Vino Escarlata [en Pausa]

Cap. I

– No se arrepentirá, solo acepte y haremos lo que quiera. 

 

– ¿Lo que Yo quiera o lo que Usted quiera? – le digo con sarcasmo e ignoro lo que dijo o su asquerosa presencia. 

 

– Pues lo que los dos queramos, aunque no entiendo por qué usted no querría hacer algo conmigo – hace una mueca y luego sonríe "seductor". 

 

– Si quieres que yo hable bien sobre tus dotes y buenas técnicas o tu duración tengo que disfrutar también. Es un ganar-ganar ¿o me equivoco? – le digo despectivamente y tomo mi trago de una –. Y, sin ofender, no eres mi tipo. – le digo sin tapujos. Olvidaba el motivo de haber dejado de venir aquí. Esta clase de personas está por todas partes. Lanzo un suspiro y antes de que pueda levantarme una mano me agarra la muñeca con fuerza y volteo a ver quién es –. ¿Ahora que quiere?

 

– Quiero que seas mi puta esta noche, ¿es tan difícil de entender? – escupe con rabia. 

 

– Yo no quiero serlo, buenas noches – trato de soltarme pero el hombre aprieta cada vez más lastimándome –. Si no me suelta habrá consecuencias – le advierto bastante seria y enojada. 

 

– ¡¿Qué?! ¿Acaso me golpearás con tus pequeñas manos? ¿O con tu pequeño bolso? – se ríe escandalosamente, atrayendo la atención de los otros clientes –. Deja de hacerte de rogar y solo ven conmigo, te aseguro que lo disfrutarás – siento como su asqueroso aliento choca contra mi cara y como con la misma mano de antes agarra mis dos muñecas. Trato de calmarme y soltarme pero su mano derecha en mi trasero es lo que logra sacarme de quicio. Con todas mis fuerzas le pateo en sus "partes nobles" y me suelto de su agarre. Le golpeo la parte trasera de las rodillas y cuando cae sobre éstas al suelo le rodeo el cuello con mi brazo. Copio la fuerza que el puso sobre mi muñeca y siento sus uñas sobre mi piel, arde pero solo aumento la fuerza y cuando no siento más lucha de su parte lo suelto. El ruido seco que hace su cuerpo cuando cae al piso de madera es satisfactorio. Sonrío por eso y me enderezo, caminando a la silla de antes. 

 

Cuando volteo veo a todos en el lugar, estáticos, y lo único que noto son caras pálidas e incrédulas. Ignorándolos, agarro las fundas de mis armas, que estaban sobre la mesa del bar, y me los acomodo entre los brazos y otras en mi cintura y piernas, ocultándolas debajo de mi gabardina. 

 

– ¡Señorita! ¡Eso no es suyo! – escucho que me gritan y hastiada busco al responsable del comentario. Al parecer es uno de los clientes del hombre, que sigue en el suelo, y lo miro aburrida. ¿Ahora qué?. 

 

– ¿Y usted cómo sabe eso? – le increpo. 

 

– Usted no puede andar con esas armas, no es de damas. Es demasiado peligroso. 

 

– ¿Acaso hay alguna ley que me prohíba usar armas? No, entonces deje de molestarme – furiosa agarro mi largo abrigo y antes de que me lo pueda poner un vaso se rompe cerca de mi cabeza. 

Miro incrédula al mismo hombre de antes y ya hastiada le devuelvo el tiro pero con una daga. No me importa si le di a alguien o no, simplemente quiero irme a mi maldita casa a descansar de estos imbéciles. Asi que con cara de disculpas miro al dueño del bar, que sí es un buen hombre, no como su hermano, y le pago. 

Y, otra vez, interrumpen los demás energúmenos con gritos, servilletas, vasos, botellas, mesas, sillas o hasta levantando a personas en modo de protesta. 

Sin entenderlo bien todo pasa tan rápido que no me doy cuenta y ya estoy en la espalda del que me gritó que no era una dama, golpeándolo en cualquier parte que esté a mi alcance, hasta que de repente abren la puerta del local. Por segunda vez el silencio invade el lugar y todos, incluida yo, nos quedamos quietos. 

De todas las personas que hay en el mundo, en este maldito pueblo y en esta zona de mala muerte, ¿tuvo que aparecer el maldito príncipe de Feniks, Viktor Rose?. ¡¿Por qué me odian allá abajo?!. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.