VÍnculos

capitulo 8

Otro día, otro desastre y otro sentimiento lastimero que se sumaba al ánimo de Helena. Sus compañeros la despreciaban, la excluían e incluso la ignoraban abiertamente. Así sin más, simplemente cuando ella intentaba entablar una conversación o pedir la tarea que no había alcanzado a copiar, todo el mundo miraba hacia otro lado. La señorita Miller ni se daba por enterada, ella dictaba su clase y salía sin advertir la confabulación maliciosa de sus estudiantes. Solo Lisa, la pequeña de cabello corto, ojos azules y pestañas risadas, era lo suficientemente buena como para seguir siendo amiga de Helena. La pasaban juntas en el recreo y se acompañaban al salir de la escuela.

—Te tardaste mucho—se quejó Helena con su amiga al tener que esperarla quince minutos más de lo acostumbrado— ya me duelen los pies.

—Lo siento— Lisa sonrió en son de tregua— el profesor de matemáticas nos hizo examen a última hora.

—Está bien, pero caminemos rápido, es viernes y mi madre no está. Tengo que revisar mi proyecto para la feria de ciencia. Es una planta y está en medio del bosque, así que quiero revisarla cuando todavía hay sol.

Caminaron el tramo de camino conversando sobre las múltiples tareas que tenían para el fin de semana, sus ideas para la feria de ciencias y la planificación de un encuentro en casa de alguna de las dos. Se la pasaban tan bien juntas que tanto el camino como el tiempo pasaron volando.

—Algún día debemos hacer una pijamada, es muy divertido estar contigo— Lisa había visto de lejos la casa de Helena y le encantaba —Es más creo que les preguntare a mis padres, para ver si me puedo quedar el siguiente fin de semana.

—¿Porque no este? — la paciencia no era exactamente el fuerte de Helena

—Tengo que salir con mis padres, vamos a visitar a mi abuela— la niña pareció avergonzada, lo que hizo a Helena sentirse culpable instantáneamente— Pero prometo venir sin falta el siguiente.

Se separaron justo en la brecha que marcaba la división entre el camino que daba pueblo, en donde vivía Lisa, y el que se dirigía a la parte boscosa, donde vivía Helena. Donde solo vivían Helena y sus padres, pues nadie tenía su residencia en el lugar porque quedaba muy alejado del pueblo y la gente prefería la cómoda cercanía. El padre de Helena había heredado el terreno y la casa, que según él era milenaria, por eso vivían allí. La niña entro a la casa, dejo su mochila y se aventuró en el bosque, tardo unos minutos en encontrar el lugar, pero al fin logro ver su bufanda ondeando. Se acercó y efectivamente allí se encontraba la singular fresa.

Sonrió y a forma de victoriosa felicitación dijo— Hola bufanda escurridiza— arranco la bufanda de la rama— Y hola a ti también fresita— agrego.

—Hola para ti también Helena— La niña se giró sobresaltada.

—¿Mama eres tú? —sabia de sobra que no había sido su madre. La voz que le había hablado parecía provenir de muchos lugares a la vez.

—No, no soy tu madre. Talvez una amiga— La voz se oía bastante cercana

—¿Lisa? —albergo la esperanza de que así fuera.

—No. Mira abajo, aquí estoy— Helena bajo la vista y quedo petrificada.

 

 

 

 

 

 

 




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