Antonella había cumplido con su deber, entregar a Hector sano y salvo a su familia, pasar desapercibida y desaparecer antes de que alguien la notara, deseaba fervientemente que Hector no se acordara de lo sucedido entre ellos, ella no estaba ingresada en convertirse en su amante y mucho menos.
—¿Papá? ¿Que haces?—Andres se acercó a él y el olor a alcohol le inundó la nariz.—pfff ¿cuando bebiste? ¿Estás bien? Esto no es común en ti…—le dijo Andres mientras lo llevaba adentro.
—¿Donde esta tu madre?—preguntó Hector mareado.
—Esta en casa…furiosa por una tontería de Eliza.—exclamó Andres avergonzado.
Cuando estaba apunto de entrar a su casa, los gritos de Maritza los aturdieron a ambos.
—¡Ay! ¡Maldita desgraciada! ¿Como se atreve a difamarme de esa manera? ¡No quiero volverla a ver en mi casa nunca más! Es una maldita mentirosa, chismosa, incoherente…detestable y demente ¡está igual de enferma que su tía la inmoral esa!
—¿A que se deben esos gritos?—preguntó Hector agarrándose al cabeza.
—¿Donde estabas? ¿Ya escuchaste lo que la estúpida de Eliza dice de mí? Hector…—Maritza enmudeció al verlo pasado de copas, era la primera vez que lo veía a si.
—¿Donde estabas tú?—le preguntó él con seriedad.
—¿Qué?—al notar su mirada Juiciosa, ella se puso nerviosa.
—¿A que hora llegaste?—la interrogó Hector clavándole la mirada.
—Pues…pasé el día con…¡con Antonella! Ahora somos amigas, pero esa mocosa infeliz de Eliza, nos acusa de cosas indecorosas.—se quejó Maritza con rabia.
—¿De que estas hablando?—le preguntó Hector fastidiado de su mentira.
—Es lo que te dije al principio papá…Eliza hizo una acusación muy grabe en contra de mi madre y de Antonella.
—¿De que acusación me hablan?
—¡Toma! ¡Esa grata me acusa de ser amante de Antonella! ¿Puedes creerlo?¡esta loca! ¿Como puede pensar eso de mí? después de todo lo que hemos pasado, de la amistad que existe entre su padre y nuestra familia ¿como se atreve a difamarme? ¡Pudo haber perjudicado tu carrera política con esta mentira!
—¡Deja de hablar como si te preocupara mi carrera política! Ni si quiera te preocupan los rumores que podrías crear en torno a tu comportamiento.
—¡Papá! No es culpa de mi mamá, Eliza inventó todo esto, Antonella es una mujer intachable y…—Hector lo interrumpió de golpe.
—No me refiero a eso, ella sabe bien de que estoy hablando.—declaró él mientras la miraba fijamente y Maritza sintió miedo.
—Déjalo, esta borracho, no sabe lo que dice.—expresó Maritza angustiada…
—M e quiero ir a descansar, hablaremos de esto mañana.
—¡Papá!
Hector subió las escaleras apoyándose del barandal dejando a Maritza y Andres desconcertados.
—Esto no esta bien, estoy seguro que algo malo le pasa a mi padre, él no es un borracho, no debiste de haberle dicho eso.—Andres dejó a su madre y se fue detrás de Hector para asegurarse de que estuviera bien.
—No puede ser… ¿por que me dijo todo eso? ¿Ya se dio cuenta de que me veo con Samuel? No, eso es imposible…él no podría saberlo, he sido muy cuidadosa…—se decía Maritza así misma, mientras se comía las uñas.
Después de un rato, se metió a la alcoba y sus ojos se abrieron en grande cuando no vio a Hector ahí.
—No esta… ¿por que no está?—Maritza recorrió las habitaciones y lo encontró en la de huéspedes y entre abrió la puerta.
—Mamá…cierra la puerta con cuidado, papá esta dormido.
—Andres…me asustaste ¿que haces despierto a esta hora?—le preguntó Maritza tragando saliva.
—No puedo dormir.—le respondió con seriedad.
—¿Sigues molesto por lo que me hizo Eliza? No pienses más en eso, esa muchacha no tiene cerebro, me alivia que no te hayas fijado en ella, siempre creí que tenía hueca la cabeza, es idéntica a esa malnacida de Ágata.
—No es solo por eso, no dejo de pensar en el problema que llevó a papá a embriagarse, eso me preocupa mucho.—dijo Andres pensativo.
—No le des muchas vueltas mi vida, seguro te contará mañana que le ocurre, descansa por favor…—Maritza le dio un beso y se fue.
Por otro lado…
—¡Señorita Antonella! ¿Que carajos hace?—exclamó Kim agitado, la había estado buscando por todas partes.—¿esta loca? La he buscado por todas partes sin éxito, pensando lo peor ¡creí que la tendría que ir a reconocer su cuerpo o algo así!
—Cállate Kim.—Antonella no supo si fue el alcohol lo que le dio la valentía de agarrarlo de la ropa o si estaba cansada de fingir que no sentía nada por él, pero el amor que le tenía fue más fuerte que su orgullo y lo besó apasionadamente dejándolo sin palabras.
—¿Que hace?—le preguntó él con los ojos brillantes.
—Ya estoy cansada de fingir que no me gustas, escúchame bien maldito encanto, por que no voy a repetirlo, eres irresistiblemente hermoso y me encantas.—otro beso apasionado le dio como castigo por tenerla tan enamorada.
—Señorita…
—Ya no me digas así, esta noche quiero que me llames por mi nombre, quiero que seas solo para mí…
—¿Esta ebria?—le preguntó ruborizado.
—Borracha de amor por ti…