VÍnculos

capitulo 15

El silencio se instaló entre ambas, pero a diferencia de antes ya no era incomodo o tenso. Era un silencio apacible. Las energías de ambas flotaban libres en el paisaje. Con mucha facilidad y agrado la niña observo una mariposa de varios colores revolotear hasta posarse delicadamente sobre el pétalo de una flor. Vislumbro una ardilla que trepaba arboles sin decidirse por una bellota, algo quisquilloso para alguien que las recolectaba para el invierno.

Helena se recostó en el césped boca arriba con los brazos detrás de la cabeza para poder observar la belleza del manto nocturno cubierto de estrellas. El cielo tenía un lindo color azul marino oscuro y las constelaciones eran tan nítidas que seguramente los astrónomos estarían suspirando en ese preciso momento. Los árboles se mecían suavemente con el viento y todas las criaturas del bosque se acurrucaban entre sí. Nada en el mundo podía compararse con aquella vista campestre, con ese hermoso manto nocturno que cubría el cielo, dando a entender así que la hora de los sueños se acercaba. Ese era el pensamiento de Helena, nada en el mundo podía asemejar la hermosura de ese lugar. Pero claro ella también pensaba eso porque no conocía otro lugar en el mundo.

En su observación concurrente del paisaje, capto su atención una pequeña e inofensiva abejita. Se encontraba volando y aterrizando constantemente sobre las flores. Se tardaba exactamente el mismo tiempo en cada tramo que sobrevolaba y en cada recolección de polen. Llevaba así aproximadamente diez flores y entonces, se paró súbitamente en una flor un poco marchita. No se movió mas. La niña se la quedó mirando. Talvez porque ya era tarde, o por la tranquilidad que brindaba el paisaje, pero Helena empezaba a sentir que le pesaban los parpados como si estuvieran hechos de plomo.

Ela observaba como la niña se extasiaba con el paisaje. Era maravilloso saber que la pequeña amaba el lugar en el que vivía, esa era una buena señal, material bueno con el que trabajar. De pronto escucho un sonido que viajaba, pero que era ajeno al viento. Era un sonido casi imperceptible, pero profundo, oscuro. Arabela conocía muy bien ese sonido. Era casi tan antiguo como ella misma. Sonaba como los lamentos de los hombres combinados con la furia desmedida de la bestia. La bestia que reclamaba algo que le pertenecía, algo que ansiaba para su enorme y carcomida montaña de sucios trofeos. Sabía que tenía que hacer algo, pero hace tanto tiempo que no escuchaba tan de cerca ese sonido que tardo un preciado segundo en lograr articular palabra.

— ¡¡¡HELENA...HELENA!!!— grito con una fuerza tan extraordinaria que estuvo a punto de salir despedida de su cuerpo temporal— ¡¡¡NO TE DUERMAS DESPIERTA!!!

Helena no sabía en qué momento se había quedado dormida, Pero un grito ensordecedor quito cualquier rastro de sueño que pudo haber sentido. Se levantó rápidamente y miro a todos lados aturdida. No tuvo que mirar más de dos veces a su alrededor para saber que algo andaba realmente mal.

 




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