Capítulo: La gardenia entre mis páginas

La universidad estaba llena de flores, abrazos, y ruido. Olivia se veía hermosa con su toga y birrete, pero había algo más que eso: una calma nueva, una luz suave en los ojos. Había logrado llegar hasta allí, aunque muchos días creyó que no podría.

Sus amigas la rodeaban, emocionadas, tomándose fotos, riendo, llorando. Alejandra se acercó con los ojos brillosos.

—¿Estás bien? —le preguntó mientras ajustaba su birrete.

—Sí... pero siento que algo falta —susurró Olivia.

No lo decía con tristeza. Era solo un hecho. Tom no estaba ahí, al menos no físicamente. Pero ella sabía que, de alguna forma, él no se lo perdería.

Después de las ceremonias, los discursos y los aplausos, Olivia decidió caminar sola un momento. Se apartó del bullicio y fue al jardín que quedaba al costado del campus, uno que solía visitar con Tom cuando iban a estudiar juntos.

Se sentó en una banca. Cerró los ojos. Respiró hondo.

Y cuando los abrió, ahí estaba.

Sobre el banco, a su lado: una gardenia.

Fresca. Blanca. Intacta.

Su aliento se detuvo por un instante. La tomó con cuidado, como si pudiera deshacerse si la apretaba demasiado.

—Sabía que vendrías —susurró, sonriendo con los ojos llenos de lágrimas.

En ese momento, el viento sopló suave. Como una caricia. Como si alguien le revolviera el cabello con ternura. Como Tom solía hacer.

Olivia sacó la libreta que había llevado en su bolso, la misma donde escribía sus cartas. La abrió en una página en blanco y colocó la gardenia en el centro, presionándola entre sus palabras pasadas.

Y escribió:

"Lo logré, Tom. Lo logramos.
Gracias por no soltarme.
Gracias por aparecer en cada jardín que pensé que se había marchitado."

Cerró la libreta.

Volvió con sus amigas.

Y celebró. No con una ausencia, sino con una presencia invisible... pero más real que nunca.