– No se arrepentirá, solo acepte y haremos lo que quiera.
– ¿Lo que Yo quiera o lo que Usted quiera? – le digo con sarcasmo e ignoro lo que dijo o su asquerosa presencia.
– Pues lo que los dos queramos, aunque no entiendo por qué usted no querría hacer algo conmigo – hace una mueca y luego sonríe "seductor".
– Si quieres que yo hable bien sobre tus dotes y buenas técnicas o tu duración tengo que disfrutar también. Es un ganar-ganar ¿o me equivoco? – le digo despectivamente y tomo mi trago de una –. Y, sin ofender, no eres mi tipo. – le digo sin tapujos. Olvidaba el motivo de haber dejado de venir aquí. Esta clase de personas está por todas partes. Lanzo un suspiro y antes de que pueda levantarme una mano me agarra la muñeca con fuerza y volteo a ver quién es –. ¿Ahora que quiere?
– Quiero que seas mi puta esta noche, ¿es tan difícil de entender? – escupe con rabia.
– Yo no quiero serlo, buenas noches – trato de soltarme pero el hombre aprieta cada vez más lastimándome –. Si no me suelta habrá consecuencias – le advierto bastante seria y enojada.
– ¡¿Qué?! ¿Acaso me golpearás con tus pequeñas manos? ¿O con tu pequeño bolso? – se ríe escandalosamente, atrayendo la atención de los otros clientes –. Deja de hacerte de rogar y solo ven conmigo, te aseguro que lo disfrutarás – siento como su asqueroso aliento choca contra mi cara y como con la misma mano de antes agarra mis dos muñecas. Trato de calmarme y soltarme pero su mano derecha en mi trasero es lo que logra sacarme de quicio. Con todas mis fuerzas le pateo en sus "partes nobles" y me suelto de su agarre. Le golpeo la parte trasera de las rodillas y cuando cae sobre éstas al suelo le rodeo el cuello con mi brazo. Copio la fuerza que el puso sobre mi muñeca y siento sus uñas sobre mi piel, arde pero solo aumento la fuerza y cuando no siento más lucha de su parte lo suelto. El ruido seco que hace su cuerpo cuando cae al piso de madera es satisfactorio. Sonrío por eso y me enderezo, caminando a la silla de antes.
Cuando volteo veo a todos en el lugar, estáticos, y lo único que noto son caras pálidas e incrédulas. Ignorándolos, agarro las fundas de mis armas, que estaban sobre la mesa del bar, y me los acomodo entre los brazos y otras en mi cintura y piernas, ocultándolas debajo de mi gabardina.
– ¡Señorita! ¡Eso no es suyo! – escucho que me gritan y hastiada busco al responsable del comentario. Al parecer es uno de los clientes del hombre, que sigue en el suelo, y lo miro aburrida. ¿Ahora qué?.
– ¿Y usted cómo sabe eso? – le increpo.
– Usted no puede andar con esas armas, no es de damas. Es demasiado peligroso.
– ¿Acaso hay alguna ley que me prohíba usar armas? No, entonces deje de molestarme – furiosa agarro mi largo abrigo y antes de que me lo pueda poner un vaso se rompe cerca de mi cabeza.
Miro incrédula al mismo hombre de antes y ya hastiada le devuelvo el tiro pero con una daga. No me importa si le di a alguien o no, simplemente quiero irme a mi maldita casa a descansar de estos imbéciles. Asi que con cara de disculpas miro al dueño del bar, que sí es un buen hombre, no como su hermano, y le pago.
Y, otra vez, interrumpen los demás energúmenos con gritos, servilletas, vasos, botellas, mesas, sillas o hasta levantando a personas en modo de protesta.
Sin entenderlo bien todo pasa tan rápido que no me doy cuenta y ya estoy en la espalda del que me gritó que no era una dama, golpeándolo en cualquier parte que esté a mi alcance, hasta que de repente abren la puerta del local. Por segunda vez el silencio invade el lugar y todos, incluida yo, nos quedamos quietos.
De todas las personas que hay en el mundo, en este maldito pueblo y en esta zona de mala muerte, ¿tuvo que aparecer el maldito príncipe de Feniks, Viktor Rose?. ¡¿Por qué me odian allá abajo?!.
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Editado: 30.05.2021