VÍnculos

capitulo 24

En repetidas veces Helena intento moverse y salir corriendo, pero la figura la había hechizado. Al igual que su boca, sus pies estaban anclados al suelo. Ninguna extremidad le respondía. Intento forcejear un momento, pero el cansancio la invadió. Sintió que algo se soltaba y se pudo sentar. Pero enseguida algo la amarro y no se pudo volver a mover.

—Seguramente te preguntaras quien soy— Dijo la voz luego de varios incomodos minutos de silencio—Así que empezare por presentarme. Me llamo Ezra. Conozco a la perfección cada milímetro de este planeta, cada gota de agua del mar. Conozco el pasado y el presente de la tierra. Este es mi mundo, he vivido aquí tanto tiempo que nada de lo que pueda suceder podría sorprenderme. Hace mucho tiempo tuve la oportunidad de leer al mundo y claramente no la deje pasar- hizo una pausa para aclararse una garganta que no tenía— Es una escritura muy difícil de leer, un idioma mucho más antiguo que el griego o el Arameo. Pero tuve ayuda.

La figura del hombre se acercó a la niña y la apunto con dedos ramificados. Una luz naranja bajo por su brazo y se deslizo hasta la boca de Helena desatando los nudos invisibles. La niña se tocó la mandíbula adolorida y la masajeo para tratar de relajarla. Seguro dejaría un hematoma o como mínimo una hinchazón.

—¿Tienes idea de quien me ayudo? — Helena lo miro con infantil enojo— vamos no me mires así, el dolor se pasará pronto. Pero si no colaboras, la incertidumbre te matara.

La niña frunció aún más el ceño y siguió masajeando su cara con suaves mimos. No sabía de qué iba toda esa charla sin sentido por parte de la criatura, pero no iba darle mucha importancia. Estaba cansada, con mucho sueño y hambrienta. Las dilatadas pupilas reflejaban su cansancio.

—Contesta mi pregunta— la voz cambiaba según su humor. Cuando se molestaba su voz se asemejaba más al rugido de un león mecánico— es una orden.

—No, no lo sé— Helena escuchaba la molestia en la voz, pero el cansancio la estaba noqueando. Miro los dedos ramificados del hombre— ¿tu amigo el árbol?

La figura gruño, traqueteo y tomo a Helena de un brazo poniéndola en pie. No hablaba en broma. Su paciencia con los niños era muy escasa, en realidad lo era con cualquier ser viviente que no siguiera sus instrucciones a cabalidad.

—No— si hubiera tenido dientes los habría apretado— piensa un poco.

Como la niña guardo silencio Ezra prosiguió.

—Bien, te ayudare un poco. Quien me apoyo en descifrar el lenguaje del planeta me traiciono, me abandono. ¿Alguien te ha dejado últimamente? ¿alguien especial? o quizá ¿mágico?

Helena recordó instantáneamente a Ela. Pero se le hizo difícil creer que ella tuviera algo que ver con un ser malvado y grosero. Ela evitaba cualquier comportamiento indebido. No tenía motivo para colaborar con alguien que obviamente ejercía todas esas cosas.

—No te equivoques. No soy el malo—parecía que los seres incorpóreos podían leer la mente— ¿Que te hace creer que ella decía la verdad? solo te causo problemas, desde que apareció en tu vida has tenido muchos problemas ¿no es así?

—Mientes— pero no estaba segura de nada en realidad.

—¿Segura? ella me mintió a mí. Ella me llamo aquí. Por eso aparecí el otro día destruyendo cosas. Estaba enojado, enojado con ella. Trato de evitar que te engañe a ti también. Piénsalo.

Las palabras se esfumaron junto con la brisa que voló en dirección al sur. Helena se quedó confundida, más de lo que habría podido estar en toda su corta vida. No confiaba en Ezra, pero que Ela hubiese desaparecido sin decir nada luego de la llegada de este no ayudaba mucho a su criterio.

 




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