“El hombre es un animal que negocia, ningún otro hace esto, ningún perro intercambia huesos con otro.”
Adam Smith, “Una Investigación Sobre La Naturaleza y Causas De Las Riquezas De Las Naciones.”
–Hola, Amanda –se escuchaba un mensaje de voz de un chico a través de la bocina de mi teléfono móvil. –deja de buscarnos, entiende para nosotros no existes. –culmino molesto.
¡Maldita resaca! ¡Maldita sea la existencia! Y ahora volvía a encontrarme sola ¡Maldito el café salado! Lo había endulzado con el sodio del recuerdo de Eliza, esa mañana solo pude caminar en lágrimas, no sabía que día era y tampoco me importaba, debía ir al trabajo pero había faltado sin avisar apenas me levante solo para ducharme y al salir contemplaba mi reflejo en el espejo del baño, habían vuelto los susurros muerte, nadie te quiere, no sirves, buena para nada. Y mientras me atormentaban aquellas voces en mi mente; la televisión se encendió sola, estaban pasando las noticias hablaban de Venezuela. Había una guerra, civiles contra civiles, civiles contra Estado, Estado contra civiles; un nefasto derramamiento de sangre pero luego de unos minutos se centraron en una familia, dos mujeres habían muerto por culpa de la pobreza y la reciente guerra, al parecer los más jóvenes habían emigrado y culpaban de la situación de esas mujeres a una joven adulta que había partido de ahí yace un breve tiempo.
–Amanda, déjanos –dijo como últimas palabras una de las mujeres que había perdido la vida en plena grabación –déjanos Amanda, déjanos. –decía hasta perder el aliento.
– ¿Se trataba de mí? –murmuré–. Debe tratarse de alguien más, no tengo porque preocuparme, no las conozco–agregue viendo como mi muñeca se abría con un filo invisible para luego adornarla con sangre de un flamante color púrpura junto con un fuerte dolor de cabeza, terminaron siendo la perfecta combinación para hacerme romper el espejo. Haciéndose pedazos frente a mí mostrándome del lado derecho una parte de mi reflejo totalmente diferente con el cabello y los ojos de negro, y los labios de un rojo carmesí, esa no era yo pero se parecía demasiado a mí. Huí de aquel reflejo pero me tropecé con el agua que se encontraba en la salida, ya en el suelo perdí la conciencia.
Al despertar me encontraba conmigo misma, estábamos entre cuatro paredes completamente blancas, me pareció que el golpe me había ocasionado alucinaciones. –Bienvenida –dijo sonriente–. ¿Quién eres? –Pregunte– ¿Dónde estoy? –Soy tú y esto es el camino a la oportunidad[1]. –Eso no es posible –exclame– ¿oportunidad de qué? –añadí.
– ¿Por qué? ¿Qué hay con eso de todo es posible hasta lo imposible[2]? Además tus cicatrices dicen lo contrario. –Explicó– lo siento, no puedo revelarte eso. Levanto mi blusa blanca acariciando mi abdomen con delicadeza; aquel acto me resulto incluso un poco placentero, un acto erótico que llamaba a la poesía solo que para mi desgracia por donde deslizaba sus finos dedos aparecían cicatrices.
– ¿Q-Qué? –tartamudee–. Nunca tuve estas marcas –grite– ¡que me has hecho!
Fueron palabras malditas las que se encontraban cicatrizadas en mi cuerpo semi desnudo.
–Deja de ser tan llorona –dijo molesta fumando un cigarrillo–. Por eso la gente no te soporta. – rió.
– ¡Eres el Diablo!
–Para ser alguien que no cree en religiones, crees demasiado en fantasías. – ¿Qué eres? –insistí. –Soy tú –sonrió cruelmente. –No. –me disguste. –El infierno se congelo la mañana que naciste. –Agrego– y vaya que das trabajo, de tantos eres la más difícil, si yo fuera como ustedes aceptaría cada oportunidad que se me presentara. – ¿Qué no eran fantasías? –Repliqué– ¿de que estas hablando? –insistía pero ella nunca me respondía nada que tratara que tuviera que ver con la oportunidad.
–Amanda, enamórate de tú yo interior. –dijo tomando mi mano.
– ¿Quién eres? –continúe molesta.
–Dime, Tessa. –añadió. –soy tú, tonta.
Seguido se nublo la imagen ante mis ojos ¡Maldita resaca! Esa mañana desperté maldiciendo con más fuerza después de haber pasado toda la noche en el suelo del baño. Me dirigí hacia el espejo para probarme a mí misma que solo se trataba de una pesadilla.
Efectivamente, lo fue. El espejo estaba completo como si nada hubiera sucedido aunque todo mi cuerpo dolía, sentía como golpes en él así que levante mi blusa para cerciorarme y ahí estaban esas malditas cicatrices muérete, perdedora, nadie te quiere. Termine solloza en cama sin ánimos de nada, temía por mi vida, le temía a alguien y era… a mí misma.
Pase la mañana completa en cama, cubierta por el cobertor de los pies hasta la cabeza, la impotencia me acompañaba junto con el recuerdo de la amiga que había perdido aquella noche de sábado. La radio se encendió por si sola enfilando todas mis canciones favoritas. Disfrute todo aunque un me acompañaba la tristeza, esboce un suspiro hasta vestir mis mejillas rojizas con hilos de lágrimas mientras mi cuerpo aun inmóvil seguía en cama, había olvidado todo aquello que hubiera sucedido con anterioridad.