Estoy tiesa como una estatua, en realidad, no sé qué hacer o decir, osea, ¿Qué haces cuando el padre al cual no has visto por trece años aparece en la puerta de tu casa?
Pues en mi caso sé que quiero correr ¿se verá muy raro si lo hago?
— ¿No me vas a invitar a pasar?—dice él con nerviosismo. Su pelo está más canoso y tiene más arrugas. Al parecer el tiempo no pasa en vano.
— ¿Qué haces aquí?—respondo con recelo en mi voz.
El ríe sin ganas.
—Este sin duda no es el recibimiento que esperaba.
Ahora es mi turno para reír sin ganas.
—No te he visto durante trece años ¿Qué esperabas? ¿Besos? ¿Abrazos? ¿Llanto? Déjame decirte que no—me asombra lo herida y fría que sale mi voz.
Sus ojos encuentran los míos, el parece herido.
—Yo—hace una pausa—, yo solo quería saludarte para tu cumpleaños dieciocho—su voz parece cansada y triste.
No seas grosera, al menos deja que pase. Me dice una voz en mi cabeza.
Doy un suspiro de frustración, pero en realidad sé que si me pongo a gritar en la entrada de la casa, los vecinos tendrán para chismosear durante semanas.
—Entra—dijo, haciendo un gesto con mi cabeza.
Papá deja escapar un suspiro de alivio. Ambos entramos en la casa, pero él se queda de pie en la entrada, admirado cada detalle. Le pregunto si se quiere sentar, pero él niega con la cabeza. Supongo que presiente que no se quedara por mucho tiempo.
—Entonces ¿a qué venias?—pregunto ya no tan molesta.
Él se gira para verme. Ahora que lo veo mejor, no ha cambiado mucho, si está más viejo, cosa que note a penas lo vi, pero su mirada y sus gestos siguen siendo los mismos, tal y como lo recordaba.
—Yo he querido hablar contigo desde hace mucho tiempo—se detiene un momento y me mira fijamente—, es solo que no encontraba el momento adecuado.
Yo tampoco me siento, estoy frente a él con los brazos cruzado y solo lo observo. Ahora que lo tengo frente a mí me doy cuenta de que deseo decirle muchas cosas, pero más que nada, deseo gritarle, aun así, las palabras se niegan a salir.
—No era necesario que vinieras. Si no te molestaste en llamar en estos trece años—lo miro de forma muy fría—no veo que diferencia hace tu presencia ahora—se me hace un nudo en la garganta, pero trato de estar firme.
—Sé que no he sido el mejor padre—comienza a decir, pero lo interrumpe mi risa, la cual está a un paso de transformarse en llanto.
— ¿Qué no has sido el mejor padre?—digo con la voz casi rota—No me llamaste, no me visitaste en todos estos años, y si no lo hiciste, es porque no te interesaba saber nada de mí.
El hace un gesto negativo con la cabeza.
—Yo quería verte, pero…— su frase queda interrumpida y sus ojos se rehúsan a mirarme.
— ¿Pero?—pregunto, incitándole a que me dé una explicación.
El sigue en silencio.
— ¿acaso mamá te lo impidió? ¿O acaso yo te prohibí verme?
El negó con la cabeza.
—Entonces no veo el impedimento para ver a tu única hija, si no me visitaste es simplemente porque tu no quisiste—dije con la voz cargada de odio que no creí tener.
Papá alza su mirada y veo que está herido. De pronto comienza a caminar los pocos pasos que nos separan, se detiene a centímetros de mí y saca una pequeña caja como la que mamá me ha dado esta mañana.
—Feliz cumpleaños—dice y su voz está repleta de tristeza.
Dudo sobre recibirlo, pero aun así la tomo de sus manos.
Ambos nos miramos un rato hasta que el sonido de la puerta rompe nuestras miradas entristecidas.
—Ella no tiene que saber—dice mamá mientras entra en la casa acompañada de Robert.
Cuando ella ve a papá se congela en su sitio.
El silencio más incómodo del mundo se hace presente, siendo papá el primero en hablar.
—Hola Elizabeth.
Mamá enmudeció, pero Robert no.
— ¿Y usted es?—pregunto Robert estirando la mano.
—Soy su ex esposo—papá señala a mamá—y también soy el padre de Melody.