Ágata comenzaba a presenciar su caída, poco a poco perdía su encanto ante los ojos de su esposo, qué pareciera que iniciaba a ver sus defectos y ya no los pasaba de largo, además, Ágata empezaba a irritarlo.
Un nuevo día había comenzado y con el, los problemas matrimoniales.
—¿Debería hacerme otros arreglitos? Ese estúpido doctor no quiere volver a operarme ¿quién demonios dice que una octava operación de nariz es riesgosa? Me la dejó como la de un cerdo, maldito incompetente, además quisiera reducirme un poco el busto…parece que ahora los pechos planos están de moda…—refunfuñó Ágata mientras se revisaba en el espejo las partes de su cuerpo que no le gustaban, comenzaba a sentirse insegura, pues con la llegada de Antonella, ella había pasado a segundo plano y ya no estaba de moda entre los hombres adinerados, pues todos hablaban de lo hermosa, inteligente y sofisticada que era la hija mayor de Octavio.
La servidumbre comenzaba a mirar como a una loca a la señora de la casa, pues cada día intentaba parecerte más a su sobrina.
—¿Que hace la señora?
—No lo sé, esta hablando sola desde hace un rato? —murmuraban unas con otras con cierto desagrado.
—¿Siempre ha sido vanidosa, pero desde que la señorita Antonella apareció, la señora Ágata parece haber sentido el peso d ella edad, antes era la más bonita de su circulo social, pero ahora, parece tener el segundo lugar otra vez.
—¿Otra vez? ¿A que te refieres?
—Quizá no lo sepas, por que apenas tienes un mes aquí, pero esta familia es criticada por el pasado que los persigue y antes de que la señora Ágata se convirtiera en la dueña de todo, su hermana Ángela era la esposa original del señor Octavio.
—¿Qué? Pero…
—Tranquila, todas pensamos lo mismo, la señora es una sin vergüenza, además.—La criada le susurró Iago escalofriante a la empleada nueva y esta se tapó la boca y el desprecio creció en su corazón.
Ágata se percató de que la estaban mirando mucho y se irritó como una loca.
—¿Que están mirando par de gatas? ¡Pónganse a trabajar!
—¡Si señora!—gritaron a lo lejos las sirvientas y se apresuraron a huir de su presencia.
—¿Esas malditas me estaba criticando? Desgraciadas, es evidente que me tiene envidia, en este mismo instante hablar con Octavio para que las corra ¡Octavio! ¡Octavio! ¿Donde está ese hombre cuando lo necesito?
Octavio venía bajando las escaleras, había terminado de hablar con unos inversionistas con los que esperaba cerrar un trato muy importante, pero se veía furioso y en cuanto escuchó los gritos escandalosos de Ágata, apretó los puños y los dientes enardecido.
—¡Octavio! ¿Donde diablos estabas? ¡Tienes que correr a esas malditas sirvientas se la pasan vitoreando sobre mí!—le exigió Ágata casi escupiéndole en la cara.
—¡Ya baja la voz! ¿Acaso quieres seguir pareciendo una mujer vulgar?—le preguntó su esposo mirándola con enojo.
—¿Qué? ¿De que me estás hablando? ¿Por que estás tan enojado?
—No sé como no lo vi antes, pero eres un desastre.—le dijo Octavio mirándola de pies a cabeza.
—¿Por que me dices todo eso?—le preguntó Ágata indignada.
Octavio la agarró del brazo y la jaloneó hasta su habitación donde la aventó contra la cama y comenzó a desahogarse de todo lo que sentía.
—¿Pero que te pasa Octavio? ¿Estás loco? ¡Me lastimas! ¿Tan mal te fue con los inversionistas que te vienes a desquitar conmigo?
—¡Si no pude cerrar el trato con ellos fue por ti!
— ¿Y yo que diablos hice?
—¿te parece poco desfilar con esa ropa provocadora?
—¿Acaso escuché bien? ¿Eres un machista anticuado? Me visto como una mujer joven y nada más ¿que de malo tiene que quiera lucir mi cuerpo? ¡Por eso me mato en el gimnasio!
—¡Te viste como una prostituta! Enseñas el trasero como si no fueras una mujer casada.
—¡jamás te habías quejado de mi vestimenta o de mi arreglo personal ¿que te ha picado? De seguro esa hija tuya te dijo algo.—le expresó Ágata enfurecida.
—¡Antonela no tubo nada que ver! Si los inversionistas no quisieron cerrar el trato conmigo fue por que no quieren cuidar la imagen del nuevo negocio a emprender, consideran que eres una mujer vulgar y corriente.
—¿Qué?
—Con Ángela nunca tuve este problema…—expresó Octavio mientras se iba de la habitación dejando a ágata sentada en la cama con la mirada perdida.
Las lagrimas se le salieron del enojo y empezó a estrujar las sabanas llena de odio, celos y temor.
—¿Por que tenia que mencionar a la muerta? Por eso la maté…para no tener que verla nunca más, ocupé su lugar para que su nombre fuera olvidado y jamás se pronunciara en esta casa, era inferior a mí…maldita Ángela, aun en tu tumba sigues siendo un estorbo y todo es culpa de tu desgraciada hija…la voy matar a ella también…lo juro.
—Esta señora esta loca…expresó una de las sirvientas que había escuchado toda la pelea y tragó saliva saliendo de ahí sin ser escuchada.