Eliza había enloquecido, había tomado tantas fotos como pudo, esta convencida de que Maritza y Antonella eran amantes y juraba que esta sería la prueba definitiva para que Andres dejara de prestare atención a su hermana y terminara odiando de una vez por todas, planeaba encontrarse con ellos en su cita y exponer sus pruebas para avergonzarla delante de él
—Jajaja, por fin te darás cuenta de lo sucia que es Antonella y entonces me verás a mi otra vez…mi amado Andres, nos espera una vida juntos jajaja.
Por otro lado, Maritza y Antonella por fin habían terminado de hablar y se despidieron con un abrazo.
—No lo dije de broma, puedes contar conmigo como aliada, pero también como una amiga, eres una persona confiable, yo seré una tumba con tu secreto, lo prometo.
—Te lo agradezco, me gustaría hacerte una advertencia.
—¿Que sucede?—le preguntó Maritza extrañada.
—Acabo de ver a Eliza, mira disimuladamente, ella esta en la ultima mesa, pegada a la pared, usa una peluca negra y unos lentes negros, estoy segura de que nos estaba fotografiando.
—No puede ser… ¿crees que haya escuchado nuestra conversación?—le preguntó ella angustiada.
—No, de haberlo hecho ya tendría otra reacción, debe estar planeado algo, pase lo que pase, guarda la calma, las cosas caerán por su propio peso.
—¿Entonces me quedo de brazos cruzados? ¿Que tal si le cuenta a Hector lo del beso con Samuel?
—No lo hará, ella no tiene idea de lo que sucedió entre ustedes, confía en mí, yo haré que quede como una tonta, por lo pronto, le daré más pan para comer.
—¿Que? ¿De que hablas?
Antonella se acercó a Maritza y simuló darle un beso, dejando a Eliza sorprendida.
—¡Lo sabía!—gritó ella pegando un brinco y se tapó la boca inmediatamente.
Para esto Antonella y Maritza ya estaban fuera de la cafetería y miraron todo por la ventana.
—Te lo dije, esa niña tonta caerá por su propio peso.
—No estoy entendiendo nada…
—Está bien, enfierecerás cuando te enteres.
Maritza y Antonella siguieron sus amino y Eliza salió de la cafetería a toda velocidad y mientras lo hacía le escribió a Andres el siguiente mensaje.
—Necesito hablar contigo, es urgente, llámame cuando estes libre, te quiero, no lo olvides, pase lo que pase yo estaré contigo.
Andres recibió aquel mensaje y miró su celular con desagrado, se encontraba terminado una reunión que había tenido con su padre, pues lo estaba entrenando para sustituirlo en los asuntos de su empresa, pues si llegaba a convertirse en presidente, él llevaría la batuta por los próximos seis años.
—¿Eliza? ¿Y ahora que quiere?
Andres le respondió que no tenía tiempo para reunirse con ella y fue muy claro en decirle que esa tarde tendría una cita con Antonella y cuando Eliza lo leyó apretó su teléfono y se tragó su coraje.
—No te preocupes, no tienes que venir, yo iré a ti esta misma tarde…
Mientras tanto, Ágata se había arreglado para ir al gimnasio, esta molesta por los comentarios que Octavio le había hecho y quería distraerse un poco, le llamó a varios de sus amantes y organizó un encuentro con uno de ellos para pasar el rato.
—Maldito Octavio, te arrepentirás de haberme comparado con esa mustia, Ángela ya no está, no tienes por que seguirla recordando ¿desde cuando piensas en ella? Creí que yo era tu mundo…—se decía así misma mientras se ejercitaba.
Ágata tenía su mente ocupada maldiciendo a Antonella y a su esposo cada que podía, no se percataba de que Kim se encontraba ahí.
La estaba observando desde donde esta haciendo su serie de pesas y solo estaba esperando el momento donde ella caería.
—Estoy seguro de que esa maquina se estropeará pronto, no tarda en desplomarse.
Kim sabía que lo primero que hacia Ágata en el gimnasio era ir a la caminadora, después se movía a donde estuvieran más hombres y hacia ejercicios de sentadillas delante de ellos, le encantaba ser el centro de atención y una tentación para todo el que al viera-
De pronto, la maquina comenzó a fallar y pasó de estar a toda velocidad a pararse en seco y Ágata salió volando barriga abajo como un costal de papas.
—Maldita sea….—-expresó ella sin airé y muy adolorida.
—¿Estás bien?
—¿Qué?
Ágata se percató de que Kim estaba detrás de ella y el dolor se le fue enseguida, lo miró de arriba a bajo y sonrió por dentro pensando en lo sexy que era.
—¿Podrías ayudarme? Creo que me lastimé el tobillo…—expresó Ágata con voz de niña.
—¿Segura que no fue la nariz la que se te torció? Se ve muy rara.—le dijo Kim aguantando el asco que sentía por ella.
—¿Qué? No eso es…una mala cirugía…
—¿Dijiste algo?
—¡No nalda! Solo que me duele mucho… ¿podrías cargarme hasta esa banca? No creo que pueda caminar…
—Como quieras.—Kim la cargo entre sus brazos y Ágata se aferró a él con fuerza, aprovechó para tocar sus pectorales y sus hombros.
—No cabe duda de que esta como quiere….es como un Samurai, tan musculoso y bien hecho jajaja, que suerte tengo, de esta no se escapa, caerá redondito…. Jejejeje.
—Listo, buena suerte.—le dijo Kim dejándola atrás.
—¡Espera! ¿Ya te vas? ¿No vas a quedarte conmigo?
—No, aun no termino de ejercitarme.
—Pero…
—Llame a su esposo, seguro vendrá por usted.
Kim se ejercitó delante de ella y todo ese tiempo ágata no le quitó los ojos de encima, no podía hacerlo, era demasiado hipnótico, nunca se había sentido tan atraída por un hombre, incluso parecía una tonta.
—¿Como es que existe un hombre tan apuesto?
—Caíste maldita bruja, pagaras por todo lo que le hiciste a Antonella.—se dijo Kim en sus adentros mientras se ejercitaba.