Vista al mar

Capítulo 21. Otra vez en el hospital.

Estábamos los dos sentados en un banco de la plaza a la que me llevaba siempre a jugar. Vimos pasar por enfrente de nosotros una pareja joven, agarrados de la mano.

―Mami, ¿algún día tendré una novia?

Ella rio, incluso se había sonrojado por la pregunta.

―Hijo, solo tienes cinco años, eres un bebé, mi bebé ―contestó con ternura. Me abrazó, me alzó encima suyo y me arropó junto a su pecho―. Algún día si, conocerás a una chica hermosa, que te sepa cuidar y este a tu lado siempre. La amaras, y ella te amará, como nos amamos tu padre y yo. Serán muy felices y tendrán un hijo muy bonito como tú.

―¿Un hijo? ¿Cómo se hace eso?

Ella volvió a reír, el brillo en sus osos me hacía sentir seguro, amado.

―Un niño. Tendrás tu propia familia y una mujer que te cuidará cuando yo ya no esté.

―¿Cuándo no estés? Mami, no me abandones.

―Llegará un día en el que ya no me veras ni me escucharas, cielito, pero nunca te abandonaré, siempre estaré contigo, me sentirás contigo, porque a las personas a las que se las ama no se las olvida, se las lleva aquí ―Puso su mano en mi pecho, del lado izquierdo―, en el corazón.

Estaba llorando, la abracé fuerte, ella hizo lo mismo.

―Mami, no quiero que te vayas, no te vayas, no te vayas, por favor…

Desperté del sueño con la cara empapada con el llanto. Había estado llorando dormido.

―No te vayas… ―susurré, y recordé que lo había hecho, eso me partió el corazón más todavía―, por favor.

«Se fue, Mateo, para siempre. Te la arrebataron de tu lado», me dije a mi mismo.

―¡Despertó, Ana! Llama a la enfermera.

Aún estaba recuperando la conciencia. Me di cuenta que estaba en una habitación de un hospital. Había una ventana que daba justo a las montañas, con la nieve cayendo. Pero la vista más linda la tenía al lado mío, Alma estaba ahí. Estaba diciéndome algo, pero no le entendía, no sabía si porque concentrado en su hermosura o se debía a que aún estaba algo mareado.

―Mateo, ¿me escuchas? ―dijo.

―Eso creo, ¿Qué me decías?

―¿Cómo te sientes? Estas vivo, que alegría ―Me agarró la mano y le dio un beso.

―¿Estabas llorando? ―Sonreí―, al parecer soy importante para ti.

―Claro que lo eres. Temía que ya no…

―¿Despertara? Algún día ya no lo haré.

De todas maneras, no me sentía mal. El dolor del pecho había cesado, ¿me habrían dado medicamentos? Solo sentía una molestia atrás de la cabeza. No recordaba bien que fue lo que pasó, ni por qué estaba en el hospital, ¿Será otro sueño?

Enseguida llego Anita con la enfermera. Me preguntó cómo estaba y me tomó la presión. Me explicó que estuve dormido por 2 días.

―Le hicimos unos estudios mientras estaba inconsciente. El doctor tiene que atender a otros pacientes y viene a darles los resultados.

Llegó el doctor, con cara inexpresiva y en sus manos algunos papeles

―Mucho gusto, señor Villareal. Yo soy el doctor Cisneros ―dijo―. Por lo que veo ha despertado, es un buen comienzo.

―¿Podría no haberlo hecho? ¿Cuánto tiempo me queda?

―En el hospital, un día a más tardar.

―No, me refiero al cáncer.

―¿Cuál cáncer?

―Me diagnosticaron hace un mes cáncer de pulmón de células pequeñas. Terminal. Me estoy muriendo.

El doctor se puso los lentes que tenía guardado en uno de los bolsillos. Ninguno de los tres entendía nada.

―Sabe, las señoritas Ana y Alma me dijeron lo mismo, ese fue el motivo de que le hayamos hecho diversos estudios para ver cuál era su estado actual. También me han contado que últimamente ha tenido toces más fuertes de lo normal, incluso una vez con sangre y que tiene con frecuencia dolores en el pecho; así como también que fuma alrededor de 20 cigarrillos al día, un promedio de 600 por mes. ¿Ha escuchado bien? 600 por mes, 7200 al año desde que es un adolescente ¿estoy en lo cierto? ―Asentí―, y con esa cantidad de tabaco que fuma, ¿Qué espera, tener el cuerpo de La Roca y los pulmones Usain Bolt? Lo único realmente importante que tiene es una adicción, y por suerte eso no ha derivado en ningún cáncer, pero lo más probable es que en un futuro lo haga. Según tengo entendido su padre falleció de cáncer. Si usted no lo tiene es porque está jugando con el destino y por ahora va ganando la partida.

―Pero… ―No sabía qué exactamente decir, todo lo que me habían diagnosticado en Buenos Aires… Y ahora este médico decía que no tengo nada. Algo andaba mal―, He estado muy mal este último tiempo, en estado crítico.

―Haber, señor. Hace un mes aproximadamente recibió dos disparos. Fuma hasta por los codos. Tiene una vida de policía que suele ser muy agotadora. Su madre ha fallecido hace unos días. Y como si fuera poco, no recibe ayuda profesional. He visto que esas heridas no se han cerrado del todo, están como si hubiesen sido abiertas hace poco, y yo no creo que usted se haya quedado haciendo reposo en su casa tranquilo. La gota que rebalsó el vaso fue que usted, estando en su cabaña, resbaló y se golpeó la cabeza contra la punta del retrete. Sus amigas lo encontraron en un charco de sangre. Y… la verdad si, está vivo de milagro; pocos hubiesen resistido a todo lo que pasó en tan poco tiempo.

―¡Que alegría! Gracias al cielo. Estarás bien. ―Alma me abrazó, y luego Anita se sumó al abrazo. Yo tampoco pude evitar una sonrisa, por fin algo me estaba saliendo bien.

Pero había algo que no cuadraba en la ecuación, y no tarde mucho en preguntar:

―¿A que se debe que me hayan diagnosticado cáncer hace poco más de un mes, y ahora no aparezca nada de eso? ¿Es normal que desaparezca tan rápido?

―Hace 30 años que soy médico profesional y nunca había tratado ni oído hablar de un caso así.

La respuesta del doctor me había dejado intrigado, pensativo.

―Hay algo muy raro ―comentó Anita.

―¿Pudo haber sido un error? ―preguntó Alma.

―Lo dudo, es muy poco probable. Hay muchas cosas que no encajan ―respondí.



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En el texto hay: misterio, amor, suspenso

Editado: 28.05.2022

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