—No tienes que decirme nada, con que sea tu amigo; me basta y sobra porque lo único que quiero es estar contigo y divertirnos —fue lo último que le dijo. No hubo respuesta de ella y Daniel entendió que no lograría nada y se fue muy triste al saber que nunca iba a lograr convencerla. Para Andrea, era algo de golpe toda esa confesión y más se sentía mal al ser observada por casi todos en el lugar. Daniel se fue con la tristeza de saber que nada de lo que hizo o dijo, iba a convencer a ella de que él había cambiado.
No obstante, cuando estaba en su casillero lamentándose todo, escuchó el grito de la mujer que ama llamándolo. Y su corazón se aceleró al saber que era verdad que ella lo buscaba.
—Andrea —fue lo único que habló porque ya no le dio tiempo decir nada más cuando notó que ella lo estaba besando. Por fin podía probar sus labios y eran tan maravillosos. Sonrió en medio del beso, la tomó de la cintura y le siguió el beso. Por fin podía sentir lo que tanto deseaba desde que la conoció, pero con la diferencia de que esta vez la quería en su vida para siempre y que jamás quería alejarse de ella porque la comenzó a amar como nunca había amado a nadie.
A partir de ese momento, él le enseñó cada día a la mujer de su vida que ella era lo más sagrado de su ser; la que más adoraba en este mundo y la que más deseaba que fuera parte de su vida. A Andrea la trató como una reina y tuvieron una larga relación. Ganaron enemigos, pero a ambos no le importaba, ellos eran felices. Ella se sentía querida, respetada y tranquila con Daniel porque cada día le demostraba que valía la pena.
Daniel trató a las mujeres como joyas preciosas y no dejó que ningún idiota las lastimase; más a las que quería mucho, su madre, sus hermanas y a su novia. Parque el conoció lo que es ser Versión Mujer