Vistiendo a la realeza

Capítulo 1

Esa tarde salí del trabajo bastante cansada. La noche anterior me había quedado despierta hasta tarde y las pocas horas dormidas comenzaban a hacer efecto. Definitivamente, engancharme con esa serie no había sido muy buena idea.

Avancé a paso apresurado por las calles de Émiton mientras cerraba más mi abrigo. A pesar de ser otoño, a la noche era imposible evitar el frío.

Cuando estaba a pocos metros de mi casa… bueno, de la casa de mi padre y su esposa, dónde vivía en ese momento, me frené en seco.

Un auto color negro, bastante llamativo, estaba estacionado justo en frente. Supuse que podía ser algún compañero de trabajo de mi padre, pero a medida que me iba acercando noté ciertos detalles que me hicieron descartar esa idea. Banderas extrañas estaban adheridas a la parte delantera y la patente era diferente a la que se usaba en el país.

Seguramente, era la visita de algún vecino.

Busqué la llave de la puerta en mi mochila, pero no hizo falta usarla: la puerta estaba destrabada.

Desde afuera se escuchaban voces.

—¿Amanda? ¿Eres tú? —era la voz de mi padre.

—Si, soy yo.

—Ha llegado. Espere aquí —parecía que le estaba hablando a alguien más.

Al segundo, apareció frente a mi. Se lo notaba un tanto alterado, lo cual me preocupó.

—¿Qué sucede?

—Hay un hombre. Te busca. Dice que es importante, que viene de parte de la reina de Arladia.

Si mi padre no hubiera estado demostrando tanta preocupación, me hubiera reído y mucho. Pero haberlo visto en aquel estado, no hizo más que contagiarme la preocupación.

—¿Y lo has dejado pasar así como así? —le pregunté susurrando—. ¿Por qué razón la reina enviaría a uno de sus hombres a nuestra casa? 

—Dice que quiere hablar contigo, no lo sé. A mí no me ha querido decir nada. Ve a hablar con él. Estaré acá, mirando.

—¿Recuerdas el número de la policía?

Asintió y le pedí que lo marque por si acaso. Respiré hondo intentando tranquilizarme y fui hacia el living.

Allí me encontré con un hombre canoso, un tanto petizo, vestido con traje negro y corbata. Estaba parado junto al sillón, firme, con los brazos estirados a sus costados.

—Buenas tardes —lo saludé sin acercarme tanto.

—Buenas tardes, ¿usted es la señorita Amanda Vigoni?

—¿Qué necesita? —le pregunté confundida.

Abrió su saco y buscó algo: un sobre. Dio un paso adelante y lo estiró hacia mi.

—¿Qué es? —le pregunté mientras me acercaba un poco para tomarlo.

Al tocar mi piel con el sobre, noté que tenía una textura. Era color crema y parecía ser de un papel muy caro. En el dorso, tenía un sello que desconocía. Estaba dirigido a mi.

—Lo envía la realeza de Arladia. Es una invitación a participar del evento Vistiendo a la realeza.

—No me he anotado a ningún evento.

Él negó con una leve risita.

—Disculpe. Ha sido seleccionada por la misma princesa por el talento que demuestra tener en el diseño de vestidos —nuevamente buscó algo en su saco—. Este vestido. ¿Lo ha diseñado usted?

Observé la foto del vestido largo color turquesa que había diseñado el año anterior junto a mi madre. De pronto, llegaron a mi todos los recuerdos en torno a la confección del mismo y todos los momentos que había vivido junto a mi madre y mi tía para poder terminarlo a tiempo. Había sido presentado en un desfile importante del país y destacado por el jurado por su delicadeza.

—Si. Lo he diseñado yo.

—Ha llegado a la princesa esta misma foto, entre muchas otras, y por eso ha decidido seleccionarla para el evento. De todas formas, no tiene que darme una respuesta ahora mismo. En la carta está todo explicado. Tendrá una reunión con la reina para confirmar su asistencia y los pasos a seguir.

—Sinceramente, esto me parece un tanto extraño.

—Todo está explicado en la carta, señorita. Si tiene alguna duda, puede enviar un mail al staff organizador del evento. También podrá confirmar la veracidad del evento en la reunión con la reina. Mi único deber es hacerle llegar el sobre.

Hablaba demasiado. Tenía mucha formalidad. Y me estaba agobiando.

—¿Entonces solo ha venido para entregar este sobre?

—Asi es, señorita. Si me lo permite, me retiro.

Me hice a un lado para dejarlo pasar. Avanzó, frenó a mi lado y mi corazón dio un vuelco. Ese era el momento oportuno para sacar un cuchillo y amenazar a mi padre para que le diera todo el dinero que tenía, si no me mataba. Pero no. Lo único que hizo fue un leve asentimiento con la cabeza y continuó caminando.

—Señor —le dijo haciendo el mismo gesto a mi padre.

Él le abrió la puerta y el hombre salió.

Justo en ese momento estaba llegado la esposa de mi padre del trabajo y logró ver como el hombre subía al auto y se iba.

—¿Quien era? —nos preguntó con el ceño fruncido.




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