Estábamos fondeados en un pontón entre dos islas una de ellas se llama Yalac, en el
contorno de dichas insulas el mar con su moviento de mareas continuas le había prohibió a las rocas cubrirse, por lo tanto, la vegetación conocía dicho límite y no lo transpasaba. Estas islas son totalmente solitarias, cual corazón herido en medio del desierto, allí jamás habrá una historia de amor, tal vez las aves... Pero no estoy seguro que ellas sepan amar.
Cada día inquiría en las cumbres, luego continuaba hasta la línea que marcaba el último árbol, inspecciona las depresiones que se expresaban como zanjas siempre verdes. Pero nunca registre cambios en su semblante lleno de naturaleza, entendía que estos existían pero eran tan ínfimos, no los podía apreciar, pensé entonces; si vuelvo dentro de 10 años seguramente podré encontrar esos cambios que tanto he buscado a simple vista.