Viuda negra

Rivales.

Esta será mi noche soñada, no importa que no sea la anfitriona, yo seré la protagonista de este grandioso evento, los hombres más poderosos de la ciudad no podrán dejar de comparar a sus esposas conmigo, la hermosa Ágata, una mujer brillante, talentosa y super dotada, con un cuerpo de infarto, curvas y más curvas, uy estoy ansiosa de que Hector y Andres me vean, así podré dejar d pensar en ese hombre de una vez por todas…

—Era lo que necesitaba, volver al panal reclamando mi lugar como la única abeja reina de la colmena aristócrata, solo basta con mirar su lujuria, la manera en la que todos me miran, si fuera un bocadillo ya me habrían devorado, para su mala suerte, ninguno de ellos esta en mi lista de deseos, voy por los hombres de Monte velo, a molestar a las mujeres desabridas que se creen mejores que yo, a provocar pleitos entre los matrimonios monótonos, voy a convertirme en la fantasía de los caballeros de trajes costosos y eso sin duda será el mejor entretenimiento.—se dijo Ágata en sus adentros mientras meneaba las caderas de un lado a otro.

—¿Estas bien? Caminas muy raro.—le preguntó Octavio a quién comenzaba a molestarle su forma de ser y añadió.—te dije que eligieras un vestido de tu talla, te vez demasiado apretada en ese enredo de tela, se te nota cada detalle del cuerpo, esta es una velada decente, no un burdel.

—¿Qué?—ágata se quedó perpleja con el comentario de su marido.

—¡Papá! ¿Por que le dices eso a mi madre?—le cuestionó Eliza con disgusto, al ver que de unos días para acá, su padre era frío y distante con ella.

—¿Te parece normal verla así cuando todas las otras mujeres incluyéndote visten de manera recatada?

Eliza hizo una pausa y miró a ágata de arriba a bajo, reconociendo en sus adentros que se veía demasiado vulgar.

—Papá tiene razón…estás un poco apretada.—exclamó Eliza con timidez al ver a todos los hombres lujuriosos mirándola.

—¿Que diablos les pasa a ustedes dos? Me veo fantástica, yo no tengo la culpa de tener un buen cuerpo y verme como una mujer de veinte, a comparación de las otras mujeres que se notan arrugadas y avejentadas como unas pasas, tu eres demasiado conservador Octavio y tu hijita, yo no tengo la culpa de que aparezcas una tabla con ropa, eso reclamase a tu madre que esta en el cielo.

—Que comentario más insoportable.—expresó Octavio con molestia y Eliza se quedó callada mordiéndose los labios.

—¿Realmente me veo tan delgada? Sabía que debía escoger un vestido que me diera algo de volumen en el pecho o acentuara mi cintura, esto del modelaje me obliga a estar extremadamente delgada ¿eso no le gusta a los chicos? Todos aman a las modelos, mamá debe estar molesta con papá, por so dijo eso, no me veo tan mal ¿o si?—la inseguridad se apoderó de Eliza y ella comenzó a rascares los brazos debido a los nervios que sentía.

—Bienvenidos señores Louder, señorita louder, adelante por favor.—les dijo el mayordomo que con amabilidad los acompañaba hasta la recepción.

Una vez que la prestigiosa familia cruzó el umbral todas las miradas se posicionaron en ellos, era verdad que eran la segunda familia más adinerada he importante de la ciudad, pero su historia y pasado los perseguían, al igual que todos los rumores sobre ellos y la desaprobación de su matrimonio con una hermana que llegó como un ángel a la casa de su moribunda hermana y terminó como la señora de la casa, acostándose con su marido y criando a una hija que no era suya, los inteligentes la reconocían como una villana y a Octavio como un estúpido que se había enredado en las faldas de una serpiente astuta y venenosa.

—¡Maritza querida! ¿Donde es la boda jajaja? ¿Te confundiste de temática? —exclamó Ágata con una sonrisa enorme y se apresuró a saludarla a pesar de la incomodidad de esta.

Por otro lado, se acercó a Hector y lo saludó con dos besos como era costumbre, inhaló su seductor perfume he hizo que las mejillas se le ruborizaran, Hector era tan apuesto que le causaba mariposas explosivas en el estomago.

—Hector, que apuesto te vez con ese traje, te quita varios años de encima jajaja.

—Gracias, me alegra que hayan venido.—le respondió él buscando en la puerta haber si de casualidad entraba aquella interesante mujer.

—Te felicito por la velada, haz sido demasiado generoso y sofisticado, como siempre.—le dijo Octavio mientras le daba un abrazo.

—Es influencia de mi gran amigo Louder jajaja.

—No seas mentiroso, yo soy quien debe alagarte por todo esto.

—Ya deja de ser modesto y bebe conmigo una copa jajaja.

—Gracias por la invitación señor Monte velo.—le dijo Eliza con una sonrisa ligera, siempre insípida y transparente como un fantasma.

—Eliza querida, te vez muy hermosa con ese vestido azul.—le dijo Hector con una sonrisa tierna.

—¿Y yo como me veo?—le preguntó Ágata dándose una vuelta dejando a todos incómodos.

—Te vez bien Ágata ¿por que no me acompañas un momento?—le preguntó Maritza cansada de su cinismo y se la llevó del brazo simulando que se reía con ella.

—¿Que estás haciendo fea? Suéltame, ¿acaso te dan celos que tu esposo me diga que me veo bonita? Jajaja eres tan insegura, yo no tengo la culpa de que seas fea he.

—Ay ya cállate ¿Crees que no me doy cuenta de la manera en la que te le insinúas a mi marido? Eres una resbalosa, estás muy equivocada si piensas que Hector se va a acostar contigo, le dan asco las callejeras.—exclamó Maritza mientras le apretaba el brazo con fuerza y le clavaba los ojos con desprecio.

—No soy una callejera, deja de desquitarte conmigo, ya te dije que yo no fui quien te hizo fea, quéjate con tu mamá, sus genes son malísimos, esas narices grandes y pecas por todos lados, que horrible.

—Más te vale que te mantengas al margen y no eches a perder mi fiesta con tus comportamientos imprudentes, aléjate de Hector y Andres, no toques a mi familia o te las verás conmigo.

—Quítame las manos de encima, yo no tengo la culpa de que me vean como una mujer de verdad ¿hace cuanto que Hector no te toca? No te le antojas maldita pasa y Andresito…bueno, no me molestaría en terminarlo de criar jajajaja.




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