La sangre le hervía como ríos de lava ardiente a la tarántula ensimismada en sus problemas de ego, detestaba que alguien más se robara la atención que ella creía le pertenecía, por suerte sus dientes no le tronaron con lo mucho que los apretaba.
—La odio…la odio…la odio…..—se repetía una y otra vez mientras las venas de la cien se le resaltaban.
Claro que Antonela se daba cuenta de todo, disfrutaba al máximo llevarla a la sombra de sus descontento, la miraba de re ojo y sonreía en sus adentros al ver como se pudría en sus celos.
—Parece que eres muy popular entre los hombres, pero no eres una mujer accesible, me parece absurdo que una mujer como tu no tenga una pareja, quizá tienes otro tipo de preferencias, perdón jajaja, no quiero ser atrevida, es que de verdad no lo entiendo, cualquier mujer de tu edad y con la mitad de tu belleza aceptaría un trago de cualquiera de estos sabuesos experimentados, pero tú, tu ni siquiera finges estar interesada.—le dijo Maritza mientras la observaba tratando de descifrarla.
—Definitivamente mis intereses son otros, no los que usted supone, pero definitivamente en mis planes no esta conseguir un amante de la tercera edad.—le dijo Antonella con una sonrisa.
—Es un alivio, yo creo que las mujeres podemos conseguir cualquier cosa, cumplir nuestros sueños sin necesidad de acostarnos con un anciano libidinoso, aunque no soy la más indicada para darte cátedras de empoderamiento, soy una mujer de mediana edad sin nada de magia o deseos más allá de la cotidianidad de su aburrido matrimonio, te sorprenderías si te dijera que no recuerdo la ultima vez que me acoste con mi marido y eso que Hector es mi esposo, un hombre atractivo para la mayoría de las mujeres aquí.
—¿Para usted ya no es atractivo?
—Pues…—en ese momento, Sophia, Abigail y Lorelei las interrumpieron llegando muy alegres a saludar a su querida amiga y movidas por la curiosidad de conocer a la fascinante mujer de la que todos hablaban.
—¡Querida amiga! ¿Por que no nos has presentado a esta preciosidad?—exclamó Sophia con una gran sonrisa, exagerando sus gestos para molestar aun más a Ágata.
—Es verdad, con tanto alboroto, se me olvido presentarles a Antonella Louder, es la hija mayor de Octavio y Angela que en paz descanse.
—Ay eres idéntica a tu madre, tan bella y recatada aunque tu eres más sensual jajaja.—exclamó Abigail entre risitas.
—El gusto es mio señoras.—les respondió Antonella con una sonrisa dulce y un tono de voz firme.
—Ay, es la primera vez que no me ofendo de que alguien me llame señora, lo dices con tanta elegancia jejeje.—declaró Lorelei sonriente.
Estas mujeres no eran más que unas cabras descerebradas, vacías y huecas, sin un solo gramo de inteligencia, era como hablar con hámsters dando vueltas como locas en su pequeña rueda, sonreír era lo único que hacía además del severo auto control por no golpearles el rostro por escupirme al hablarme tan cerca, tocaban mi cabello con toda la cizaña posible, asomando los dientes un poco más que su envidia, las personas que más te halagan, aveces son las que más te detestan, pero tenían algo a su favor o mejor dicho, teníamos algo en común, todas odiábamos a Ágata Eltney.
—Eres tan bonita, tu piel es tan tersa y sin imperfecciones ¿que base de maquillaje usas?—le preguntó Abigail mientras la miraba detenidamente.
—¿Tienes alguna cirugía estética? Quiero quitarme algunas costillas pero no se si viajar a Turquía o Korea, dicen que en Brasil también hay buenos cirujanos ¿tu que dices Antonella? Debes tener algún arreglito por ahí ¿verdad? Jajaja no le diremos a nadie, tu cintura es muy pequeña ¿que faja usas? —insistió Sophia de manera constante.
—No soy tan valiente como para someterme a una cirugía, las jeringas y el bisturí no son de mi agrado, pero no entiendo por que una mujer tan bella como usted quisiera mejorar algo que ya de por si es precioso.—le dijo Antonella mientras sutilmente le quitaba sus manos de encima, pues Sophia la estaba toqueteando.
—Ay linda, ya me puse nerviosa jajajaja.
—Creí que te había salvado de unos lobos, pero se me olvidaba que las leonas son más fieras que ellos.—exclamó Maritza apenada.
Ágata tenía los ojos bien abiertos, como los de un búho a media noche, no entendía por que de repente a todos les parecía tan graciosa he increíble aquella insípida mujer a la que tanto detestaba, la odiaba profundamente.
—Me da un poco de pena ver a mi tía ahí arrinconada como un perro de la calle, ustedes deben ser sus amigas ¿deberíamos incluirla?—les preguntó Antonella de manera maliciosa.
—¿Como puedes sentir pena por ese pedazo de caca?—expresó Lorelei he inmediatamente se tapó la boca.
—Lorelei…Antonela es su sobrina…—añadió Abigail mientras le daba un codazo.
—Pero es la verdad, nadie la soporta…
—Que te calles…
—Como puedes ver, no nos llevamos bien con tu tía, es una persona despreciable y lamento ser tan franca pero creo que todas pensamos lo mismo ¿o no chicas?—declaró Sophia mirándolas con rapidez.
—Tienes un corazón muy bueno, a pesar de todo lo que te ha hecho esa mujer, aun así sigues sintiendo pena por ella, sin embargo nos mira con recelo, como si nos maldijera con sus pensamientos, si pudiera ya nos habría asesinado.—manifestó Maritza con un notable desprecio hacia ella.
Interesante, parece que todas aquí la detestan, me encanta la manera en la que se expresan de ella, todas son peones prometedores para destrozar a esa miserable sin ni siquiera mover un dedo, solo basta con usar mi lengua para que ellas lo hagan todo.
—¿Fuimos muy imprudentes? ¿Que es lo que te hizo? Chántanos ¿es verdad que asesino a tu madre?
Esa pregunta opacó la sonrisa de Antonella y su expresión cambio rápidamente, dejando en su lugar una seriedad sepulcral, la forma en la que Antonella miró a Sophia fue tan cruda y pesada, que su piel se le erizó hasta la nuca.