Viuda negra

El inicio de la venganza.

 

La villana apretaba los dientes con tal fuerza que la mandíbula se le tensó, sus puños estaban por atrofiarse debido a la intensidad con que los apretaba, estaba furiosa, tenía la cara roja y las venas de la cabeza se le dibujaban, le clavaba los ojos a Antonella como si quisiera asesinarla, podía leer entre líneas sus insultos, sus amenazas y todo su sarcasmo, podía ser el odio en su sobrina y percibía su insaciable sed de venganza, eso o aquella habilidosa mujer la hacia sentir paranoica.

—¿Que pasa Ágata? Pareces un tomate ¿te sientes bien?—le preguntó Marita soltando una risita al verla tan inestable.

Ágata se pellizcó las piernas con tal fuerza que se provocó el llanto y como una experta en el drama, se puso a llorar fingiendo su tristeza.

—No es eso…es que, el simple hecho de acordarme de mi hermana me…me rompe…dios, la extraño tanto.—expresó Ágata con lágrimas en los ojos.

—Ay querida.—le dijo Octavio agarrándole la mano.

—Mamá…—expresó Eliza con un nudo en la garganta.

—Lo lamento, no puedo con esto…¡No puedo!.—Ágata salió corriendo del comedor mientras lloraba como una mártir, amaba el drama, el protagonismo, ser el centro de atención, pero lo único que logró fue quedar en ridículo.

—¡Mamá! —Eliza se puso de píe al instante he intentó ir tas ella, pero Antonella no lo permitiría, quería que fuera ignorada.

—Quizá deba ir con ella.—dijo Octavio soltando un suspiro, pero Antonella lo tomó de la mano y la frotó tratando de no estrangularlo.

—No papá, ella quiere estar sola, denle unos minutos, debería ir yo después a consolarla, ya que fui yo quien sacó el tema a la mesa.

—No fue tu culpa Antonella, este siempre será un tema sensible.—le dijo Octavio con un gran pesar.

—Siéntate Eliza, termina de cenar, nuestra tía esta bien, no hay por que deprimirse.

—No esta bien, se fue muy afectada.—dijo Eliza mirándola fijamente y con mucha seriedad.

—Me imagino, pero irse llorando así como que no…—externó Maritza, pero Hector le dio un golpecito con el pie y ella se calló.

—Mírate, toda adoctrinada por esa bruja, incluso blasfemas llamándola madre, a esa rata que le arrebató la vida a la mujer que te dio a luz, supongo que no es tu culpa ser tan tonta, al fin y al cabo eres ignorante en el asunto, sabía que no te alegraría mucho verme, no me conoces, llevamos la misma sangre, sin embargo no me consideras tu hermana, ni si quiera un abrazo, una sonrisa o por lo menos una pobre actuación de alegría por el regreso de la hija prodiga, no esperaba nada de ti, pero me parece que la arpía te ha metido sus mentiras en la cabeza, quien sabe que te habrá dicho de mi, pero parece que ya me detestas, tengo la ligera sospecha de que te hace sentir diminuta, más que su hija eres como su títere, su chiste personal al igual que el estúpido de nuestro padre, ay que pena que seas tan fácil de manipular.—se dijo Antonella en sus adentros mientras tomaba vino.

Por otro lado, Ágata se encontraba sola en el jardín, aburrida, desesperada por que nadie la había buscado todavía, hacia frío y ya se había acabado como tres cigarrillos.

—Maldita sea ¿por que demonios nadie viene a verme? Carajo…esto jamás había pasado, antes ya tendría a todos consolándome, riendo por mis ocurrencias, atentos a mis anécdotas…pero esa perra…¿quien diablos la invitó a mi casa? ¿Que diablos hace aquí? Debía matarla cuando tuve la oportunidad, no quería que las cosas se vieran tan evidentes, maldición ¿Junto tiempo más tendré que soportarla? Creí que ya se la había tragado la tierra.

Ágata había planeado matar a las hijas de Ángela, lo haría meses después de su muerte, pero tuvo miedo de llamar la atención y convertirse en sospechosa, así que aceptó el papel de madre sustituta, pensaba que de algo le serviría Eliza y si, era su juguete especial.

—Iré a ver como esta mi tía, no me tardo.—dijo Antonella levantándose de la mesa mientras dejaba su estela de perfume en el aire, las cabezas de Octavio, Hector y Andres se giraron al instante, completamente cautivados por su presencia.

—Por Dios Octavio, que hermosa es Antonella, es idéntica a Angela, es toy sorprendida.—le dijo Maritza complacida, le había echado el ojo para convertirla en su nuera.

—Es soltera entonces.—Carraspeo Hector su taranta y después la refrescó con algo de alcohol.

—También me sorprende, ella es difícil de ignorar.—exclamó Octavio con emociones encontradas, no podía creer que Antonella estuviera ahí.

Eliza estaba tan callada que se retorcía en su inseguridad, le dolían los oídos de tantos elogios dedicados a esa extraña que aseguraba ser su hermana, miraba mucho a Andres, temerosa de que s fijara en Antonella.

La velada continuaba, Octavio y Hector hablaban acerca de unos invitados peculiares que asistirían a la celebración de su más grande logro, Hector había ganado las elecciones como gobernador otra vez, por eso harían la famosa fiesta.

—Son unos inversionistas alemanes, quiero convencerlos de poner una de sus empresas purificadoras en el estado para ayudar a las comunidades de escasos recursos, además es un negocio muy rentable, no solo ayudarían a las personas con agua potable, si no que también estarían generando empleos con sueldos dinos para los trabajadores.

—¿Y que tal va tu alemán? —le preguntó Octavio a su amigo, pues sabía que lo estaba estudiando.

—No es tan bueno como quisiera jajaja.

—Saben hablar ingles, pero sería impresionante hablar su mismo idioma, jaja.

—Cariño, tu eres un hombre inteligente, no te castigues si aun no dominas el idioma, apenas tienes seis meses estudiándolo, espera a que pase un año y veras.—le dijo Maritza mientras le sobaba el hombro.

—Si, eres muy determinado, yo creo que lo hablabas en menos de un año.—le dijo Andres para animarlo.

—Seguro que logrará firmar con ellos señor Hector.—exclamó Eliza con una sonrisa forzada.




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