Vino Y Miel (gay)

CAPÍTULO XXIX

—¿Alexander Allamand? —lo llamó el bar tender

—¿Qué quieres? —suspiró

—No pensé que volveríamos a vernos.

—Yo tampoco lo pensé, Héctor.

—¿El príncipe está enojado? —se acercó y le sirvió un whisky— ¿Te acuerdas cuando nos escapábamos por las noches?

—Cállate —lo vio acariciar el vaso con su dedo.

—Cuando quieras podemos pasar juntos nuevamente —alguien le cubrió los ojos por detrás—. Mierda, lo lamento, no sabía qué venías acompañado —una mujer se reía con dulzura por detrás.

—Hola, cariño —saludó mientras acariciaba el cuello de Alex y descubría su mirada— ¿Héctor te está molestando?

—No estoy haciendo nada, Nía —le sirvió un tequila.

—Gracias —se sentó Diana en la silla, acomodó su minifalda, sus medias largas, su top y su chaqueta— ¿Qué haces aquí? Pensé que dejaste este mundo.

—¿Qué haces tú aquí? —ignoró el comentario extra. Su cabeza dolía y estaba estresado, pero ver una cara familiar como la de ella lo reconfortaba.

—Vengo siempre que quiero divertirme —miró a su alrededor—. Pero sigue muy temprano para eso.

—Claro, son casi las cinco —el bar tender se quejó.

—¿Y Noah? —puso sus piernas encima del chico.

—Nos peleamos —la escucho reír.

—Eso es extraño, eres de esas personas que casi no pelean —él la vio y asintió—. Además, siempre lo arreglas lo más pronto posible ¿Quieres hablar de eso? —negó— ¿Seguro? —asintió

—Solo quiero beber —agarró su whisky y se lo acabó—. Beber y beber.

—Eres tan aburrido a veces —lo hizo reír.

—No hemos hablado en un largo tiempo —Diana se sintió incómoda.

—Pensé que no querrías verme después de la última vez que intenté besarte y.… aquel problema con July... —frotó su nuca— Creo que empeoró nuestra relación.

—No es cierto —la vio beber tres shots de tequila en tres segundos—. Ves, extrañaba a una de mis mejores amigas —le acarició la cabeza.

—Hey, hey, hey... —lo apartó suavemente— No me interesaba robarte de Amanda, pero Noah me cae bastante bien.

—¿Sí? —la sonrisa del chico se apagó.

—Noah parece quererte en verdad —giró la cabeza a pedir más—. Además, ya me gané suficientes problemas la última vez.

—¿A qué te refieres con eso?

—¿No te das cuenta? —negó— Yo soy la puta de la universidad por haber intentado besarte... —parecía querer llorar— Hasta estoy peor vista que Amanda cuando la encontraron en los baños —miró a la nada con dolor—. Todas las personas que ahora conozco intentan tener sexo conmigo porque piensan que soy fácil —chasqueo los dientes—. Al menos me divierto cuando cedo ante algunos.

—Pero tú nunca niegas los rumores… “Diosa del sexo” —marcó comillas.

—¡Lo soy! ¡Eso no es un rumor! —sonrió ilusionada— ¡Esa es una verdad! —hizo un pequeño puchero entre risas para no deprimirse.

—No lo sé, nunca nos hemos acostado —pidió otra bebida. Estaba yendo demasiado rápido. La chica lo vio con la intención de cuidarlo en su borrachera.

—Bueno, creo que eso no se va a poder tampoco —la miró—. Amas a Noah ¿cierto? —lo vio agachar su cabeza— Por más que lo intentemos ahora, no vas a dejar de pensar en él. No me quejaría, tiene un buen trasero.

—Deja de nombrarlo —se sentía lamentable por haberlo ignorado ese día.

—Lo lamento —solo quería hacerlo reír.

—Diana... —ella le cubrió rápidamente la boca.

—Nía —asintió.

—Nía... ¿Quieres quedarte bebiendo conmigo?

—Claro, pero no aquí, este lugar está muy apagado —además solían ir varias personas que buscaban una aventura de una noche. Dejar que Alex se quedara ahí podría arruinarlo.

—Por Dios —pronunció Héctor—. Es martes, claro que va a estar así —vio a la mujer con sensualidad.

—Voy al bar que está por aquí cerca, llámame si quieres pasar la noche —Diana se levantó y le acarició la quijada.

—¿No eras gay? —preguntó Alex.

—Claro que no. Solo me gusta hacerlo a veces —se sonrojó y volvió a su trabajo.

—¿Hay otro bar cerca? —Diana asintió

—Es uno nuevo.

—Ya no sé si quiero ir —pensó que sería mejor ir a casa a hablar, luego rectificó. Sabía que no estaba listo para hablar—. Quiero ir a divertirme antes de eso.

—Entonces, toma mi mano —le estiró el brazo en una linda señal de amistad—. Vamos a divertirnos.

 

Lo primero que hicieron fue guardar la moto de Alex. Entre caminatas mareadas caminaron por la ciudad mientras se ponían al día. Su primera parada fue un arcade en el que hicieron una competencia a ver quién ganaba más juegos. Parecían una pareja cuando todo lo que ganaban se lo daban al otro. Tenían premios por igual, varias personas se acumulaban a sus alrededores para ver en lo que iba a terminar.

Jugaron a golpear al topo, terminaron en un empate. Prosiguieron a jugar juegos de zombis, Alex ganó por cien puntos. Dieron revancha en un juego de carreras, allí Diana ganó por quinientos puntos. Mientras se molestaban en ver quien era el mejor, apostaron qué sería el premio del ganador. Todo quedó en que el perdedor pagaría la ronda de tragos.

Empezó su último juego, la batalla de baile fue bastante llamativa en medio del arcade.

 

—Oye, Nía. —preguntó Alex—. Parece que mucha gente te conoce.

—Si, bueno, yo solo... —se puso nerviosa.

—Ella salvó el arcade —habló un tipo cualquiera

—¡Qué mentira! —gritó rápidamente mientras se ponía roja. Había donado una gran cantidad de dinero para salvar el lugar.

—¡Te amo, Diana! —gritó una chica.

—¡Yo a ti! —regresó a verla y la saludó.

—Eres popular... Ni siquiera en la universidad es así —ella intentó ocultar su suspiró y depresión en pocos segundos.

—¡Vamos, vamos! ¡Qué voy a ganar! —le dio su chaqueta a un chico que estaba cerca.

—¿Está bien que lo hagas con esa minifalda? —asintió

—¿Qué? ¿Te desconcentran mis piernas? ¿La levanto un poco más para tener ventaja? —echó a reír.



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En el texto hay: romance, gay, amor lgbt

Editado: 29.12.2022

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