Vincent

El recuerdo de tu sangre

                Habíamos quedado de juntarnos al medio día en la plaza. De allí iríamos al terminal para tomar un bus hasta la capital y de ahí iríamos hasta el aeropuerto.

            La charla con Tabatha se había tornado intensa y había temido lo peor, aunque extrañamente se despidió haciéndome saber nuevamente que no tocaría a Alicia ya que esperaba que "yo solito" me enterrara en mi propio tormento. Después de aquello no pude descansar y no me dejó tiempo para alimentarme, ya que preferí quedarme rondando por si acaso. Quería creer que cumpliría su promesa, pero en el fondo dudaba mucho.

              Faltaban 5 minutos y yo no podía más de la emoción, me sentía como un pequeño niño aguardando por Papá Noel en la víspera de Navidad. Sabía que había llegado antes y que probablemente para Alicia iba a ser un poco más difícil salir de casa, por lo que en un principio su atraso de 15 minutos no me alteró demasiado. Para entonces recordaba cuando le dije que podría ayudarla a salir de casa y ella tercamente me dijo que deseaba hacerlo por su cuenta. Se cumplieron los 20 minutos y entonces el nerviosismo inicial se empezó a teñir de otros colores. Quizás exageraba, quizás estaba yo muy ansioso; quizás solo tuvo problemas para tomar locomoción o quizás…

          Llegué a la casa de Alicia hecho una bala, esperando lo peor. Llegué instantáneamente a su habitación y todo estaba ordenado, su maleta no estaba y en su armario faltaban las cosas que había empacado. Algo extraño y turbio estaba pasando y no me gustaba no saber; en su casa solo oía un corazón latir proveniente desde la habitación de Ángela y no sentía la presencia de nadie más. Busqué rápidamente por toda la casa hasta volver a la habitación de Alicia, desesperado, y entonces noté que sobre un cojín había un pequeño papel con una foto bastante borrosa de una estructura que se me hacía familiar y bajo ésta estaba escrito “Adiós Vincent” con letras recortadas de alguna revista o algo. Tabatha estaba detrás de todo, esa maldita sí la iba a matar de todos modos. Sentí el mundo cayéndose a pedazos ante la incertidumbre de todo lo que pasaba, me maldecía a mí mismo por haber confiado en esa perra pero no tenía tiempo para lamentarme ya que quizás aún había chance de salvar a Alicia.

              Con mi única pista, volé hasta las catacumbas tan rápido como pude en busca de mi fiel amigo Claude, quien afortunadamente tenía un indicio de lo que podría tratarse la imagen y pude confirmarlo al recordar bien. Desconocía el por qué, pero Tabatha se la había llevado a una antigua maestranza de trenes y casi deshabitada, donde si mal no recordaba aún quedaban vagones y locomotoras viejas y en desuso.

                No había tiempo que perder. Ante la certeza, partí raudo al sitio y pidiéndole a Claude que reuniera rápido a Patrick, George y alguno de sus amigos matones para acabar de una vez por todas con todo esto. Terminaran como terminaran las cosas, Tabatha no podía permanecer en esta tierra.

               Al llegar a la maestranza todo estaba quieto. El silencio se quebraba solo por los ecos de la brisa que se entrometía y por el goteo ocasional de alguna fuga de agua. Me quedé estático un momento, explorando solo con los sentidos para no dar un paso en falso. Pero nada. Lo peor de todo es que ni siquiera podía escuchar el tenue pero acelerado latir de mi amada humana, no olía su sangre ni su perfume, ¿habría sido una trampa? Me atreví a avanzar un poco entre los vagones, con los sentidos más alerta que nunca. Recorrí el laberinto casi por completo cuando sentí un estruendo por detrás. Tabatha estaba sobre un vagón sujetando violentamente a Alicia, cuyo temple, más que dolor físico, manifestaba una pena profunda ante el quiebre violento de nuestros planes y su futura felicidad. Y aun así, ni una lágrima escurrió de sus ojos.

            – Suéltala –le exigí sin atreverme a avanzar. Tabatha era impredecible.

            – ¿O si no?

            – Tú sabes lo que pasará… –dije algo rendido, sin ánimos de amenazarla realmente.

           – No lo creo –aseveró en una sonrisa maliciosa.

            Entonces, lo que más temía sucedió

           Tabatha actuó tan rápido que no pude anteponerme a su crimen. En un abrir y cerrar de ojos ella clavó sus afilados dientes en el frágil cuello de su hermana, desgarrándole una importante cantidad de vasos sanguíneos que pronto la llevarían a un shock. Entonces todo comenzó a ocurrir como en cámara lenta. Prácticamente me teletransporté junto Alicia antes que su cuerpo cayera. La cantidad de sangre que brotaba de su cuerpo era desproporcionada, no había tiempo de llevarla a un centro asistencial, y más pronto que tarde, el dolor que sentía se fue opacando por el creciente desvanecimiento que la hemorragia le causaba.




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