Ágata tenía la lengua afilada de una víbora fría y despreciable, sus manos eran como las del rey Midas, solo que lo que ella tocaba no se convertía en oro, ni no que se echaba a perder y se corrompía, era hábil con la manipulación y las mentiras, una asesina del alma y del cuerpo, un demonio que amaba destruir todo lo que brillaba.
—Antonella nació con la maldad del mismo demonio, siempre fue mentirosa, maliciosa y cruel, era muy grosera con mi pobre Angela, siempre le alzaba la voz, incluso llegó a levantarle la mano, le hacía rabietas y eso causaba que mi hermanita pasara muchas vergüenzas, para mí que ella la enfermó, era muy demandante, siempre inventándose historias retorcidas en su mente enferma, hacía que los días de tus padres fueran grises y complejos.—le decía Ágata mientras acariciaba sus mejillas y su cabello, parecía una anaconda hipnotizando a su presa antes de devorarla.
—¿Por que dices que enfermó a mi mamá?—le preguntó Eliza con el ceño fruncido.
—Por que tu hermana le daba cosas extrañas para comer.—le susurró Ágata al oído y añadió.—un día la sorprendí añadiéndole un liquido extraño a su comida, Antonella tenía la costumbre de agarrar alimañas, tarántulas, sapos y todo tipo de cosas raras, muchas de esas criaturas pudieron ser venenosas.
—¿Que quieres decir?
—Creo que ella perjudicó la salud de Angela…
De pronto, una de las sirvientas entró a la oficina rompiendo el ambiente de terror y suspenso que permanecía encerrado en ese lugar.
—¿Señora? Lamento interrumpirla, pero su té de la tarde ya esta listo.—le comentó a sirvienta con temor a ser regañada.
La mirada que Ágata le lanzó le erizó la piel.
—Ya voy ¿me podrías poner una bandeja con galletas? Me apetece comer algo dulce y crujiente.—le dijo Ágata con una sonrisa brillante.
—Eh…si señora, enseguida.—le respondió la sirvienta extrañada.
El cambio de humor tan extremo y repentino de ágata no era normal, no hace mucho esta gritaba histérica y peleaba con su esposo sobre el tema de Antonella y segundos antes acababa de expulsar su veneno vaciando en la cabeza de la ingenua de Eliza, pero ahora se veía tan feliz y risueña que después de darle un beso a Eliza, se fue tarareando de ahí dejándola con los sentimientos negativos a flor de piel.
—Entonces mis sentimientos hacía ella son justificados, esa mujer es un monstruo…ella pudo ser la responsable de la muerte de mi mamá, Antonella vino para destruir a mi familia, para robarme a mi padre y quitarme a mi querido Andres…no lo voy a permitir…¡Maldita loca! ¡No lo voy a permitir!—gritó Eliza golpeando todo a su paso, el desprecio hacía su hermana creció significativamente y desde ese momento se propuso a desenmascararla.
Eliza tenía el cabello castaño, casi rubio, sus ojos eran grandes y su belleza era la de una princesa, delicada, femenina y siempre vestía ropa cara y de colores rosados, azul cielo y lila, a pesar de ser tan bella, su carácter inseguro y manejable le restaba todos esos encantos, resaltando su horrible personalidad, pues era desconfiada, celosa y egoísta, además de que era muy superficial y nada empática.
Ágata había conseguido su objetivo, convertir a Antonella en una villana a los ojos de su única hermana, causando esa separación abismal de la que jamás podrían recuperarse y se deleitaba en el caos que causaba con esa lengua afilada y mentirosa.
Por otro lado, Octavio se encontraba muy molesto mientras fumaba en el jardín, pensaba en las palabras de Antonella “Ágata me odia” y el comportamiento de su esposa respaldaba todo lo que su hija le había dicho.
—¿Cómo puede hablar así de Antonella? Después de todo lo que mi hija a sufrido, después de todo por lo que la hicimos pasar, por lo que ella me obligó hacerle a mi pobre Antonella, me enredó en sus palabras y me convenció de abandonarla en ese internado asegurando que Antonella tenía problemas psicológicos…¿que clase de persona haría algo tan ruin? No lo voy a permitir, no pienso separarme de ella otra vez
Ese episodio solo sería el principio de todos los cuestionamientos que Octavio se haría en el futuro, comenzaría a descubrir el verdadero rostro de su esposa, la malicia que esta desprendía por los poros y comenzaría a repudiarla por todo lo que le hizo perder.
—Está vez yo tomaré las riendas…
Mientras esto sucedía, ágata se atiborraba de pasteles y galletas y todo lo que se encontraba en la alacena, estaba tan feliz por la cizaña que había plantado en Eliza que se regocijaba como un cerdo en el lodo de sus mentiras.
—Muy pronto, todos volverán a estar en tu contra mujerzuela, te despedazaré como lo hice en el pasado, dudarán de tu inocencia pedazo de basura jaja y yo volveré a ser amada y protegida por todos, nadie se atreverá a estar en mi contra, no con mi impecable reputación, tu sin encamo, serás la vergüenza de tu padre y ni tu madre muerta podrá protegerte jajaja.
La maldad de la viuda negra no tenía limites, esta empeñada en destrozar la garganta de Antonella, lo que no sabía, era que aquella niña indefensa ya no existía, en su lugar había quedado una fiera hambrienta de sangre y justicia.
—¿Por que está tan sonriente? ¿Se puede saber?—le preguntó Kim a su aliada mientras le servía una copa de vino.
—Acabo de robarle el interés de dos de sus amantes a esa bruja. —exclamó Antonella sonriente.
—¿De quién se trata?—le preguntó nuevamente Kim, pero ahora con un rostro de desagrado.
—Ah, solo dos infelices que no significan mucho y valen nada.
—Debió ser un golpe duro para la bruja.
—Bastante, se tratan de su profesor de cocina y mi padre.
—¿Su padre?—exclamó Kim sorprendido.
—Octavio esta comiendo de la palma de mi mano, como un ave dispuesta a perder su libertad por un poco de alpiste, estoy tan impaciente de verlos arder a todos en el infierno que les tengo preparado, la ansiedad me carcome las entrañas.
—¿No tubo que besar a nadie o si?