Ágata pasó la noche en su coche, le dolía la espalda, no tenía con que lavarse los dientes, con que retocarse el maquillaje, no tenía una muda de ropa, así que estaba de muy mal humor, pero no era eso lo que realmente la tenía desvelada, era el hecho de que ese simplón al que había tenido en la palma de sus manos durante años, al mismo estúpido al que había manipulado para que la dejara en su testamento cuando muriera en lugar de Asus hijas, al hombre débil al que orilló a la infidelidad, al que convirtió en su amante mientras su hermana agonizaba postrada en una cama, al mismo tonto que influenció para que abandonara a su hija recluyéndola en un internado, odiaba el hecho de que Octavio la hubiese corrido de su propia casa, la casa en la que reinó durante tantos años.
—Maldito desgraciado…ni siquiera me llamaste una vez para ver si estaba bien…me dejaste aquí como si no valiera nada…bastardo…—decía Ágata apretando los dientes con rabia.
Ágata necesitaba ir al baño y con toda la pena del mundo, hizo en un árbol a eso de las seis de la mañana, ella odiaba levantara temprano, era floja y consentida y normalmente se levantaba a las diez, tuviera o no obligaciones, pues tenía sirvientas a su servicio que la atendían como una reina.
—Maldición…como es posible que haya orinado en un árbol, ni que fuera un perro callejero…de verdad que esto es inaceptable, ese desdichado de Octavio pe pedirá perdón de rodillas, se arrastrará por mí, ya lo verán…
Ágata pensó que necesitaba hospedarse en un hotel, pues Octavio parecía haberla corrido de su casa enserio, pues intentó burlar a los guardias varias veces para entrar a su casa y estos no se lo permitieron y ella tuvo que irse a buscar un hotel donde quedarse, no tenía familia que la apreciara como para tenderle la mano, ni si quiera una amiga con la que pudiera hospedarse por un tiempo, nadie la quería.
—Al diablo con ustedes ¿quién los necesita?
La viuda negra se dirigió a uno de sus hoteles preferidos, el más lujoso y costoso en el que solía hospedarse en sus aniversarios con Octavio, pensaba que una vez ahí, no tendría de que preocuparse, habría comida ilimitada, spa, donde ejercitarse, masajistas, lo tendría todo, así que caminó confiada hasta la recepción, como ya era conocida, la pasaron inmediatamente para que reservara.
—Es un placer verla señora, no creímos que la veríamos tan pronto ¿quiere que reservemos la habitación de siempre para usted y su esposo?—le preguntó la señorita con amabilidad.
—No, esta vez estaré sola, pasaré unos días de descanso, mi esposo tiene mucho trabajo, así que reserve la misma habitación de siempre pero solo para mí.
—Ok, muy bien, ¿pagará con tarjeta verdad?
—Por supuesto ¿quién carga efectivo hoy en día? Pff.
—Tiene razón, disculpe.
Ágata sacó confiadamente su tarjeta negra, estiró su mano con soberbia y la señorita la pasó en la maquina, varias veces y parecía insistente.
—¿Que pasa? ¿Por que te tardas tanto?—le preguntó Ágata con fastidio.
—Lo lamento señora, pero parece que su tarjeta a sido vaciada, bloqueada o algo así, no tiene fondos para hacer el pago.
—¿Qué? ¿Que tonterías estas diciendo? ¡Dame acá incompetente! Voy a tener que hacerlo yo misma.—Ágata le arrebató la tarjeta y por más que intentaba, el resultado seguía siendo el mismo.
—¿Tendrá alguna otra tarjeta? Podemos probarlas.—le sugirió la recepcionista con una sonrisa fingida.
—¡Claro que tengo más idiota! ¡Pruebas todas!—Ágata le arrojó en la cara todas sus tarjetas y pensaba llena d pánico en sus adentros mientras veía que una a una eran rechazadas.
—No puede ser…¿como es posible? Ese desgraciado me ha bloqueado todas mis tarjetas…¿me he quedado sin un maldito peso?
—Lo lamento señora, pero todas sus tarjetas han sido rechazadas.
—¡Esa maquina esta averiada! ¡Estoy forrada en dinero! ¿Como no voy a tener fondos? ¡llama a tu superior! ¡Quiero hablar con el gerente! Yo soy una de sus clientes más importantes.—declaró a voz en cuello Ágata y le temblaban las manos de lo frustrada que se sentía.
—Sí, enseguida…
El gerente se hizo cargo, pero como Ágata era una cliente de prestigio, llegaron a la conclusión de que esa maquina estaba averiada y no intentaron en otra, puesto que ellos mismos sabían bien que ella era la del problema y decidieron dejarla pasar para que su esposo pagara en cualquier momento, pues ella afirmaba que él se haría cargo, así que después de un bochornoso momento, ágata por fin entró a su habitación y lo primero que hizo fue atiborrarse de todos los platillos y postres que pidió, se metió a la bañera, llamó a un masajista y se dio la gran vida.
—Voy a disfrutar de todo esto mientras pueda, ya encararé a ese maldito para que me de una explicación, dejaré que se le pase el enojo, pues aunque la idiota de Eliza haya dicho que me vio con Kim, no tiene ninguna otra prueba que realmente me acuse.
Mientras esto pasaba, Eliza había tratado de pasar una buena noche, pero le fue imposible, pensaba con tristeza y arrepentimiento todo lo que había dicho y hecho contra Maritza, le dolía pensar que Andres pudiera despreciarla toda su vida, ese sería un castigo que ella no podría soportar.
—No sé que hacer…necesito el consejo de alguien que me ame…pero alguien que me ame de verdad…me pregunto si mi padre querría hablar conmigo después de lo que le dije ayer…
Eliza se levantó de su cama, aun tenía la pijama puesta y cuando bajó al comedor, no vio a su padre, fue hasta que llegó a la sala de estar cuando vio lo decaído que estaba.
—¿Papá? ¿Estás bien?
—No…
—Perdón…es mi culpa, hice cosas que no estuvieron bien con la familia de Andres, especialmente con Maritza y…
—¿Realmente viste a Ágata con otro hombre?—le preguntó su padre sin rodeos.
—Si, no mentí, te lo juro…yo la vi abrazada de otro hombre, uno más joven que ella y…no es la primera vez…—confesó Eliza cabizbaja.