Viuda negra

Visitas incomodas.

 

La bruja se mojaba la piel con un costoso perfume que no disimulaba su apestoso aroma asesina, no importaba cuanto maquillaje se pusiera, nada podía tapar las evidencias de sus crímenes, se había hecho un aumento de glúteos, doble cirugía de pecho en los últimos dos años, rinoplastias, levantamiento de cejas, aumento de caderas, cirugías de mentón, incluso se quitó varias costillas, tenía todos sus datos en la bolsa, todo lo que había hecho en los últimos quince años, así como también sabía de sus infidelidades a Octavio, su adicción a los laxantes, las pastillas para poder dormir y la soda sin azúcar.

Descubrí que actualmente se acuesta con el profesor de su escuela de cocina, un asiático de treinta años que esta apunto de casarse con su novia de toda la vida, ágata le patrocina algunos viajes, cenas lujosas y por supuesto ropa nueva, le compró un carro el año pasado y constantemente le pide que la vea en el hotel Holly, es ahí donde tienen sus encuentros impúdicos.

Todo a costillas del tonto de Octavio, el dinero de mi padre pagaba todos sus actos inmorales, lo que más rabia me da es que él no tiene a ninguna mujer en la mira con la que pueda devolverle el golpe, al menos ahora, me aseguraré de que otra mujer le robe el aliento.

Mi padre no es ningún santo, caerá tarde o temprano, las víboras abundan en el mundo, Debe haber otra libertina dispuesta a embaucarlo por sus millones.

Estoy ansiosa por cruzar esa puerta y presentarme a todos como su nemesis, me preparé toda mi vida para ese momento, el día en el que por fin podré destruir a esa serpiente.

Ágata estaba lista, vestía lujosa de pies a cabeza, nada en ella era modesto ni sencillo, llevaba puesto un vestido negro muy pegado al cuerpo, quería que su trasero resaltara   y que sus pechos estuvieran a nada de brincarle al gobernador, no sabía quien caería primero, si él o su hijo Andres.

—¿Ya estas lista cariño?—le preguntó Octavio a Ágata mientras esta bajaba triunfante las escaleras.

—¿Como me veo cielo? Me esforcé mucho para verme fabulosa para esos ojitos bellos jeje.

—Me deslumbras solo con verte.

—Por favor no se besen intensamente otra vez, no olviden que estoy aquí jajaja.—expresó Eliza impaciente.

—¿Que pasa querida? Te noto muy nerviosa.—le preguntó ágata con su escandaloso tono de voz.

—Ya sabes que se lleva bien con Andres, me sorprende que el ingrato no la haya invitado a salir todavía.—dijo Octavio mientras le pellizcaba la mejilla a su hija.

—Quizá no es su tipo, es decir, nuestra Pequeña Eliza aun tiene veinte años, es una bebé.

—No soy una bebé, ya soy mayor de edad, pero nunca me verá como una adulta si siguen tratándome así.—expresó Eliza molesta y se fue al comedor.

—Eliza, vuelve aquí, no seas grosera.

—Déjala cariño, tiene razón, aveces se me olvida que ya es una adulta, pero ya sabes que el amor de madre es así.

—No te pongas triste corazón, no es tu culpa, eres una excelente madre, nada debe avergonzarte.

—¿Mejor madre de lo que fue Ángela?—le preguntó ágata mientras le recorría el pecho con su dedo.

—Eh, si…

—Ay cariño, eres tan amable.

—Señores, el gobernador y su familia ya están aquí.

—Háganles pasar.

—Si señor, decidieron caminar y recorrer el jardín, pero vienen para acá.

—Jajaja, Hector es todo un caso, siempre ha envidiado nuestro jardín ¿deberías acompañarlos no crees amor?—le propuso Ágata impaciente.

—Tienes razón, sería grosero no hacerlo ¿quieres venir hija?

—¡Si! Ya quiero ver a Andres.—respondió Eliza emocionada y añadió.—lamento haber sido tan mala con ustedes, se que ante sus ojos siempre seré una niña.

—No te disculpes amor, vamos, nuestras visitas esperan.—le dijo ágata tomándola del brazo.

Mientras caminaban, Andres y su familia hablaban sobre los Louder.

—No se por que seguimos frecuentando a esta familia, me desagrada la idea de que fingen ser una familia feliz cuando su hija mayor estuvo recluida la mayor parte de su vida lejos de ellos, esa mujer le robó el esposo a su hermana moribunda ¿enserio creen que es una buena persona? ¿Y que hay de Octavio? Casarse con la hermana de su difunta esposa días después de su muerte es indignante, toda esa familia es un desagradable misterio, no deberíamos involucrarnos con ellos, esta es la ultima vez que piso este lugar.—dijo Andres furioso.

—No deberías de juzgar a la gente hijo, no conocemos toda la historia, solo superficialmente.

—Pues yo creo que Ágata es una hipócrita, la ultima vez que estuvimos aquí no dejaba de mirarte como una zorra lujuriosa.—expresó Maritza su esposa con enojo.

—Ese es otro tema.— dijo Andres quien también percibía sus miradas extrañas

—Oigan, si que les gusta ser jueces de las vidas ajenas, dejen esa mala actitud y relájense, sus prejuicios van más allá de la realidad.—les dijo Hector con enojo.

—¿Entonces por que su hija mayor es la única a la que mandaron al extranjero? ¿Acaso la odiaban? ¿No la querían cerca? Jamás la hemos visto, ni siquiera en una reunión familiar.—añadió Andres irritado.

—Quizá la mataron.—dijo Maritza enfadada.

—¡Ya basta!

—¡Hey! ¡Amigos! Nos dijeron que decidieron caminar un poco ¿nuestro jardín sigue siendo de su agrado?—les preguntó Octavio feliz de ver a su amigo.

—Es precioso, igual que tu esposa y tu hija.—le respondió él sonriente.

—Ay que amable eres Hector, tan dulce como siempre jajaja.

—Hola, me alegra verte.—le dijo Eliza a Andres y le sonrió apenada y él apenas si le devolvió el gesto.

—Les preparamos una cena deliciosa, muero por que la prueben, se chuparan hasta los dedos.—les dijo ágata meneándose como una felina a la caza.

 

 

 

 

 

 




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