Viuda negra

Coartada.

El demonio estaba de mejor animo, convencida de que lograría salirse con la suya, la lujuria, la avaricia y el engaño la vestían y la calzaban, no conocía la lealtad, pero si sabía destruir la confianza, Ágata llevaba puestos sus lentes de sol, el día era muy brillante, al igual que su sonrisa recién diseñada, tenía puestas unas carillas que no pensaba ocultar, por eso asomaba la dentadura cada que podía.

—Que día tan bello, hasta parece que sabe que voy a triunfar jajaja.—exclamó Ágata meneando la cadera de un lado a otro.

La bruja vestía unas medias negras deportivas y un sujetador a juego bastante escotado, tenis blancos y llevaba el cabello recogido en una coleta, bastante maquillada y lista para embobar a los hombres con su indiscreción.

Las calles eran su pasarela, había nacido para acaparar toda la atención, no iba a permitir que Antonella le robara todo lo que había conseguido con tanto trabajo, la corona era suya y nadie se la iba a arrebatar.

—Miren, ahí viene Ágata.—exclamó Sophia dirigiéndose a sus amigas, Abigail y Lorelei, que a su vez eran muy amigas de Maritza, ellas eran las damas mejor posicionadas y adineradas de toda la ciudad.

—Maldita arrabalera, ignórenla, va a querer unirse a nosotras como siempre, no la soporto.—confesó Abigail de mal humor.

—No sé como es que esa maldita aun sigue pensando que puede hablarnos como si nada ¿no le queda claro que no somos amigas?—preguntó Sophia tratando de controlar su coraje.

—¿Y que más va hacer esa estúpida? Si nos necesita para tapar su asquerosa reputación, es una sucia, se acuesta con todo lo que tenga una salchicha.—expresó Lorelei con fastidio.

—Viene para acá, ponle el píe Abi.—le ordenó Sophia con rapidez mientras se acercaba la arpía.

—¡Hola chicas! ¿Como están? Jajaja es un día hermoso ¿no creen?

Rápidamente, Abigail estiró discretamente el pie cuando Ágata se disponía a saludar a una por una de beso, iniciando por ella y con gusto logró su cometido.

—¡Ay!—exclamó Ágata pegando un grito aberrante, su voz era aguda he insoportable.

Pero como si de una película de drama Coreano se tratara, con la misma lentitud y elegancia de una escena en cámara lenta, apareció un joven valeroso que la detuvo en sus brazos para impedir que fallera al suelo.

—Cuidado, el piso puede ser resbaladizo.—le dijo Kim con su voz profunda mientras miraba fijamente a los ojos de Ágata, ella se quedó completamente tiesa, sin palabras, completamente embrujada por él.

Kim se fue a seguir con lo suyo, vestía una camisa negra de tirantes que dejaba ver sus músculos y sus enormes brazos, tenía una gorra negra y un pants gris, realmente dejó a las mujeres perplejas, completamente embelesadas por su energía masculina, las cuatro lo siguieron con la mirada hasta la maquina donde Kim ejercitaría su espalda, él atractivo guardaespaldas prosiguió a quitarse la camisa y la gorra y llevó su mano hacía su cabello para hacérselo hacía atrás.

Los suspiros involuntarios no se hicieron esperar.

—Que alto es.

—Que fuerte es…

—Que guapo….—decían las mujeres a coro.

—¿de donde salió ese semental?—les preguntó Maritza quien recién se iba reincorporando y la baba se le salía sin darse cuenta.

—No sabemos…quizá se calló del cielo…—-dijeron ellas al unísono.

Ágata sentía que le faltaba el airé algo golpeaba su pecho violentamente como si su corazón por primera vez hubiese sentido algo genuino, se agarró de la caminadora para poder mantener el equilibrio y se dijo así misma completamente ruborizada.

—¿Que diablos me pasa? ¿Por que me siento así? Me tiemblan las piernas…—declaró completamente acalorada, nunca antes se había sentido de esa manera.

De un momento a otro, todas las mujeres que se encontraban en el gym se le quedaron vendo solamente a él, Kim tenía toda la atención, pero solo le importaba ir por una de esas presas, ágata caería en la trampa y comería de la palma de su mano.

—Es hermoso ¿como se llama? ¿De donde salió? ¿Es nuevo? Nunca lo había visto aquí?

—¿Esta casado? ¿Tiene novia? Es tan sexy…—se decían unas a otras mordiéndose los labios.

Ágata volvió nuevamente su mirada hacía él y sintió un agudo flechazo en el pecho, fue tan agobiante he invasivo que se sentía como una colegiala y se fue corriendo al baño.

—¿Que le pasa a esa loca? —preguntó Maritza con repudio hacía ella.

—No sabemos, debe tener diarrea, ignórala, sigamos disfrutando de la vista.—A estas mujeres Solo les faltaban unas palomitas y unos baldes, parecía que estaba viendo una obra de arte.

Una vez que Ágata entró al baño y se levó la cara, el maquillaje se le corrió dejándola asustada.

—¡Ay! !Por Dios! ya gobiernate Ágata… tu no eres así…—se reprendía a sí misma agitada mientras se retocaba el maquillaje.

Por otro lado, Kim se percató de que la bruja ya no se encontraba en el lugar y se llenó de fastidio.

—Mierda ¿A donde diablos se fue?—se dijo así mismo mientras terminaba de ejercitarse, una vez que lo hizo recogió sus cosas y se fue de allí esquivando a sus admiradoras.

—¡Espera! ¿como te llamas?—le gritó Sophia pero Kim se fue de largo.

—Y yo que ya no quería ejercitarme.—confesó Abigail soltando un ultimo suspiro.

—¿Creen que le haga caso alguna de nosotras?—le preguntó Lorelei ilusionada.

—Tiene que, no somos feas, en especial yo, debe amar a las rubias.—exclamó Sophia ruborizada.

—Quizá prefiera a las morenas.—añadió Lorelei con el pecho inflado.

—Pues podemos intentar y haber quien gana una noche en el paraíso con ese bombo jejeje ¿tu quieres jugar Maritza?

—Soy una mujer casada, no puedo jugar a los amantes ahora, Hector se convertirá en presidente algún día y no quiero sin aun escándalo para él, con todo mi dolor paso.

—Ojala que la sin vergüenza de ágata no le ponga los ojos encima, todos los hombres que toca se convierten en sus amantes ¿que tiene esa muñeca inflable que nosotras no?




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