Todos dicen que las bestias son unos horribles seres llenos de pelos que les cubren todo el cuerpo, con colmillos como los de un lobo, ojos negros, rojos o amarillentos.
Nada de eso se comparaba con el, el no era un Bestia físicamente, tenía el cuerpo de una persona cien por ciento normal, excepto sus ojos, el color fuego intenso con una pupila roja resaltaban en sus ojos haciéndolo ver misterioso y aterrador.
Pero su actitud... Era idéntica a la de una, pasaba todo el tiempo malhumorado, sus ojos reflejaban; enojo y maldad.
Nunca sonreía, podría pasar el momento más divertido que existiese y sus labios no daría señal de ella, mucho menos sus ojos, jamás se vio ese brillo de alegría que se encuentra en una persona o cualquier ser viviente cuando algo le agrada o le hace querer sonreír.
Su imagen de alguien frío, sin sentimientos alguno ni remordimiento vivía siempre en su hermoso rostro.
Por que si, el era tremendamente hermoso, aún con su imagen de querer matar a todo el mundo con sus propias manos no quitaba esa belleza que le fue concedida.
El era una bestia, una bestia que vivía en su interior, una que jamás le dolería el dolor ajeno, que jamás sentiría algún remordimiento, sin lastimas, o ni siquiera amor, nada de eso vivía en el.
Pero aún así lo encontraba como una persona, una que tuvo que haber sufrido mucho.