Vista al mar

Capítulo 15. Flashback.

Un mes atrás: En el hospital (Luego del rescate a Micaela).

Continúe leyendo, no parecía nada fuera de lo normal, hasta que me encontré con esa parte de la hoja que decía:

―“Se ha detectado en el paciente cáncer de pulmón de células pequeñas …” ―Mis ojos despedían lágrimas de tristeza incontenibles. Dejé la hoja en la mesita de al lado, cerré los ojos, intentando volver a despertar del sueño. Los volví a abrir, y seguía en el mismo lugar, con la enfermera con la cabeza gacha, como si fuese ella la culpable.

―Lo siento mucho, señor.

―¿Cuánto?

―Ya viene el doctor a hablar con usted. Debe tranquilizarse ―Se retiró de la habitación, dejando en mí desconcierto.

No me podía estar pasando esto, no lo merecía en absoluto. Me senté en la cama, llorando por lo que estaba sucediendo.

Me sequé las lágrimas rápido porque Juan llegaría en cualquier momento. No podía saber lo que estaba pasando, a lo mejor fue un error, y no podría dejar que mi madre se entristezca por mi culpa.

Alguien abrió la puerta, deseaba que mi primero sea Juan y no el doctor.

―Ya vine. No encontraba el agua por ningún lado, ¿lo puedes creer en un hospital? ―dijo entrando con el vaso de agua en la mano―. ¿Y? ¿Qué te dijeron en los estudios? De seguro ya estas bien, eres una maquina.

Levanté la cabeza y lo miré. Sonreí levemente a lo que dijo disimulando mi tristeza.

―Ya están sanado las heridas de los disparos. Vete a casa amigo, estoy mejor que nunca.

―¿Estas seguro?

Asentí con la cabeza y después se fue. Al rato llegó el doctor.

―Perdón por la tardanza ―dijo―, estaba con otro paciente. Bien, a ver, señor Villareal. Es complicada su situación.

―¿Cuánto tiempo me queda, doctor? ―Ya ni siquiera me quedaba fuerza en la voz, estaba destrozado física y emocionalmente.

―Con tratamientos y muchos cuidados quizá…

Sus palabras decían una cosa y su cara otra. Así que volví a preguntar.

―¿Cuánto? Sea sincero.

―Es un cáncer terminal ―Sentí como las pocas esperanzas que tenia se apagaron al instante al escucharlo decir eso―, el tumor ya se ha propagado por los pulmones. No tiene cura, señor Villareal, lo sentimos mucho.

No podía contener las lágrimas. Quería ser fuerte, pero me sentía mas débil que nunca. Todo el cuerpo me temblaba y sentía el fuerte dolor en el pecho, alojado en los pulmones.

Y pensar que no podría ver a Alma nunca más, para siempre, me rompía el corazón. Que mi madre sufriría mi muerte, me hería. Nunca me había importado tanto mi vida, pero pensar en los dos amores de mi vida, en cierto modo, me revivía y me daba ganas de seguir viviendo.

El doctor se acercó hasta mí.

―¿Cuántos cigarrillos fuma al día? Esta especie de cáncer se da en los fumadores pasivos. ―Colocó las manos en su bolsillo―. ¿Cuántos? ¿Más de cinco?

Lo miré avergonzado sabiendo cual sería mi respuesta.

―No los cuento, pero… alrededor de 20 al día, quizá más.

―Desde que se levanta, ¿Cuánto tiempo pasa para poder fumar el primer cigarrillo del día?

―¿De verdad haremos esto, doctor?

―Solo quiero hacerle entender lo mal que le hizo el tabaco toda su vida. Vamos, dígalo.

―Apenas me levanto, no pasa mucho tiempo desde que empiezo a fumar.

―Señor, lamento decírselo, pero usted es adicto al tabaco.

Asentí con la cabeza, porque lo sabía, era consciente de eso. Y a pesar de ser consciente nunca lo había dejado, ni siquiera lo intenté, y ahora estaba cosechando los frutos de mis errores.

―No solo el humo del cigarrillo infiere en que se de esta enfermedad ―dijo el doctor―, ¿sabe de algún familiar que la haya padecido?

―Sí ―suspiré―, mi padre ha muerto por el cáncer cuando yo era chico. Al parecer seguiré su camino.

―Lo siento mucho. A pesar de que es diagnosticado como un cáncer terminal, hay tratamientos que pueden ayudar a mejorar su vida y alargarla un poco más, y así, hacer que el tumor no se expanda al cerebro o los huesos. Podemos aplicar en usted quimioterapia, radioterapia y algunos otros medicamentos.

―¿Sabe que soy policía no? Con el sueldo que tengo no me sobra el dinero, ¿Cuánto invertiré en los tratamientos? Si usted mismo dijo que no servirán de nada.

Estoy seguro que el doctor, en el fondo, sabía que tenía razón; que por más tratamiento o medicina que me dieran, nada cambiaria mi estado de salud. Lo único que me quedaba por hacer era terminar de vivir esos ¿Años? Sería muy optimista pensar en vivir tanto, a lo sumo viviría un año, quizá algunos meses menos. ¿Y que si no dejaba el cigarrillo? ¿Si no me guardaba en cama? ¿De verdad vivir mis últimos meses postrados en una cama? Pensé en terminar con la locura del caso de Alma, hasta que supiera que, por fin, ella y su familia, estuvieran alejados del peligro, y recién ahí, retirarme de la policía. Decirle las cosas a mi madre ahora sería hacerla sufrir demasiado, lo mejor era pasar más tiempo con ella hasta encontrar el momento para decírselo, no seria fácil. de a poco tendría que ir aceptando que me estaba muriendo, que quizá muera siendo infeliz, pero sabiendo que amé tanto a una persona, que dejé que fuera feliz con otra.

―Bueno ―dije, ya resignado, y tratando de aceptar lo que me estaba pasando―, pensaré en que hacer.

―Esperar un milagro ―respondió el doctor.

―¿Un milagro?

―¿Crees en Dios?

―No.

―Deberías empezar a hacerlo.

Presente: En casa

―Eso del cigarrillo te está haciendo muy mal.

―Lo sé… ―miré al vacío oscuro de la habitación― lo sé ―suspiré―, soy un caso perdido.

Luego de que se fue, empecé a toser, y esta vez, fue con sangre.

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En el texto hay: misterio, amor, suspenso

Editado: 28.05.2022

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