Viviendo entre muertos

Capítulo VI: Condenados y carnadas, día 16.

-Acércate silenciosamente. -Me dijo Benjamin mientras tenía su mano en mi hombro-.
Comencé a acercarme lentamente al conejo que estuvimos siguiendo por todo el bosque. Me puse entre los arbustos y apunté con mi arma silenciada.
-Ten cuidado. -Susurró-.
Sentía su respiración muy cerca de mí. Hacia el quite, pero él se acercaba más. Era molestoso.
-Podrías...alejarte un poco. -Dije y él me obedeció-. Gracias.
Apunté y le dí al maldito conejo. Celebré en silencio. Pobre animal. En medio de su relajada caminata, una bala le sorprenda al dar la espalda. No quiero terminar como ese conejo.
-Bien. -Dijo Benjamin acercándose al animal guardándolo en mi "mochila especial para cadáveres". Ya llevábamos tres, aunque los otros dos los atrapó él-.
Las cosas han ido cambiando. Hace tres días la comunidad decidió mandar a personas voluntariamente a fuera para buscar cosas, solo en lugares más despejados de los "difuntos activos" como muchos le hacen llamar, prefiero el término infectados, por 30 minutos puedes buscar lo que quieras en parejas solo estando cerca de una camioneta blindadas que nos traían y dejaba en el centro comercial.
-Es hora de volver. -Dije mientras caminaba en un bulto de hojas-. 
-Claro. -Respondió Benjamin-. 
Él se me acerca solo cuando estoy sola. Especialmente en la cocina o en la fila para recibir el desayuno, me ha ayudado a mejor mi puntería.
Pisé un montón de hojas y ramas sobre puestas en un agujero en el que caí. Desgraciadamente no estaba sola. Un infectado se abalanzo sobre mí, pero lo empuje. Manchaba mi ropa tratando de mantenerlo lejos de mí. Me olía y trataba de morderme. 
-¿¡Hannah!?. -Escuche a Benjamin desde arriba-.
Saqué el hacha que tenía amarrada a mi pantalón. Se la enterré en su cabeza, pero no logre atravesarla lo suficiente. Coloqué mi pie en su pecho para mantenerlo alejado mientras que trataba de rajuñarme, eran fuertes. Le di otra vez sujetando el hacha con ambas manos y ahora si pude acabar con esa infectada bestia.
-¿Estás bien?. -Nuevamente escuché a Benjamin-.
-Ahora sí. -Dije-. Extiende tu mano-.
Comencé a saltar para agarrar la mano de Benjamin. Al final pude sostenerla y él me subió. 
-¿Por qué traes sangre?. -Dijo-. ¿Te…mordió?
-Infectado, abajo, sola, hacha. -Dije resumiendo todo con un gesto irónico. Traté de limpiarme-.
-Llevas esa cosa a todos lados. Gracias a dios que estas bien, tu novio me mataría si te pasara algo. -Él rio, pero yo mire a otro lado seria-. ¿Están las cosas bien?. 
Asentí con la cabeza. Aun me mantenía al margen con esta gente. 
-Hay que tener más cuidado al pasar. -Dijo volviendo a nuestra rutina-.
-¿Lo dices por mí?.
-Lo digo por ambos. -Se colocó delante de mí para mirarme a los ojos y seguir caminando luego de unos segundos-.
Qué raro el hecho que haya un infectado en un agujero. Entiendo que debió de ser una trampa, pero, ¿para quién? No creo que otro infectado haya puesto las hojas y ramas sobre ella. En algo que pensar este día, y mucho más si nos ponemos a pensar, en un lugar desolado de humanos. 
Llegamos a la camioneta en el que solo faltaba una pareja en llegar. Oswald y Francisca ya estaban arriba.
-¿Han cazado algo?. -Les pregunté y ellos negaron con la cabeza-. 
-¿Y ustedes?. -Pregunto Ingrid-.
-Matamos al conejo Bugs Bunny y sus hermanos. -Dije y reímos los tres dejando a Oswald a un lado que tenían si mirada y mente en otro lugar-. 
Al llegar al centro comercial encontramos a una multitud en medio del lugar frente a Karen que estaba sobre una mesa. 
-¿¡Acaso dejaran que mueran!?. -Dijo una mujer de la multitud-.
-Claro que no. -Respondió Karen-. Nadie quiere eso.
-¡Piensen en los niños!.
-¡Qué será de nosotros!. 
-Lo resolveremos pronto, pero por ahora, necesito que estén calmados. -Habló Karen moviendo sus manos antes de largarse-. 
Comenzaron los murmullos. Me acerqué a Ingrid. La gente se esparcía rápido en el lugar y todos estaban disgustados. 
-¿Qué sucede?. -Pregunté-.
-Están peleando porque no queda lo suficiente para todo el mundo. –Respondió-.
Fui a la cocina para dejar al conejo y anotar lo que logramos conseguir. Cuando escribía en la hoja de anotaciones sentí que alguien colocó sus manos en mi cintura y un beso en mi mejilla. Miré y noté la gran sonrisa de Leo. Traía un delantal sucio sobre él. Trató de abrazarme, pero lo aleje un poco ya que yo también estaba con sangre. 
