VÍnculos

capitulo 5

—Helena, despierta— instaba una voz femenina— vamos, el golpe solo te rozo.

La niña abrió lentamente los ojos, por segunda vez en el día, todavía con menos agrado que en la anterior. Primero solo vio unas luces fluorescentes, luego pudo ver unas paredes blancas y posteriormente se dio cuenta de que estaba en la enfermería. -Vaya, así que logre llegar a la enfermería- pensó para si misma, había creído que sus compañeros habían acabado con ella.

—¿qué sucedió? — preguntando lo obvio— ¿cómo llegue aquí?

—Resulta que alguien te golpeo con una pelota y te desmayaste. Una de tus compañeras le informo a la maestra y ella te trajo... oh mira, pero si aquí esta—señalo la entrada donde la niña del cabello corto esperaba tranquila— Lisa, ya puedes acompañarla a su salón.

La niña del cabello corto, Lisa, la ayudo a bajar de la camilla y juntas salieron al extenso corredor, un tramo lo caminaron en silencio y fue Helena quien rompió el silencio.

—Gracias por ayudarme — miro de soslayo a Lisa que permanecía callada — fue muy gentil.

Al fin contesto — No tienes por qué agradecer, ellos te estaban lastimando muy injustamente.

—De igual forma gracias — trato de cambiar de tema para conocer un poco más de la que supuso seria su amiga— ¿eres nueva? nunca antes te había visto.

-Sí, me mude hace poco. pero estoy en otra clase, probablemente por eso no me habías notado — Lisa se detuvo cuando estuvieron frente al salón de clases — ya tengo que regresar, pero talvez podamos vernos a la salida.

En cuanto entro, percibió una fuerte tensión en el ambiente, todos sus compañeros la siguieron con la mirada hasta que se sentó. La maestra leía en voz alta el libro que debían estudiar en literatura, estaba tan absorta que no se daba cuenta de que todos la estaban ignorando. Helena nunca había visto a sus compañeros tan hostiles, ni siquiera cuando a causa de un recorte de presupuesto, se había eliminado la clase de artes. Pero en ese momento ella era el centro de atención, el punto de ebullición de esos calderos hirvientes deseosos de proclamar su ira. Al dar las cuatro en punto, la señorita Miller se disculpó con sus estudiantes y se retiró para ir a reclamar unos informes estudiantiles, dejando a Helena su alumna estrella encargada de avisarle sobre el mal comportamiento que alguien pudiera tener. Mala decisión, lo único que puede enfurecer más a un grupo de niños rencorosos es el soplón de los profesores, y ningún alumno de ese salón desperdicio su oportunidad de recriminarla, gritarla u ofenderla.

Cansada de eso Helena se puso de pie —Si me siguen insultando los acusare a todos — y lo hizo mientras miraba especialmente a Missi.

—Eres una bocona, llorona y rara— escupió Missi con la rabieta característica de los niños de su edad — y si le dices a la maestra todos te vamos a odiar más.

Las palabras de la niña callaron a Helena y la sumieron en una profunda tristeza. Los adultos pueden considerar absurdo que un niño se ofenda por tal nimiedad, a sabiendas que las rabietas de los chiquillos duran poco. Pero lo que no recuerdan es que ellos mismos alguna vez se vieron ensombrecidos por un comportamiento despectivo que algún compinche les pudo mostrar. Esto porque los niños aún conservan esa nobleza y fragilidad, que los adultos a causa de los mismos desplantes pierden con facilidad.

 

 




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