados por esas fuerzas misteriosas. Exploré buscando por varias calles a la redonda, llamando, oliendo, escuchando, pero no había rastro de ningún otro ser como nosotros.

              Vagué varios días por los alrededores y por casi toda la ciudad, hasta que derrotado, me sumergí en las catacumbas que albergaban a toda mi gente de la ciudad, un oscuro y secreto mundo hecho justo para nosotros y casi tan amplio como la ciudad misma. Tenía mis calles favoritas y mis bares favoritos, así que una vez en la ciudad oculta, no dudé en ir por Claude, el mejor barman del mundo.

                – ¡Hey, Vin! ¿No te ibas de vuelta a Inglaterra?

                – Un confuso incidente. Dame lo de siempre.

            – Hace unos días Frederick trajo una exquisitez desde sus heladas tierras nórdicas. Una extraña mescolanza entre un buen vodka y sangre de doncellas vírgenes.

                – ¿Aún existen? –dije en broma.

                – ¡Ha! Son un tesoro escaso –dijo mientras servía tan llamativo brebaje –. Ten.

                 En realidad era una mezcla extraña, pero bastante sabrosa y embriagadora. Claude me sirvió otro sorbo y, luego de asegurarse que no hubiese gente cerca, se acercó más hacia mí para que le confesara lo que realmente había sucedido.

              – No puedo saberlo Claude. Íbamos los tres en nuestro viaje cuando otros desconocidos, en nuestra forma de éter, atacaron de improvisto. Salí disparado hasta atravesar la ventana de un ático pero no tengo idea de lo que sucedió con Catherine y Frank. Me tomó varios días reponerme, luego salí en su búsqueda pero no hallé nada. No sé si están vivos, no se… ¡no sé nada! –confesé desesperado.

               Claude se echó un poco para atrás y me miró con cierta lástima. Pude sentir entonces que algo dentro de él titubeaba, había algo que él sabía y no quería decirme, y lo peor es que él estaba al tanto de que yo sentía lo que le pasaba, así que estaba ya delatado.

                  – Ya Claude. Dime qué es lo que sabes.

               – Bueno amigo, así como de saber, nada… Es solo que… me pareció verlos por acá hace unos tres días –dijo titubeando.

                 – A ver, ¿eran ellos o no? –lo había pillado.

                 – Sí Vincent, eran ellos.

                 – ¿Cómo estaban?

                 – Se veían bien. Bastante bien Vincent.

                 – ¿A qué te refieres?

              – Amigo, no sé detalles, de verdad que no. Solo puedo decirte que los vi muy abrazados y muy sonrientes. Confieso que igual me extrañó verlos aquí, pero supuse que estabas al tanto. Pero ahora que sé que tuvieron un “incidente”, concuerdo con tu mirada de que es algo extraño.

                 No entendía nada. Las cosas no sonaban nada de bien y no quería empezar a sacar conclusiones apresuradas. Medité en silencio un minuto, contemplando el trago carmesí que aún no bebía. Debía empezar a averiguar lo sucedido y no sabía por dónde empezar, así que antes de marchar le pedí a Claude que usara sus habilidades de barman y consejero sentimental para ayudarme con alguna pista.

             Marché de las catacumbas desesperado, tratando de no armar teorías que pudiesen significar alguna traición o algo terrible. Caminé sin rumbo varias cuadras hasta que de pronto algo volvió a llamar mi atención. Me encontraba cercano a la salida de un colegio, veía una multitud de jóvenes de distintas edades y tamaños huyendo de tal lugar, vistiendo uniformes que se me hacían familiar. Y entonces, después de todos estos días, me acordé de Alicia, mi pequeña salvadora. Seguramente ese era el establecimiento donde estudiaba y me pareció buena idea acercarme a saludar. Cuando le vi salir a la distancia pude verla caminar algo cabizbaja, pensé que seguramente le alegraría verme pero guardé mi distancia cuando me percaté que tras de ella venían cuatro compañeras haciéndole burlas por detrás. Había demasiada bulla como para afinar el oído y distinguir especialmente qué decían, en especial porque Alicia ni siquiera abrió la boca como para enfocarme en ella y tener algún indicio. Sin embargo, podía ver claramente que su aura estaba bastante deprimida, mientras que ellas le insultaban y le succionaban toda su vitalidad. Eran como una especie de vampiros, solo que su alimento consistía en la satisfacción de humillar a otro. Pensé seriamente en intervenir, pero pronto ellas se aburrieron y Alicia siguió su camino en paz, siempre digna, siempre frágil y a la vez, conservando su fuerza interior.




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