- ¿Qué te paso? ¿Estás bien?. -Su cara cambió por completo-. 
Asentí con la cabeza y sonreí. Tomó de mis mejillas y me besó. 
-¿Cómo va todo en la cocían?. -Pregunté-.
-Muy bien. Todo muy bien. Me han enseñado bastante. -Solté una risa-. ¿Cómo te fue? En general.
-Bien. Benjamin me enseñó a tener una mejor puntería. 
 -Ese chico no me agrada. Tiene malas intenciones. 
-¿Estas celoso?. -Me acerque a él para besarlo-. Solo ahora quiero estar contigo. 
-Dios mío, eres tan hermosa. -Solté una risa mientras me sujetaba. Olía a carne-.
-Tengo que ir a cambiarme. Te veré luego. ¿Sí?. -Asintió. Le costó soltar mi mano, pero tuve que alejarme de él-.
Fui a nuestra habitación. Nuestra pequeña comunidad ya se estaba formando, teníamos una pequeña escuela para los niños, cazadores, cocineros y más gente de ayuda. 
Antes de que Batman llegara le envolví su regalo de cumpleaños, le he de regalar una gorra que busque en la otra parte del centro comercial. Escondí el paquete en mi mochila. 
-Hannah, nos busca Karen en su oficina. -Me dijo Francisca al aparecer por la puerta-.
Caminé junto a ella a un lado sin decir ni una palabra. De un lado escuchamos un grito de dolor. Era espeluznante, vi como la enfermera se alejó de ahí. Venía a nuestra dirección una mujer salió llorando desconsolada junto a un hombre de la sala de enfermería. 
-¿Que le ocurre?.
-Su padre murió. No teníamos nada que hacer. Él ya venía infectado.
Ella me vio de pies a cabeza, se alejó de mi sin mirarme. Seguimos nuestro camino con Francisca hasta la oficina. Golpeamos la puerta. Nos saludamos y nos hizo sentarnos a ambas frente de su escritorio. Karen traía una sonrisa de oreja a oreja. 
-Hola chicas. -Dijo ella amable-. Ya saben lo que está sucediendo aquí ¿No?.
-Faltan alimentos y medicina. -Respondió Francisca-. La gente está como loca. 
Ella asintió con la cabeza acercando su silla a nosotras. Me crucé de brazos y la miré a los ojos en todo momento.
-Pensaran "¿Como es posible?". La respuesta es que el lugar fue saqueado antes de llegar. Y con lo que teníamos bastaron dos semanas y unas 100 personas para acabarla. Pensamos que, para acabar con esta necesidad por el momento, se nos ocurrió que en enviar a ciertas personas para ir al hospital más cerca y traer lo que necesitamos, y ustedes son una de las elegidas. Las medicinas son las cosas que más necesitamos ahora. Hay bastantes personas enfermas.
-¿Al hospital? Debe ser el lugar más repleto de estas cosas por toda la cuidad y nos enviara ahí, ¡es una misión suicida!. -Dije-.
-Lo sé chicas, pero deben de ponerse en mi lugar...
-¿Acaso usted va a ir?. -Dijo Francisca aguantando su rabia-. 
Ella negó con la cabeza. 
"Ponernos en su lugar", que ella lo haga por nosotras, que sea una persona empática. Miré a Francisca, no puedo creer esto, ¿están locos? Debe ser que nos querrán muertos.
-¿Porque nosotras?. -Dije-.
-Elegimos a los mejores con Claudia y José.
-Me siento alagada. -Hablé con sarcasmo-. 
-Solo sacamos al azar. -Francisca soltó un suspiro-. 
-Qué pasa si me niego.
-Eres desterrada del lugar. -Abrí más los ojos al levantarme de la silla y le sonreí falsamente-. Y a todos los que están contigo.
Arrugué mi frente. Estoy segura que esa ley la acaba de implementar en su cabeza.
-Bueno. “Que me sigan los buenos” decía mi padre. -Francisca me miró de reojos y Karen formó una línea en sus labios-. 
Coloqué los ojos en blanco. Me acerqué a su escritorio y me apoyé en ambas manos. No puedo creer que haríamos esto. En realidad, que estábamos obligadas a hacer esto. Miré de reojos a Francisca. Sobre mi cara con las palmas de mis manos y asentí con la cabeza. 
-Solo lo haré si en algún caso hipotético, uno de nuestro grupo se enfermara, tendrá más privilegio que otros. -Aseveró Francisca-.
-¿Porque haría eso?. -Karen junto ambas palmas-. 
-Porque usted es la que nos quiere mandar ahí. -Replique y ella trago saliva-.
Ella asintió lentamente y nos entregó una hoja donde debíamos poner enumerados nuestros nombres. 
23-Francisca G.
24-Hannah Dv.M
Mire el demás nombre por si se me hacia otro familiar y estaba Benjamin con Eduardo.
-No pueden llevar ninguna pertenencia, las quiero mañana a las 6 a.m. -Le entregamos el papel a Karen-. Pueden retirarse.
