Abro mis ojos al sentir que la luz de la mañana me llega directo a los ojos. Me siento en la cama y me llevo una mano a mis ojos. Se me escapa un bostezo, y sin ser invocados, los recuerdos de la noche vienen a mi mente.
Dejo salir un suspiro y una sonrisa se forma en mis labios. Por fin estoy conociendo mas cosas de Mark, y por alguna razón me hace sentir bien, jamás creí que esto fuera a pasar en este universo. Aun tengo la sonrisa en mi rostro, pero esta se enancha cuando descubro que no tengo dolor de cabeza.
Toco debajo de mi almohada y tomo mi celular para ver la hora. Me sorprendo al descubrir que aun es relativamente temprano. Miro a mi derecha en dirección a mi mesa de noche, allí, hay un vaso de agua medio lleno y un recipiente vacío de pastillas.
Frunzo mi ceño y trato de hacer memoria, no recuerdo haberme tomado la pastilla. A un así, me encojo de hombros y le resto importancia.
Como cada mañana, me dirijo al baño con mi ropa. Abandono mi habitación, pero me detengo al ver la puerta de la habitación de Mark, sin darme cuenta estoy sonriendo otra vez. Cuando me doy cuenta de que parezco loca, niego con la cabeza y me dirijo al baño.
Cuando me termino de duchar, voy a mi cuarto para secarme el cabello, ya estando lista mi estómago con un rugido me recuerda que no he comido nada.
Como flash, me apresuro a bajar las escaleras para ir directamente a la cocina. Ésta, está vacía y de pronto siento una ligera decepción al ver que Mark no esta aquí como cada mañana.
Analizo mis opciones y como valoro mi vida, decido comer cereales. Si me preparo huevos existe la posibilidad de que provoque un incendio, y no, muchas gracias.
—Pensé que sería el primero en despertarme—dice la familiar voz de Mark.
Me giro hacia él con una sonrisa. —Pero fui yo quien te ganó—me río.
El coloca los ojos en blanco y camina hacia el congelador. Yo me llevo una cucharada de mis cereales a la boca mientras lo veo sacar la caja de leche. Al parecer Mark tampoco está de ánimos para cocinar.
— ¿Qué harás hoy? —pregunta Mark mientras se sienta frente a mí.
Me atraganto con mis cereales y casi se me escapa la leche por la nariz. Aun así, creo que supe disimular bien porque solo me encogí de hombros. A decir verdad, no tengo planes.
—No tengo panorama. De hecho, había pensado en quedarme en casa—me río.
— ¿Aún no comienzas a trabajar? —me pregunta Mark.
—Aun no. Comienzo a fines de agosto, estaré una semana a prueba después de que la hija de la dueña de la tienda se vaya a la universidad.
Mark se ríe y yo frunzo el ceño. — ¿Qué es tan gracioso?
—Tu estas obsesionada con los libros, pensaba en que no creo que alguien pueda hacer mejor ese trabajo que tú.
Abrí los ojos ante su comentario, ¿de verdad eso que acabo de escuchar es un alago?
—Tú siempre estás leyendo o mirando esas series ridículas tuyas—sigue diciendo, al parecer no se ha dado cuenta de su comentario—. Simplemente creo que eso de trabajar en una librería se te da bien.
Los ojos de Mark se encuentran con los míos y de pronto un cálido sentimiento me comienza a invadir por todo el cuerpo.
Mark al ver que no contesto me sonríe, eso me quita por completo el habla. En realidad, no sé qué constar a pesar de que en mi mente estoy tratando de buscar palabras. Abro la boca para contestar algo poco coherente, pero soy salvada por la vibración de mi celular.
Es un texto de Teresa.
“Hoy me desperté con la idea de pasar el día contigo, pero me siento del asco. Creo que tengo gripe.”
Con el ceño fruncido tecleo una rápida respuesta.
“¿quieres que te valla a ver yo?”
Una rápida respuesta me llega.
“No es necesario, no te quiero contagiar”
Mi ceño se profundiza. Ella nunca se ha negado a una visita mia.
“¿Segura que no quieres que valla?”
Su mensaje llega enseguida.
“ntp, estaré bien. Ya mñn ven a verme”
— ¿Qué pasa?—pregunto Mark con el ceño fruncido.
Niego con la cabeza. —Teresa está enferma.
— ¿Irás a verla?