En Bahía Percebe, un pequeño pueblecito de costa, donde las gentes disfrutaban de la tranquilidad de sus playas y sus gentes vivían mayormente de la pesca, Nestor y Dulcinea eran una joven pareja con un bebé precioso llamado Salvador. Todo iba a las mil maravillas, pero sucedió algo que desgraciadamente se estaba volviendo muy común en aquel universo; las dichosas abducciones alienígenas.
Una vez más, un desorientado Nestor fue abandonado en el exterior de su casa y al cabo de unos meses nació un bebé alien. A diferencia de la familia Curioso en el barrio de Las rarezas, la esposa crio a aquel bebé tan simpático y tan verde como si fuera suyo y lo colmó de amor y atenciones.
Lo que nunca adivinarían, es que esta vez el causante de aquel accidente, un extraterrestre llamado Obrero de Polinización 7, quiso asegurarse que su descendencia pudiera infiltrarse entre sus gentes, por lo que le dio la capacidad de cambiar a voluntad su apariencia y así poder pasar desapercibido.
Así que aquel bebé, al que llamarían Farruco, una vez fue algo más mayor y comenzó el colegio, decidió enmascarar su identidad híbrida y a partir de entonces fue un “humano” más.
Farruco creció y se hizo un guapo muchacho, se enamoró de la que se convertiría en su mujer, Katrina y una vez sus padres fallecieron, se llevaron con ellos aquel secreto a la tumba.
Los años pasaron rápidamente y aquel matrimonio tuvo a dos preciosas mellizas: una rubia y otra pelirroja, las que serían las famosas Mina y Nina Caliente. Farruco no le había confesado sus extraños orígenes alienígenas a su esposa, apenas recordaba algo de su niñez y había perdido la capacidad de recuperar su auténtica identidad, por lo que cuando aquella le anunció enormemente dichosa que estaba en estado, éste estuvo los primeros cinco meses en un sin vivir, ya que ignoraba si su hijo sería alien o no, hasta que el médico, mediante una ecografía, les anunció que eran mellizas y muy normales, por lo que el padre por fin pudo respirar aliviado.
—¿Qué te pasa cariño? ¿por qué haces esa cara? Sabías que podrían ser dos, ya que en mi familia tenemos ascendentes de gemelos.
—No pasa nada Amor, si estoy muy contento, no puedes imaginarte lo feliz y aliviado que me siento.
Pero al parecer en Vista gentil una de sus vecinas, ya algo mayor, había visto lo ocurrido en el pasado y lo amenazó duramente con explicarle a su esposa con quien se había casado realmente, pero que podía hacer “la vista gorda” si la compensaba con algo de dinero.
Pero éstos ya tenían muchos gastos y Farruco convenció a su mujer para que fueran a vivir a Sunset Valley, un barrio vecino.
Las dos niñas, que ya eran un poco mayores, lloraron mucho por tener que despedirse de sus amiguitos de primaria, pero finalmente se mudaron allí.
Ahora dejaremos momentáneamente a esa familia, para centrarnos en un matrimonio un tanto inusual, que vino de la oscura “Midnight Hollow” para establecerse allí: los Lápida.
Esta familia, como señalé anteriormente, venía de un antiguo linaje de sangre noble y residían en una enorme mansión gótica, donde se trajeron a todos sus familiares fallecidos para volverlos a enterrar en el cementerio anexo a la casa, causando el desconcierto general.
A sus vecinos les extrañaba que hubiera tantas lápidas, lo que no sabían era que, en un pasado, la tía de Günther, el patriarca, se volvió loca al morir su único hijo por comer una gominola mágica y causó un incendio en el que murieron todos los familiares y destrozó la mansión originaria. Por esa causa la pareja formada por Günther, su esposa Cordelia, su hermana Anges y el pequeño Homero Lápida, únicos supervivientes por no encontrarse en aquellos momentos en su interior, fundaron un nuevo barrio llamado Sunset Valley, donde se fueron estableciendo las diversas familias.
El matrimonio no era muy sociable y los vecinos los evitaban debido a su desfasada forma de vestir y a que el hombre no se moviera de su oficina, dado su alto cargo como Gobernador. Ambos miraban altivos a todos los habitantes como si fuesen de su propiedad, sin disimular su prepotencia, solamente el pequeño Homero quiso conocer ilusionado a quienes serían sus futuros compañeros de colegio.
Éste se había criado con toda clase de lujos, pero poco le interesaban las excentricidades de su familia y para demostrar que nada tenía que ver con ellos y no parecer el “rarito” de la clase, trató de vestir acorde a la moda local, negándose en redondo a utilizar la moda del siglo XVIII que su familia insistía en que llevase.
—Pero mamá, te he dicho que estos trajes llenos de encajes y los sombreros altos arruinarán mi reputación. Ya no estamos en aquel lugar lleno de personajes dignos de una película de terror, en la escuela tengo que ser “guay” y si no queréis arruinarme la vida, seré yo quien elija mi ropa a partir de ahora, ¿de cuerdo?
—Está bien pequeñin, pero ten mucho cuidado al elegir quienes son tus amistades, no me parecen suficientemente acordes con nuestra clase social. —le dijo la madre protectora.
—Deberías fijarte en una de las familias que se estableció junto a nosotros y que construyó buena parte de sus edificios, creo que se llaman Del solar y su hijo Manolo tiene tu edad. Poseen numerosas posesiones, el Doctor Gabino es un cirujano de renombre y la madre… Nuria es bastante ambiciosa, estoy tratando de hacer negocios con ella. Cabe la posibilidad que acabemos siendo socios en la empresa, ya que ambos poseen una inteligencia insuperable.
Afirmó severo el padre, arreglándose las chorreras del cuello y brazos.
Así que Homero asistió a su primer día de clases sin problemas. Casi ningún niño quiso hacerse su amigo, a pesar que sus padres los instaban a ello, creyendo que de esa forma subiría sus estatus.
Con los únicos que congenió fue con Manolo por razones obvias, ya que era considerado un friki porque sus padres lo obligaban a vestir con traje y corbata a pesar de ser todavía un niño y con una muchachita de cabellos negros, vestido y enorme lazo rojo llamada Elvira de La Soledad.