Vino Y Miel (gay)

CAPÍTULO XXVI

—¿Qué pasa contigo? —Noah vio directamente el buffet de abogados y no quiso entrar—¿Te metiste en algún problema? —dijo para sí mismo. Llamó a Alex quien lo fue a ver a la puerta— ¿Para qué dijiste que viniera? —vio como agachaba la cabeza— Alex...

—Lamento no haberte contado —quiso tomar su mano, pero la retiró antes que algo ocurriera— ¿Puedo abrazarte? —negó con algo de duda— ¿Puedes abrazarme?

—¿Qué te pasa? —su voz se quebraba por la ansiedad.

—Entra, por favor —no tenía idea de qué decir para que no hubiera una reacción desfavorable.

—Primero dime a qué estoy entrando —negó—. Muévete y dímelo —ordenó con odio.

—Por favor, no sé cómo decirlo... —se quejó viéndolo a los ojos. La súplica en ellos hizo que el corazón del otro diera un brinco doloroso.

—¿Qué tengo que ver yo en esto?

—Lo que pasó con León —no supo que estaba diciendo. Soltaba ideas al aire esperando perder la vergüenza— Sus padres están aquí y quieren hablar con ambos

—... No... —tomó a Alex de un brazo y se lo llevó a un callejón— ¿Qué está pasando? ¿Por qué están aquí? ¿Cómo los conoces? ¿Por qué los conoces?

 

Mientras con la voz susurraba, su cuerpo tuvo una fuerza explosiva que lo hizo clavarle las uñas en los hombros. Lo hacía sentir mal, lo hacía sentir culpable. Justo cuando Noah sentía haber superado gran parte de ello, todo volvía con un golpe más fuerte. Hablar con los padres de León era algo que ya no quería hacer. Quería escapar. Quería huir, pero no lo hizo.

 

—Cálmate, Cálmate —intentó detenerlo, pero lo vio caer sobre sus rodillas— ¿Noah?

—¿Por qué? —estaba alterado. Perdió toda compostura, pero se negó a gritarle a Alex— ¿Por qué otra vez...? Estaba superando. Intentaba superarlo.

—Noah... —lo levantó al tomar sus brazos, se quitó la sudadera y se la puso con la capucha para cubrir su rostro— Ven aquí.

—Que... —unos labios sellaron su boca por completo haciendo que se perdiera en todos sus sentidos.

 

Se perdió en el olor a miel. Se perdió en el sabor a menta por alguna razón. Había un sentimiento hermoso en sus manos que ahora eran tomadas por Alex. Recuerdos de protegerlo lo invadieron. Supo que tenía que hacerlo para protegerlo. Lo amaba demasiado como para seguir siendo tan temeroso. Tanto que dejó de importarle si alguien pudiera verlos. Lo había salvado una vez, lo salvaría mil veces. Pasó sus brazos alrededor de su cuello y lo atrapó para que no se fuera nunca.

 

—¿Todo va a estar bien? —preguntó al separarse. Tomó su mano con mucha más fuerza.

—Todo va a estar bien —ver esos lindos ojos verdes llorosos frente suyo lo hizo perderse.

—¿Y si algo va mal?

—Voy a estar contigo.

—Yo voy a protegerte.

—Gracias —lo sostuvo de la cintura y lo besó—. Protégeme y déjame protegerte.

 

Esas pequeñas palabras le dieron la fuerza para seguir adelante. Tomó la mano de Alex y no se atrevió a soltarla. Aún con algo de miedo cubrió su rostro, pero no fue capaz de dejarlo ir de su lado.

El olor a madera del buffet corría por su nariz dejándolo mareado. El ruido de la gente, los autos, motocicletas y timbres, todo llegaba a los oídos de Noah para causarle de manera estrepitosa un dolor colateral. No quería entrar, ni quería pasar, no se quería mover, quería volver a casa y no despertar nunca jamás, pero se obligó a ser fuerte y hacerlo. En la puerta su valor se fundió.

No quería ver a la familia Bowells, se sentía culpable de lo que había pasado. No quería ver a la madre pues jamás tuvo el valor suficiente para volverla a contactar, mucho menos al padre pues no sabía cómo reaccionaría si supiera el secreto que tenía con León. Apretó con fuerza a Alex quien parecía tampoco estar demasiado seguro de sus acciones, en ese instante había pedido que nadie le dijera nada a Noah pues él se sentía el único que podría ayudar, solo que aún tenía ciertas dudas de lo que podría llegar a pasar.

Antes de entrar se miraron a los ojos. Aquellos ojos verdes brillaron de manera irregular, suplicaba ayuda, suplicaba su salvación y suplicaba poder salvarlo. Alex lo notaba, lo notó aún más cuando vio a la familia de los Bowells saludar al chico. La pareja de esposos se levantó y le estiró la mano, entre lágrimas, Noah la recibió. Se sentó en el sillón de la oficina, negando contacto con cualquier otra persona. El abogado lo llamó, se vio obligado a sentarse al lado izquierdo de Alex, entre él y la madre de León. Se quitó la capucha mientras intentaba calmarse.

Alex acercó su mano. De manera nerviosa Noah dudó dársela, pero al final lo hizo con el rostro rojo y su corazón latiendo a más no poder.

 

—¿Deseas algo de tomar antes de empezar? —Noah negó

—¿Para qué me llamaron? —el abogado sonrió

—¿No te lo dijo tu novio? —el ambiente se tensó cuando las miradas del hombre y del chico se conectaron.

—.... —todos lo quedaron viendo— Especifique a lo que se refiere—cubrió a Alex sin negar su relación.

—No es tan fácil, señor Freeman.

—Entonces diga las cosas rápido, señor Müller —chasqueo los dientes al sentir la mirada depresiva de Alex. Su método de defensa a través de la agresividad salió.

—Debe saber bastante del caso de León Bowells, su expareja.

 

Por alguna razón se estaban peleando. Ambos sacaron a relucir un carácter muy fuerte y no les gustaba ser contradichos por nadie. Si alguien se atrevía a hacerlo, terminaba mal, como ahora. Los ojos verdes y los ojos cafés de Noah y de Müller respectivamente no podían separarse. Estaban enojados por lo superior que se creía el otro. No se iban a dejar del otro.

 

—También debe saber lo que le está ocurriendo algo parecido al señor Allamand —no sabía nada, eso lo asustó.

—Lo lamento —susurró el susodicho.

—Los padres del señor Bowells hoy vinieron a firmar un compromiso en el que se los puede tomar como testigos en contra de su padre, así también queríamos saber si usted está dispuesto a participar en calidad de testigo con el mismo propósito —intentó parecer fuerte, pero no lo logró, sintió como varias lágrimas cayeron por su rostro. Se levantó y salió.



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En el texto hay: romance, gay, amor lgbt

Editado: 29.12.2022

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