Vino Púrpura

Prólogo

“¿Qué es malo? – Todo lo que proviene de la debilidad.”

 

F.W. Nietzsche, “El  Anticristo”

 

Mi historia comienza en septiembre del 2015 cuando tenía veintidós años, mi vida había cambiado por completo, mi madre fue diagnosticada con esquizofrenia debido a un reciente problema de depresión.

          Tres años después me encontraba en un país extraño del cual no tenía memoria ¿cuándo emigre? No podía recordarlo pero ahí estaba en un lugar de nombre Nueva York y al parecer trabajaba en una editorial independiente como editora para cualquiera parecería un gran final pero tan solo sería el principio de una anomalía en mi vida.

           Me gustaba hablar sola mientras pasaba la noche en el balcón del departamento donde vivía, solo sentada observando la luna. –si pudieras hablar ¿Qué me dirías? –musité al verla frente ante mí esa noche. Tal vez mis compañeros del trabajo tenían razón y estaba enloqueciendo, era una mujer sin memoria, sin gusto, sin placer, sin expresiones, creo que incluso sin emociones.

 

           Me encuentro siempre ahogada en una laguna mental, a veces es una locura pero una locura celestial donde puedo sentir cosas que nadie puede y también cosas que nunca había sentido, una emoción difícil de describir pero que podría considerarse una combinación entre la pasión y la calma, la lujuria y la santidad… ¿Acaso el pecado y el paraíso pueden ser uno solo? No lo sé pero aquí estoy entre eso que soy y aquello que muy en el fondo a veces, deseo ser.

          En ocasiones algunas personas aprenden a vivir a través de la muerte; es imposible que alguien lo admita pero dentro de nosotros habitan contrapartes, lo sé, menudo cliché psicológico aunque es así. Somos como la moneda, dos caras, una persona, somos nuestro yin del yang y viceversa. Lo cierto es que nadie es lo suficientemente bueno o malo, somos ambos. Yo la tuve a ella, un demonio encapsulado que aún después de todo, quizás no era tan mala. Antes de poder conocerla, protagonizaba mis sueños, ella era yo pero de una forma muy diferente, la idolatre por un tiempo por esa personalidad tan vivaz y aquel carácter que la salvaba de la maldad del resto.

 

            Pero no es lo que hay dentro de nosotros sino como coexistimos con ello. Y eso es lo difícil, poder convivir con el sabor tan amargo de un vino putrefacto carcomiendo nuestras entrañas. No obstante, también es un néctar vigorizante que te evapora con su edulcorante hasta el punto de mostrarte tu verdadero ser. Después de un trago llega el deseo insaciable de una resaca impronunciable, el mundo se te hace pequeño en esa copa. El día que al fin podría vivir sería también el día de mi fin. Pase mis días de resaca sobria y mi sobriedad con la peor resaca jamás pensada.

 

¡Maldita resaca!




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