Viuda negra

Confrontación.

 

Aquella declaración dejó a Ágata fría, los ojos casi se le salían de lo mucho que los abrió, Antonella la llevaba al límite, tenía valentía, parecía que no conocía el miedo, ella era peligrosa, definitivamente no estaba preparada para enfrentarse a esa mujer.

—No sé de que estas hablando, es evidente que estás confundida, te recuerdo que te mandamos a ese internado porque eras una niña rebelde, malcriada y no teníamos control sobre ti, inventabas cosas horribles sobre mí y siempre me observabas con recelo, veo que sigues siendo una malagradecida, tu madre murió por culpa de su enfermedad, yo no tuve nada que ver, gracias a mí no terminaste en un manicomio, estas loca y muy desubicada.—le dijo Ágata con desagrado, se acercó a su sobrina para intimidarla, pero esta no retrocedió.

Antonella la miraba de arriba a bajo con desprecio y dibujó una sonrisa provocando que Ágata se sintiera insegura.

—¿De que te ries?

—No sabes todo lo que voy hacerte, te he preparado muchas sorpresas Ágata, te llevaré al limite, serás tú quien termine en un psiquiátrico, no sabrás de donde te llegaran mis golpes.

Antonella se acercó aun más a ella, era más alta que Ágata y la miraba con desprecio, —Te voy a destrozar.—le dijo Antonella mientras se acercaba a susurrárselo al oído.

La piel de Ágata se le erizó y se llenó de rabia contra ella.

—¡No vas a intimidarme!—le gritó mientras escupía por la rapidez con la que habló y añadió.—Ya te dije que estas loca, siempre haz sido una niña enferma ¿me tienes envidia verdad? Jajaja, soy hermosa, tengo a tu padre comiendo de mi mano, soy codiciada por todos los hombres, envidiada por las mujeres de la alta sociedad, me odias por que crees que le arrebaté todo esto a tu madre, pero era mío por derecho y la vida me lo entregó a la primera oportunidad ¡así que deja de acosarme!

Ágata intentó abofetear a Antonella, pero esta le detuvo la mano y se la apretó con tal fuerza que hizo que esta se arrodillara y callara al piso doblada ante su presencia.

—¡Ay!

—No Ágata, ya no soy la niña que podías pisotear, de mi ya no puedes burlarte, ahora soy una adulta y te juro que te devolveré cada golpe que me diste en mi niñez, grábate esto en la cabeza, yo soy la ama del juego, te voy a enseñar lo que es ser una perra de verdad, a mi lado serás una santa y te convertiré en el objeto de mi ira, a ti y a todos los que fueron negligentes con mi madre.

—¡Ya suéltame!

—Te consejo que cambies esa cara, no me decepciones, quiero ver tus dotes de actriz otra vez, muévete basura.—Antonella la agarró del brazo y la arrastro hasta la puerta y después la agarró de la mano entrando juntas a la vista de todos.

—Agata, cariño ¿te sientes mejor? Te estamos esperando para comer el postre.—le dijo Octavio y al ver que entró del brazo de Antonella se conmovió y añadió.—Gracias por ir a verla hija.

—No fue nada, Ágata se siente mejor ahora ¿verdad tía?

Ágata quería irse de ahí, fingir era cada vez más difícil, pero ahí estaban el gobernador y su hijo a quienes quería seducir a como diera lugar, además de que no quería humillarse delante de Maritza a quién consideraba inferir a ella, así que se tragó toda su frustración y su ira y con la voz entre cortada y la cara roja por el coraje dijo:

—Enseguida les sirvo el postre jajaja.

La viuda negra había retomado su papel de hipócrita, ya habría tiempo de encontrar la manera de desacerase de Antonella otra vez.

—No voy a preocuparme, me desharé de esta maldita mocosa otra vez, ahora si le quitaré la vida a esta perra.—se dijo en sus adentros sonriendo de oreja a oreja.

—Que bueno que ya están de regreso, le comentaba a tu padre que fue una sorpresa muy grata haber coincidido con su regreso, tenemos que irnos por que ya es tarde, pero, espero puedas acompañarnos a nuestra velada, será un placer tenerte a ti y a tu familia con nosotros.

—Ahí estaré.—les dijo Antonella con una sonrisa dulce.

—Nosotros nos retiramos entonces, gracias por la cena, estuvo deliciosa como siempre, ah y Ágata, empolvare un poco la nariz, se te corrió todo el maquillaje.—le dijo Maritza con una sonrisa hipócrita.

—¿Que?—ágata se tocó la nariz y se limpio con la mano.

—Yo también me retiro, estoy agotada por el viaje.—exclamó Antonella mientras recogía su bolso.

—¿No te quedas a dormir hija?—le preguntó Octavio deseoso de que se quedara más tiempo.

—Mañana te invito a desayunar para ponernos al día ¿que te parece? Me estoy quedando en el hotel Paradise Prim.

—Como llegaste sin previo aviso, seguro será muy complicado que mi Octavio se vea contigo, tiene tanto trabajo.—expresó Ágata con un puchero.

—Es verdad.—dijo Octavio y al escucharlo, Ágata sonrió complacida, pero la sonrisa no le duraría mucho tiempo, pues Octavio añadió enseguida.—Sin embargo, la hija a la que no veía desde hace tantos años ha regresado y lo demás puede esperar, le hablaré a mi asistente para que recorra mi agenda.

—¿Qué? Pero…tienes tantas ocupaciones querido jeje.

—No importa, pasar tiempo con Antonella es prioridad.

—Gracias papá, te veo mañana, estaré esperando ansiosa poder desayunar juntos y ponernos al día.—Antonella le dio un beso en la mejilla y se despidió de Ágata y Eliza de manera Cortez.

—Al menos déjame llevarte a tu hotel hija o que algún chofer te acompañe.

—No te preocupes por mí, debes estar muy cansado, nos vemos mañana, hasta luego Eliza.

—Nos vemos.—le respondió ella mirándola con recelo.

Una vez que salieron de la mansión, Antonella se sacudió la ropa, no podía esperar para meterse a bañar y quitarse el olor de ese complice y asesino al que llamaba padre y que decir de Ágata, le asqueaba todo lo que tuviera que ver con ella.

—Vamos adelantarnos para que Andres y Antonella puedan platicar un rato, por lo menos en lo que llegamos al auto.—le dijo Maritza a su esposo y este aceptó mientras miraba hacia atrás.




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