Dejamos a Juan tranquilamente haciendo sus ejercicios en el parque. La verdad es que, ahora que ya tenía una edad (pasando de la treintena), no se sentía muy satisfecho de en lo que se había convertido su vida, yendo de flor en flor, malgastando su escasa mensualidad en aparentar una ociosa vida que no se podía permitir y debiendo aguantar un compromiso que no le hacía feliz. Además, su única amiga había desaparecido sin dejar rastro y las dos gemelas Caliente, se mostraban despreocupadas, como ajenas a aquel suceso.
Sabía perfectamente del plan de una de ellas ahora que tenía libre el camino, deseaba seducir y casarse con el único heredero del Clan Lápida y ser rica y poderosa, pero Mina jamás podía compararse con la belleza y elegancia de aquella mujer, la conocían en todo el barrio por ser una “busca fortunas”, pero a pesar de ello, extrañamente aquel científico sacado de una novela de “SimEdgar Allan Poe”, había accedido a seguirle el juego.
Y ahora él se estaba comportando igual, en realidad aquello fue idea de Mina, si ambos se hacían con la fortuna familiar, podrían vivir despreocupadamente el resto de sus vidas.
Lo que Juan ignoraba era que Mina ya tenía un as en la manga. Su anterior marido dado por muerto, Miguel, la esperaba en algún lugar. Solamente tenían que arreglar la boda, matar de algún modo al millonario, heredar la pensión de viudedad y escaparse los dos muy lejos, donde nadie los conociese. Bueno, tal vez se llevaran a Nina con ellos, para asegurarse que no hablara, ya que cuando se casaron no se mostró muy feliz con aquel plan que digamos…
Y así, Juan se vio preso en los preparativos de aquella boda. Últimamente Cassandra se mostraba silenciosa y parecía evitar un poco el tema, no parecía muy ilusionada con el enlace, a pesar que todos sabían que estaba locamente enamorada del “rompecorazones”.
Y cuando Juan decidió celebrar una “fiesta privada” como despedida de soltero, algo sucedió repentinamente y se vio transportado a aquella pila de heno, con la mente hecha un lio y sin recordar nada.
Aquel pueblo rural era extraño, sus gentes parecían sacadas de otro tiempo y a pesar de su empeño, nunca pudo adaptarse a aquel modo de vida tan sencillo.
Trató de regresar a Vista Gentil en varias ocasiones sin lograrlo, ya que nadie conocía nada sobre él ni salía en ningún mapa.
Cuando lo daba todo por perdido, regresó completamente deprimido al granero y descubrió accidentalmente, gracias a una vibración en el aire, un artefacto sutilmente camuflado entre el heno y algunos vehículos de trabajo, como tractores y carromatos.
Al subirse a él descubrió una fecha y localización conocidas, apretó una palanca y notando como era empujado violentamente hacia delante, llegó hasta un jardín donde se estaba celebrando una boda... ¿perdona? ¡pero si era SU boda! Cassandra estaba junto a él y su expresión era de ¿desconcierto?
Miró a su alrededor y notó la misma cara en las dos gemelas, ambas se miraban extrañadas, como si algo hubiera salido completamente mal. Estaba Homero lápida acompañado de sus familiares, alguna prima, su hermana, algunos vecinos chismosos y Alejandro, el pequeño, ahora un adolescente de unos veintitantos años, lo miraba como si quisiera asesinarle, apretando los puños a los costados y frunciendo el ceño con ojos airados.
Juan miró al cura, que sujetaba el libro sagrado en un atril, en el centro de un arco floral y entonces en un segundo supo todo lo que había pasado. Emitió un aullido desgarrador y dando un enorme salto, pasando entre los jarrones y los cuatro músicos que daban ambiente a la fiesta, se alejó como una centella alejándose de allí.
Apenas pudo oír el caos en que se había convertido todo, Cassandra hablaba en susurros con las dos gemelas; su plan de deshacerse de él, como venganza por haberle sido infiel durante todos aquellos años de noviazgo no había salido todo lo bien que deseaban.
—Bueno hermanita. —le dijo su hermano pequeño— por lo menos no te has llegado a casar con ese malnacido.
Ésta le acarició los lacios cabellos negros; su hermano era un genio como su padre, había conseguido inventar una máquina capaz de teletransportar a una persona y juntos y con ayuda de las hermanas, que también eran máximas interesadas en sacárselo de encima, ahora que Elvira ya no estaba, habían organizado aquella orgía en el apartamento, lo habían medio emborrachado y metido a la fuerza en él para enviarlo a otra dimensión paralela. Pero había regresado a su boda, una boda que no estaba planeada. Por lo menos ni para ella ni para su hermano ni las dos hermanas, las únicas conscientes de lo que había sucedido.
—Sí Alejandro, por lo menos me he dado cuenta de la clase de persona que era. —entonces su mirada se cruzó casualmente con otra, que la miraba con adoración; era Tristán, que había acudido a la boda de su amor platónico porque solamente quería su felicidad. Y ahora era testigo, sin entender nada, como la boda se había anulado porque el novio había huido lleno de espanto.
Ambos jóvenes sonrieron y se dieron cuenta que en realidad estaban hechos el uno para el otro.
Homero se sentía lleno de indignación; ¿por qué aquel tipo al final había abandonado a su hija en el altar?
Aunque al verla, ahora besando a otro hombre… ¿era Tristán de los Soñador?¿Aquel viudo que se creía artista y que malvivía con su hijo en una casa que se caía a trozos? Pero a Cassandra se la veía tan feliz y ese hombre parecía quererla tanto…
Tal vez si se tragaba el orgullo y accedía a aquella unión, lograra redimir sus pecados anteriores. No había sido un buen marido, sin duda y le estaba bien empleado que su “querida” Elvira lo hubiera abandonado, cansada de ser su conejillo de laboratorio. Ya no podía seguir con su poción rejuvenedora pero, (miró entonces a su amante) aquella otra mujer parecía de veras interesada en él y tal vez se casaran algún día…
FIN
(Próximamente “Historias de los sims Sunset Valley”)