Virginia

PREFACIO

Me levanté de la cama muy cansada, la noche anterior limpié la baba de Jack, mi perro, viejo, con canas y demasiado gordo. Luché con la migraña y antes de dormir me tomé una de esas pastillas que generan sueño.

Mis pies descalzos tocaron el suelo y un frío erizante recorrió todo mi cuerpo. La pequeña luz que ingresó por mi ventana fue suficiente para darme cuenta de que aún no terminaba el invierno, solté un pequeño suspiro y contemplé mi aliento que se mezclaba con el aire. Me impulsé con ambas manos para ponerme de pie, até en un pequeño moño mi melena castaña y mi día laborar daba inicio.

Luego de hacer mi cama, me dirigí hacia el tocador, miré mis hermosas y radiantes ojeras, quién rayos ama las ojeras. Todo era culpa de Jack. Al cepillar mis dientes pasé a tomar un rápido baño en la ducha, la espuma y el agua caliente de la bañera podía esperar.

Caminé por la casa vacía hasta la cocina, era una joven independiente a sus apenas veinticuatro años, vivir con mis hermanas era algo que definitivamente debía evitar, su odio hacia mí creció mucho más desde que esa mujer que dice ser mi madre enfermó. Me serví café y mordisqueé la manzana que había en la mesa. Luego, aun con la bata de baño pasé a vestirme. Odiaba mi uniforme de trabajo, una falda que no pasa de mis rodillas y una blusa blanca acompañada con una corbata azul.

La empresa en donde trabajaba era muy estricta con respecto al uniforme, no podías ni llevar un abrigo dentro del gran edificio. Se suponía que luego del trabajo tendría que viajar a la ciudad donde mi supuesta madre y hermanas vivían, todo debido a que mi madre tendría una operación riesgosa para extirparle aquel tumor maligno que siempre fue comparado conmigo.

Salí de mi casa ajustándome los tacones y sin antes despedirme de Jack, lo traje conmigo el día que decidí abandonar la casa de mi madre. Él aún movía su canosa cola al verme, lo hizo por primera vez cuando lo vi en esa tienda de mascotas cuando aún era un bebé; y al parecer es la única criatura en el mundo que siente amor por mí.

Mi padre murió cuando apenas tenía catorce años, el día que traje a Jack, la celebración por el nuevo integrante de mi familia terminó al recibir una llamada de la fábrica en donde trabajaba mi papá; dijeron que cayó desde un octavo piso y que fue por negligencia suya. Nunca más volví a ser la misma, mi padre era el único que no me culpaba de la muerte de mi hermana, el resto de mi familia si lo hacía. Entendí que Jack era lo único que me quedaba en la vida y que cuando lo pierda mi vida no sería nada.

Al subir a mi coche me percaté que llevaba cinco minutos de retraso y vencer al tráfico a esta hora de la mañana sería imposible en medio de esta ciudad. San Pablo era una ciudad confortable y la elegí para el resto de mi vida porque estaba más lejos de mi antigua casa. Minnesota siempre fue mi nido, mi escondite del mundo y tenía muy en claro que no era una persona especial para el mundo. Aquel mundo hostil que luego de perder a mi padre me golpeó contra la marea muchas veces.

Golpeé la bocina varias veces al ver que el auto delante mío no avanzaba, tomé mi cabeza ya cansada y miré el reloj que llevaba en mis manos: 8:52 a.m. y yo seguía varada en medio de la ciudad, mi ingreso al trabajo era a las nueve de la mañana y ya no tenía tiempo. Por qué hoy me tenía que pasar eso, tenía unos diseños por presentar y no tenía tiempo.

Al llegar a la empresa, saqué los diseños que tenía en la parte trasera del coche y corrí lo más rápido posible, sentía que la falda se iba subiendo más y más. Ingresé por un milagro al ascensor y respiré agotada. No tenía amigos por ningún lado, la gente dice que tener amigos te hace bien, que te conforta; sin embargo, la desconfianza que le tengo al mundo entero me lo impide. En la Universidad no tenía tiempo para hacer amigos, los trabajos a doble turno y las tareas no me permitieron nada.

Recuerdo que una vez, cuando era pequeña, disipé una criatura en el jardín de la casa de mi madre, era parecido a un oso gigante, pero tenía unos ojos rojo carmesí y su melena parecía estar empapada de grasa. La criatura hizo contacto con mis ojos e intento acercarse hacia donde estaba, yo estaba quieta del miedo y no pronuncié ni un solo grito. Aquella criatura vino a mi casa días antes de la muerte de mi hermana gemela.

Al llegar al piso donde se suponía que presentaría mis nuevos diseños, el jefe de la empresa George me dio una de esas miradas que te congelan rápidamente. Cerré la puerta suponiendo que ya estaba despedida y la voz ronca del jefe resonó en mis oídos.

                —Señorita Cooper, qué espera —miré el interior del estudio y se encontraban en una reunión, claramente esperando mis diseños.

                —Si, señor George —me incliné hacia delante haciendo la reverencia obligatoria.

—Vamos comience —ordenó posando su mano en el mentón.

—La compañía VisionG ha organizado una selección importante que se dará a conocer el primer domingo del siguiente mes —explicaba y mis nervios comenzaban a surgir —realizamos diversos diseños y luego de una extensiva revisión logramos destacar los siguientes —presenté las diapositivas y el señor George miraba mi trabajo con bastante cuidado.

—Gracias, puede retirarse —habló luego de terminar con las fotografía, de seguro no le gustó para nada.

Lo peor que te puede pasar en la vida es desperdiciarla; yo disfrutaba de mi labor en esta empresa, pero odiaba al jefe y sus comentarios arrogantes como: lo hiciste como siempre, combina esos fideos con queso (lema que le encantaba mencionar cuando alguien no hacía bien su trabajo) y será mejor que limpies los baños. Aunque ciertamente el señor George era un tipo oculto, siempre lo vi de esa manera, no era un tipo popular ni nada de eso; era el jefe solo de mi rango de diseño, a pesar de ello, el director general de la empresa era muy buen amigo del señor George.




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