Virginia

CAPÍTULO I

Mi cuerpo sentía el frío de aquella ventana, no sabía dónde estaba, quizá todo había sido un sueño y la luz proveniente de aquella ventana era en realidad la luz que emanaba todos los días en mi recamara. Para comprobar mi hipótesis, levanté el brazo con mucho cuidado, la camisa blanca que llevaba ayer ahora tenía un tono más celeste, supuse que me había vestido antes de dormir.

Noté que mi cuerpo estaba intacto, no sentía dolor y todas mis articulaciones estaban iguales o mejores a cómo estaban anteriormente. Tal vez todo había sido un sueño, ¿podía ser eso?, giré la mirada hacia el alrededor, no era mi habitación, las paredes estaban todas pintadas de blanco y el olor a medicina me era nauseabundo; estaba yo en un hospital.

Las imágenes de ayer se mostraron en mi cerebro como una película de terror, la criatura que estaba en medio de la carretera, mi coche que no le provocó ni un rasguño, me llevó al bosque, me causó muchas heridas y finalmente me mató... Mi cuerpo tomó más conciencia de donde estaba, intenté ponerme en pie, pero una aguja punzante latía en mi brazo, me estaban dando sangre de alguien más por ese pequeño tubo. Escuché muy cerca la murmuración de unas enfermeras, estaban echando a suerte quién iría a verme, escuché eso desde muy lejos, pero parecía que me lo decían al oído.

Una de ellas bufó antes de ingresar, era una joven enfermera de pies pequeños, alzó la mirada sin ganas y al verme con los ojos bien abiertos juro que casi se desmayó. Gritó el nombre de la otra enfermera y esta vino corriendo; al verme se quedó muda y luego su cuerpo comenzó a ponerse quieto como si fuera a protegerse de algo.

—Ayer la dimos por muerta —susurró la enfermera que me vio primero.

—Llama al doctor —soltó lentamente la otra enfermera, parecía que nunca esperaron algo así.

Pero qué pasaba con ellas, había despertado, debieron acudir a una revisión o verificar si estaba del todo bien ¿Realmente estaban tan sorprendidas? ¿Lo hacían para asustarme? Mientras contemplaba la reacción de aquellas enfermeras no parpadeé, los ojos no me dolían ni nada por el estilo, aunque sinceramente no lo había notado fue por la llegada de aquel doctor que mis ojos se cerraron y comprendí que no había estado parpadeando.

—¿Cómo ha estado? —el doctor se refirió a las enfermeras.

—Doctor, pensé en quitarle la transfusión sanguínea al ver que no le hacía efecto. Pero como ve, hoy por fin despertó.

El comentario de aquella enfermera me enfureció, hablaba de mí como si no estuviera allí. Mis ojos se dirigieron al doctor que rápidamente pasó a revisar mis condiciones vitales. Con una pequeña lucecita revisó mis ojos y su piel cálida emanaba un calor único, estaba yo tan fría que podía saborear el calor de otro cuerpo. Revisó algunas cosas más y al dar por terminado, esperó a que yo dijera algo.

Las enfermeras estaban inquietas al parecer también querían saber. De seguro habían creado todo un cuento de lo que me había pasado, no era común encontrase a una chica sola, medio muerta en medio de un bosque tenebroso ¿O si? La mejor mentira que habrían creado sería que me encontraron en aquel bosque, casi sin ropa y dedujeron que alguien había cometido un intento de feminicidio, esa mentira era suficiente para calmar a la prensa. Pero, por qué hablaban de mí como si hubiese estado días en coma, apenas había pasado una noche, no eran mil años.

—Señorita, ¿recuerda usted algo? — el doctor se puso de pie un poco inquieto.

—Sí, ayer conducía por la carretera cuando . . . —antes de que terminará el doctor me interrumpió.

—¿Ayer? —su pregunta fue algo cínica, macabra, me miró como si yo estuviera loca y dejó que continuará.

—Si, ayer. A mitad de la noche, en medio de la carretera se apareció un —detuve mis palabras, si decía la verdad a esta gente, frente a esas enfermeras y con el poco tiempo que tenía de haber despertado, no creí correcto ni mucho menos creíble lo que iba a decir —, animal —continué y cambié un poco la historia —. Bajé a ver cómo estaba y este me persiguió hasta el medio del bosque, al parecer era un lobo, me atacó muchas veces, pero con ayuda de un palo pude liberarme; es lo único que recuerdo.

Aquel médico puso cara de no creerme, pero luego se preocupó ¿Había mentido bien? Tomó su mentón con una mano y me indagó el rostro.

—Han pasado quince días desde que un cazador te encontró en el bosque, no sabemos nada de ti; queríamos esperar a tus familiares, pero nadie preguntó por ti —informó el doctor. ¿Quince días? Esto debía ser una broma.

—No, como … —tomé aliento pero pareció que ni siquiera llegó a inundar mis pulmones — ¿Nadie preguntó?

Estaba segura de que mis hermanas me odiaban, pero porqué no se preocuparon por dónde estaba, eran mis hermanas después de todo. Miré al doctor con total desconcierto y luego me agarré la cabeza para intentar procesar esa información. Las enfermeras salieron sin avisar y me quedé a solas con aquel médico. Luego de unos segundos de silencio recordé a Jack. Si es que habían pasado los quince días que dijeron, Jack debió de permanecer todo este tiempo en esa veterinaria y de seguro que el veterinario estará pensando que lo dejé allí, solo y sin pagarle el servicio completo. Intenté ponerme en pie, pero el médico me detuvo; no me sentía mal por el contrario yo estaba bien, solo quería salir de aquel apestoso lugar.

Los hospitales nunca fueron lugares tranquilos para mí, cuando mi madre enfermó todo el mundo se nos vino encima, ella era nuestro único sustento económico, para los estudios, comida y casi todo. Mis hermanas tuvieron que trabajar a doble turno ya que cumplían la edad requerida, sin embargo yo apenas tenía doce años y no estaba en condiciones para trabajar; mi deber era permanecer en el hospital las veinticuatro horas del día. Cuando mamá sufría dolores insoportables me corría de la sala y luego me insultaba. Decía que yo era culpable de su tumor que mejor hubiera sido quedarse con mi hermana gemela.




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