Lunes. Cinco letras que me quieren llevar a la locura, para otros sería un simple lunes, un día cualquiera que te hace volver a la rutina pero, ¿Para mí? Que todos crean que estoy loca será mi salvación. El sábado me reuní con el Doctor Jhonsson y aunque pensé en buscarme otro abogado, recordé que es el mejor en toda el área de Los Ángeles y que no estará interesado en venderle mi pellejo a la prensa. El Doctor Jhonsson es un hombre de piel morena, tiene alrededor de cuarenta y cincuenta años de edad, pelo entre oscuro y canoso y ojos de color café oscuro. Siempre viste de traje y trae su típico portafolio de cuero. Hemos decidido encontrarnos un poco antes para desayunar a unas cuantas calles del juzgado y al verlo que no ha sido un día diferente para él, va vestido de manera típica, solo que hoy lleva una corbata azul a diferencia del sábado que llevaba una roja de franjas grises.
—Buen día, señora Brenden ¿Tiene hambre?— saluda invitándome a estrechar la mano de manera educada, a lo que le devuelvo el saludo y seguidamente señalando el pequeño café para que nos adentremos.
—Buen día, Doctor Jhonsson. No mucha pero, tengo ganas de un buen café.— Respondo mientras nos adentramos en el pequeño café.
***
— Concedido abogado, la señora Brenden debe asistir dos veces a la semana al psicólogo y su próximo juicio será en noventa días a partir de hoy, el psicólogo que la atienda será designado por este tribunal y la investigación acerca del homicidio del Ciudadano Alex Brenden seguirá abierta —. El juez sonó el mazo de madera e indico que la sesión había acabado y dieran entrada al próximo caso.
Mi abogado asintió, dio las gracias y salió conmigo a su lado. Me dijo que se encargaría de todos los temas del psicólogo y me informaría de mis próximas citas.
Llevo diez minutos caminando con destino al departamento pero, tengo la leve sensación de que alguien me está observando y volteo pero, no veo nada fuera de lo común, la calle llena de gente y el tráfico fluye normal. Siento como si alguien estuviera muy cerca y de repente el teléfono me suena una, dos y finalmente chequeo, cuatro mensajes.
Lo saco y reviso uno a uno los mensajes:
Mamá:
Hija, quisiera hablar contigo, Polly ha desaparecido... También lamento todo lo que estás pasando y quiero decirte que te amo.
Bufo, si claro, está más preocupada por su estúpido perro que por mí. Me ama tanto que me incrimino y como ahora cree que puedo estar loca me vuelve hablar de repente.
Sophie:
Hey, no todo está mal. Iré al trabajo y luego llevare algo para que cenemos juntas ¿Vale?
Me alegra contar con alguien de verdad, así que respondo afirmativamente para leer el resto.
Nazareth:
Todo saldrá bien, recuerda que en mi tienes una amiga. Cuidate mucho ;)
Su mensaje me hace dudar pero le doy las gracias y le agrego un emoji como ella lo ha hecho.
Desconocido (Numero privado):
Puta mentirosa, pagaras caro.
La piel se me pone de gallina y comienzo a ver a los lados. Si antes me sentía paranoica, ahora estoy peor. Tomo un taxi y llego a la residencia del departamento de Sophie, subo el ascensor con una señora y dos niños, ellos se bajan en el segundo piso y yo marco el ascensor para quedarme en el octavo. Intento no pensar en el mensaje que me llego, como si no fueran suficientes problemas los que ya tengo.
Suena mi celular, sacándome de mis pensamientos y ahogo un gritito. Cuando me doy cuenta lo saco y verifico quien está llamando.
Desconocido (Numero privado):
Saco valentía de donde no la tengo y respondo.
—¿Diga?—Hablo apenas con voz rota.
—Perra mentirosa, te deje un regalito, así quedaras tu cuando te monte mis manos encima.— Su voz suena sardónica, aun así trato de reconocer la voz y veo que utilizaron una app para distorsionarla.
—¡¿Quién rayos habla?! Déjeme en paz.—Respondo en medio de gritos y sollozos.
Lo único que logro distinguir son risas al otro lado de la línea y luego cuelgan.
Trato de calmarme mientras bajo del ascensor, guardo mi teléfono en el bolsillo de mi cartera.
Grito y me llevo las manos al pelo con desesperación cuando noto que en las paredes está escrito con sangre “Úsalo, perra.” Y dos cajas de regalo. Abrí la pequeña primero y traía dentro un bozal, la aparte de inmediato. Me acerque a la otra, más grande que apestaba muchísimo al lado de la puerta del departamento de Sophie.
Mi corazón se desboca, latiendo de una manera frenética, me quedo sin aire e instintivamente comienzo a gritar de frustración.
Me acerco y la abro. Poppy. Está muerta.
Instantáneamente lagrimas caen por mis mejillas y solo tengo ansias de salir de esta pesadilla que estoy viviendo.
Saco mi celular y llamo a la policía, esto tiene que acabar.