Viviendo entre muertos

Capítulo I: el nuevo génesis. Día 1.

-Esta vez sí que nos mataran. -Dice Francisca-. Me voy, ¡Me voy!.

-Será divertido. -Dijo Justys subiéndose al carrito de supermercado-. Se que quieres hacerlo.

Francisca no pudo aguantar su sonrisa. Queríamos que este día fuera divertido no como los otros, no ha sido la mejor semana para nadie y como lo iba a ser el mejor día sin la compañía de nuestras amigas, cuales estaban tras del basurero con ruedas mientras Justys y yo estábamos dentro del con una rama que se cayó de la palmera del liceo agitándola a todos lados. Los auxiliares cortaron 3 de 4 paredes del tarro para cargar cosas. Nosotras lo ocupábamos como transporte.

-Cuidado, basura pasando. –Dijo Francisca y reímos sin ofendernos-.

Ingrid empujaba el carrito y todas las demás chicas corrían tras nosotras. Paseábamos por entremedio de la feria que realiza el liceo anualmente para celebrar la primera junta nacional de gobierno unos cuantos días antes. Nos lanzamos por el parte donde las personas con sillas de ruedas bajan para poder agarrar vuelo.

-¡Permiso!. –Grité, pero aun así la gente no se quitaba y al final tuve que golpearlas con la rama-.

- ¡Vamos muy rápido!. -Dijo Justys-.

- ¡No importa!. -Replicó Ingrid aun empujándonos más-.

Comenzamos a cantar a gritos la canción We are Young de Fun, excepto Sigrid que era la única que no se sabía la letra.

 

I’ll carry, you home
¡Tonight!
We are young
so let’s ser the wold on ¡fire!
We can burn ¡brighter!
Than the ¡sun!

 

Íbamos tan rápido que las demás chicas se quedaron atrás. Rebotamos en una reja y nuestra dirección se desvió.

- ¡Frena!. –Dije-.

- ¡No puedo!. -Aseveró Ingrid-.

Ella se tuvo que afirmar y levantar sus pies del suelo con los que nos empujaba. La sujetamos fuertemente y la pasamos por la única pared que había, se sentó en medio de nosotras. Íbamos directamente contra un puesto de choripanes.

- ¡Ah!. -Gritamos las tres antes de aterrizar-.

Chocamos bruscamente con el puesto y salimos volando del carro. Caímos juntas. La parrilla cayó esparciendo los cupones encendidos manchando el piso. Aparecieron las demás chicas y comenzamos a reírnos adolorida. Nuestros uniformes estaban más sucios de lo normal. Aunque fuesen oscuros la mugre se notaba. Miré la rama de la palmera que comenzó a incendiarse con el fuego de la parrilla. Me levanté y recogí la rama en llamas. Se encendió frente a mi cara.

-Agua. ¡Agua!. -Dije agitándolo-.

La gente desapareció de mí alrededor. Corrí a uno de los puestos de papas fritas, tiré la rama al suelo y le eché un balde entero de agua que entremedio tenía papas cortadas. Todas cayeron al piso, pero al menos apagamos el fuego. La encargada de este puesto me miró casi juntando sus cejas por completo. Le mostré una sonrisa torcida. Me miró enfadada al igual que el resto del mundo al formar un círculo alrededor de nosotras. No era de menos todo lo que hicimos. Como dicen: Después de la risa, viene el llanto.

-Lo siento. –Susurré-.

Nuestra profesora jefa del curso se fue agachando su cabeza. Todos dirigen sus miradas y silencios a nosotras. Al momento de esparcirse, entre la multitud vi a Leonidas con una rosa en su mano derecha. Me salí del grupo para ir con él a darle un tierno beso. Me rodeó con sus brazos.

-¿Y esto? ¿Para mí?. –Dije y él sonrió-. Creí que no vendrías.

-Cómo siempre. –Solté una carcajada-. ¿Por qué estás tan sucia?.

-Me metí en unos problemas. Quédate cerca, vengo luego. –Él mordió su labio inferior-.

-Lo haré.

Fui al baño en donde estaba Ingrid y Justys quitándose la mugre de encima. Comencé a limpiarme la cara y estaba hecha un desastre.

-El profesor quiere vernos. -Habló Francisca-.

No me sorprendería lo que nos dijeran, siempre era lo mismo. Cassette repetido.

Al estar más limpias fuimos a una sala a solas, las chicas estaban más nerviosas que yo. Nos colocaron en fila una junta a otra. Me apoyé en el pizarrón cruzada de brazos.

- ¡En que pensaban!. -Dice el mirándonos a los ojos cada segundo-. Fue peligroso lo que han hecho. No solo para ustedes, también para los invitados. Tendré que llamar a sus padres. -Dijo y agacho la cabeza ya que todo esto ha sido mi idea-.

-Podría llamar solo a mi madre y dejar a las chicas tranquilas...yo tuve la idea y las incité a hacer esto...solo dañen mi hoja de vida. -Él me mira decepcionado-.

-Aun así, por seguirte tendré que llamar a sus apoderados. -Dice obligándonos a sentarnos-.

Tocaron la puerta algo desesperado. Él la abre y aparece el inspector asomando su cabeza y con su mano doblada como siempre. Con su presencia creí que esto se pondría peor para nosotras.

-Tienes que ver esto. -Le susurra el inspector al profesor-.

-Niñas espérenme aquí. –Dijo antes de cerrar la puerta y largándose de nuestra vista-.




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