Tiempo a tras antes de que Eliza escuchará las palabras de su padre…
—Ya deja de llorar, se te van a hinchar los ojos y tu odias eso.—le rogó Andres con compasión, pues realmente Eliza lloraba a mares.
—Lo siento…no puedo…me siento muy avergonzada por lo que hice y al mismo tiempo estoy feliz por tu comportamiento dulce…—decía Eliza sollozando.
—La verdad estaba muy enojado contigo, te confieso que desee no volver a saber nada de ti, me sorprendió mucho la forma en la que actuaste, no sabía el por qué de mi gran molestia, pero llegué a la conclusión de que es por el afecto que te tengo.—dijo Andres pensativo y los ojos de Eliza se iluminaron.
—¿Afecto?
—Si, creo que el hecho de que nos conozcamos desde niños nos ha hecho más que amigos, somos familia nos guste o no…
—Ah, entiendo…tú me vez como a una hermana…—le dijo Eliza decepcionada.
—Iré por un té para que te relajes, no está bien que estes tan alterada, ya te dije que te perdono.
—Esta bien…muchas gracias por todo…—le dijo Eliza sosteniéndole la mano, era la primera vez que Andres la notaba tan bonita y se fue con rapidez y sin mirarla de regreso.
—¿Que me pasa? ¿Por que Eliza de repente me parece tan tierna?.—se preguntó Andres en sus adentros y las orejas se le pusieron rojas.
Mientras esto pasaba, Eliza se desesperó y se puso a caminar cerca de ahí para despejar su mente, pero entonces escuchó la voz de su padre y la curiosidad de saber por que lloraba la llamó y entonces conoció parte de la verdad, no le importó que Maritza estuviera escuchando a unos cuantos pasos de ella, por eso escuchó todo con claridad y casi se desmaya.
—Eliza…—Maritza se acercó a ella con rapidez y le tapó la boca para sacarla de ahí y que no las descubrieran.
Eliza sollozaba, no sabía que hacer con toda esa información.
—¿Que haces aquí? ¿No estaba Andres contigo?—le preguntó Maritza mirando a todos lados buscándolo.
—¿Mi papá que?—balbuceó Eliza temblorosa y como pudo, Marita la sacó de ahí.
Eliza se esforzó mucho para no llorar, pero una vez que Marita la llevó a la casa, Andres dejó caer la taza al suelo, por que las vio muy mal.
—¿Que pasó mamá? ¿Que tienen?
—¡Apresúrate! Ayúdame a subir a Eliza a mi habitación, no, mejor a la tuya, esta muy mal siento que va a desmayarse.
Y dicho y hecho, Eliza se desplomó en los brazos de Andres y este junto a su madre, la llevaron a la habitación para recostarla y mandaron a las criadas or alcohol para que Eliza pudiera despertar.
Mientras Eliza estaba inconsciente, su alma y su mente pensaban en todo lo sucedido.
—¿Como es esto posible? ¿Estaba soñando? ¿Acaso todo fue una pesadilla? ¿Ágata no es la villana que pensamos y mi padre no es un monstruo? Ojalá fuera sí…¿que pasará con todo este resentimiento? ¿Que haré con tanto enojo? ¿Que tipo de justificación puede tener mi brutal comportamiento? —pensaba Eliza en su interior cuando de pronto, un fuerte olor a alcohol la trajo de vuelta.
—¡Eliza!
—¿Estás bien Eliza?—le preguntó Andres angustiado.
Eliza se paró de golpe, aunque Marita le decía que se recostara, ella no pudo hacerlo.
—Mi papá y esa mujer fueron amantes…todo este tiempo llame madre a la mujer equivocada…Ágata fue amante de mi padre antes de que mi mamá biológica muriera…mientras ella aun estaba en cama, muriendo lentamente…ellos se burlaban de mi mamá en su cara ¿por qué? ¿Como pueden ser tan descarados?—decía Eliza entre lagrimas.
—Tranquilízate Eliza…no deberías juzgar a tu padre de esa manera.—le dijo Maritza identificada.
—Yo lo escuché…él fue un patán con Ángela…mi verdadera madre y yo…yo fui una desgraciada con Antonella…
—¿Lo sabes?—le preguntó Andres preocupado.
—Si…Ágata fue la culpable de que enviaran a Antonella al extranjero, la recluyeron en un internado como una prisionera…ella apenas tenía cinco años…¿que clase de bestias recluyen a una niña pequeña en un internado del otro lado del mundo? ¿No la amaban ni si quiera un poco?
—Antonella ha sufrido mucho, ella regresó para poder recuperar el tiempo perdido, desde el principio solo ha querido ser amada por su hermana y su padre, incluso dejó atrás su rencor contra Ágata y le dió una oportunidad, pero a excepción de tu padre, solo ha recibido rechazo.—explicó Andres y su madre hizo una mueca de nervios.
—Definitivamente mi hijo no puede estar más equivocado, Antonella solo quiere llevarse al infierno a estos tres…—pensó mientras tragaba saliva.
Todo había sido como un balde de acido sobre la cabeza de Eliza, se apretaba los dedos y caminaba de aquí para allá tratando de procesarlo todo.
—Tomate el té niña, no quiero que te vuelvas a desmayar.—le pidió Maritza al verla tan pálida.
—No puedo…ya les pedí perdón a ustedes y debo hacer lo mismo con Antonella…pero no sé como…no creo que quiera verme después de todo lo que le he hecho.
—¿De verdad vas a pedirle perdón a tu hermana?—le preguntó Andres lleno de admiración.
—¿Y como no? Es mi deber…así como fui valiente para tratarla tan mal…por lo menos debo decirle que lo lamento y entonces esperaré cualquier cosa, cualquier bofetada, cualquier golpe, humillación, lo que sea será bien recibido de mi parte…no merezco ningún tipo de afecto de su parte.—expreso Eliza mientras se hundía en la culpa.
Andres jamás la había visto tan determinada en algo, tan madura y responsable de sus actos, esto hacía que la respetara y su afecto crecía sin darse cuenta.
—¿Puedo pedirles un favor?—les preguntó ella mirándolos fijamente.
—¿Que necesitas?—le preguntó Maritza al verla tan seria.
—Díganme donde vive Antonella, pienso ir a buscarla ahora mismo.
—Yo te llevaré a su casa…pero ¿estás segura de esto?
—Si, llévame a su casa por favor.
Mientras esto ocurría, Antonella se encontraba desayunando con Kim en el jardín, no se cansaban de expresarse su amor, estaban tan enamorados que parecían unos recién casados.