Vista al mar

Capítulo 25. Una lista. Cuatro nombres.

Taché algo en un papel.

Eran cuatro nombres, uno abajo del otro, taché el cuarto, que decía: "Francisco Pereyra".

Arranqué el auto luego de la larga siesta que me había tomado. Habían pasado 32 horas del asesinato. Tenía mis manos manchadas con sangre, pero no me sentía bien, solo insatisfecho, necesitaba tachar los cuatros nombres de la lista, solo así me sentiría bien.

Era la quinta vez que escuchaba la misma noticia, la pasaban a cada rato:

"Reiteramos una noticia de último momento: El expolicía, también prófugo, Francisco Pereyra, ha sido asesinado en la localidad de Cañadón Perdido, frente a sus hijos de tan solo siete años. Un balazo en la frente fue lo que acabó con su vida. Su mujer, cómplice de que se escondiera luego de la participación en el asesinato de la madre de otro policía, llamado Mateo Villareal, denunció el asesinato hecha un mar de lágrimas. La policía investiga y busca a su asesino, creen que podría ser un ajuste de cuentas, y que podría llegar a tener relación con el crimen recién mencionado. Los niños han descrito un hombre de aproximadamente 35 años, alto, de cabello castaño. Repetimos, un hombre de aproxi...". Apague la radio. Por suerte, creo que no he dejado rastros que me incriminen explícitamente. Me aseguré de que no hubiera cámaras de seguridad en el lugar, no dejé armas con huellas, ni nada de eso. Y yo, ya estaba a más de 1000 km del lugar, alejándome cada vez mas en coche.

Podía escapar de la escena del crimen, ¿pero podía hacerlo de mis demonios?

Había asesinado personas antes. La última vez había sido cerca de la mansión de Alma, tras la muerte de Franco Díaz. Había sido parte de un proceso policial, le advertí que se detuviera, no lo hizo. Todos conocen esa historia, y alguna que otra más, pero lo de ayer en Cañadón Perdido, había sido "asesinato" con todas las letras. Me volví un criminal, un asesino, un delincuente, que huye de la justicia. Era consciente de todo eso, y de que me estaba convirtiendo en una mala persona para Alma, justo cuando por fin había podido ganarme su corazón. ¿Era, acaso, el odio que sentía por ellos, más grande que mi amor por Alma?

―Yo creo que si ―dijo alguien, fuerte y claro.

Mi presión cardiaca aumentó debido al miedo que sentí al saber que alguien habido hablado y que en el auto me encontraba solo yo.

Miré en el retrovisor, y pude ver la cara ensangrentada de Francisco. Frené de golpe el auto en una curva. Cuando volteé a ver, ya no había nadie... O quizá nunca lo hubo.

Salí del auto para tomar aire, me hacía falta. El sol se estaba ocultando.

El teléfono empezó a sonar. Era Alma. Atendí.

―No necesito preguntar si fuiste tú para saber que fuiste tú, porque lo sé. En la radio te describen a ti. ¿Cuantos crees que tardaran en empezar a sospechar? Si es que ya no lo hacen, tendrían que ser muy tontos para no hacerlo.

―También te he extrañado, Alma ―Largué un suspiro ahogado.

―Sabes que me encantaría que estuvieras aquí, pero no puedo hablarte como si nada estuviese pasando.

―Lo sé.

―¿Cómo te sientes?

―Perdiendo la cordura, no estoy bien, acabo de ver a Pereyra cuando yo mismo lo he matado.

―Todo está en tu cabeza, Mateo. No estás en condiciones ni de andar solo por la calle, no terminaste de hacer el duelo por tu madre. No estas durmiendo lo suficiente.

―No puedo detenerme, no puedo. Dime cómo están ustedes.

―Físicamente bien. No tengo animo de nada. Te extraño, te necesito cerca, me apegué mucho a vos desde que nos conocimos.

―Te he prometido que volveré, y lo haré, es una certeza.

―Te estaré esperando, recuerda que tenemos una cita.

―Lo se. Ya debo irme, debo continuar mi camino. Te llamaré en los próximos días.

―Esta bien, cuídate por favor.

―Gracias, lo mismo. Adiós.

―Mateo.

―¿Si?

―Te amo.

―Yo también lo hago.

Continúe mi camino y llegue hasta La Pampa, y después de una hora y media, preguntando por las ciudades a los campesinos y ayudándome de google maps, llegué hasta el Bosque Sumergido. En la entrada, antes de llegar, había un pueblito, de alrededor 15 casitas y alguna que otra granja con animales. Me recibió un hombre adulto. Se llamaba Ernesto. Tenía una barba larga. Vestia ropa de granjero. Era uno de los guía turístico de la zona, pero yo no necesitaba recorrer todo, solo necesitaba algo de información.

―No suele venir mucha gente acá ―me dijo mientras caminábamos por el camino―, si vienen dos o tres familias a la semana es demasiado. Las visitas decayeron mucho cuando las desapariciones empezaron a incrementar. Uno cree que es por los animales salvajes, hay algún que otro oso rondando por la zona, lo normal de cualquier bosque la verdad.

―¿Y de esas desapariciones nunca aparecen los cuerpos? No es normal que los animales, además de matar a sus víctimas, entierren u oculten los cuerpos.

―Bueno, eso no lo sé la verdad, se imaginará que no soy policía ni ningún investigador privado. Y la comisaria más cercana se encuentra a decenas de kilómetros. Ya de por sí, La pampa es la provincia más insegura del país. Si apenas pueden con los delitos de la cuidan, no podrán con el de un pueblo y un bosque que hasta hace unos años ni siquiera aparecía en google maps.

―Si, de eso algo sabia. Cuénteme un poco mas del lugar.

―Si toma el camino principal, por entre medio de los árboles, llegara al lago donde se encuentra el bosque sumergido bajo el agua, que le da el nombre a este lugar. Ahí encontrara una cabaña donde le darán buzos para nadar bajo el agua y ser parte de una experiencia única.

―Es entusiasmarte la idea, le agradezco mucho, ha sido muy amable ―Obviamente no haría eso de bucear, no era lo que yo quería.

―Una cosa más antes de que se me olvide, no sobrepase los limiten que están marcados, se dará cuenta de ciertos carteles.

―¿Qué carteles? ¿Por qué dice eso?

―Es complicado, dicen que el lugar está maldito, y ahí si que pasan cosas raras apenas entras. Es una pequeña fracción del lugar, pero que aun así ocupa unos cuantos kilómetros cuadrados.



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En el texto hay: misterio, amor, suspenso

Editado: 28.05.2022

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