Le damos la espalda y salimos de su oficina. A la derecha de la puerta había una fila larga para ver a Karen, debe haberse formado luego de entrar, por lo que veo, seríamos las más jóvenes. 
Volvimos a nuestra habitación y Rocco saltó a mis brazos contento con su lengua a un lado como siempre. En nuestras salidas hemos encontrado más mascotas como perros, gatos, Incluso un pez dorado en una botella, ahora Rocco no está solo en la comunidad. 
De unas cajas saqué ropa limpia y me dirigí al baño. Me quité la ropa y me metí bajo el agua helada. Me duche rápidamente ya que hoy Batman cumplía 11 años y le preparamos algo pequeño en nuestra habitación. Le pedí a Paola, la pastelera, que, si podía hacer una torta, ella excedió contenta. Fui a buscarla después de dejar mi ropa en la lavandería y luego volví a la habitación. Saqué mi regalo de la mochila y lo eché en una bolsa. En el camino pude sentir por el altavoz como sonó la voz de Karen que decía: "Francisca Gómez, planta subterránea". Francisca no tomó importancia. No quería perderse esto.
-Están listos. -Todos asintieron-. 
Oswald trajo a Batman con los ojos tapados. Al momento de destapar sus ojos todos gritamos:
-¡Sorpresa!.
Se ilumino su rostro. No era un cumpleaños normal. No había gorros ni serpentinas colgando en el lugar, mucho menos él feliz cumpleaños colgado al fondo de la habitación, pero teníamos globos y una torta con una vela. La intención es lo que cuenta ¿no? Fui la que partió el pastel. Dejé a un lado todo para ir a mi bolso para entregarle su regalo a Batman. La gorra era negra con el símbolo clásico de Batman cosido en amarillo. 
-¡Wow!. -Exclamó Batman al ver el regalo-. Esta cool. 
Reí cuando se la colocó. Le quedaba un poco grande. Me senté sobre la cama. Le indiqué la caja que estaba la torta.
-¿Cómo está?. -Pregunté acercándome a él-.
-Deliciosa. -Dijo Leo y con el tenedor de aun lado comenzó comer-. 
Mientras todos compartían me acerqué Eduardo que estaba apoyado en la pared.
-Ed, podrías venir un momento afuera. -Dije y él me siguió, esperé que estuviéramos solos para hablar-. ¿Cuándo firmaste le papel de Karen?.
Él rodeó los ojos con un suspiro.
-¿Como lo sabes?. -Preguntó-.
-Porque yo también estoy en esa lista con Francisca. -Respondí llevando torta a mi boca-.
-Esto se está volviendo malo. -Dijo Eduardo colocando sus manos en su cadera-. No se los iba a decir por miedo de que no volviera, era mucho más fácil...creí que iría solo yo de nuestro grupo, Karen me lo dijo esta mañana, cuando ustedes no estaban.
Terminé mi comida y dejé mi plato en uno de los asientos de cerámica. Me crucé de brazos apoyándome en el fierro.
-Nadie más sabrá esto aparte de nosotros. Si quieren respuestas mañana se las daremos. -Volvieron a llamar a Francisca por la alta voz-.
-¿Por qué?. 
-Por lo mismo que decías. Por si no volvemos.
Vi a Francisca bajar las escaleras. Seguimos celebrando. Él pequeño estaba muy contento y Oswald le estaba leyendo el comic mientras comía chocolate. Ya había pasado una media hora desde que Francisca se fue. Me separé de todos para acercarme misteriosamente a Ingrid.
-¿Aun no llega Francisca?. 
-Ahí viene. -Indico tras de mí. Ambas fuimos a ella-.
Me giré y venia ella sujetando a su hermano de un año en los brazos. Su madre entró a un lado. Francisca se acercó a nosotras trayendo en los brazos al pequeño.
-Es tu madre y tu hermano, me imagino. -Dijo Oswald y ella asintió-.
Sigrid sostuvo al bebé.
-Está más grande de lo que lo recordaba. -Dijo Sigrid-.
-Dah, los bebes crecen. -Dijo Francisca y reímos-. 
-Ingrid, Karen te espera en su oficina. -Dijo Francisca-.
Acompañe a Ingrid a la oficina de Karen ya que no quería ir sola, ella nos hizo sentarnos frente a su escritorio. Pero, yo me quede de pie.
-Vienes con gualda espalda. -Bromeó Karen. No me hizo gracia-. 
-Ya saben que Francisca encontró a su madre hoy y seria latoso enviarla mañana a la misión...
-Es latoso que nos obliguen a ir. -Interrumpí-.
-Llegando al grano remplazaremos a Francisca por Ingrid. -No me sorprendió en realidad-. 
-¿De qué se trata esto?. -Preguntó confusa Ingrid-.
-Mañana nos enviaran involuntariamente al hospital para traer medicina para la comunidad. -Resumí las palabras de Karen-.
- ¿¡Están locos!?. -Dijo Ingrid levantándose de la silla-. Es una misión suicida.
-Exacto. -Dije cuando ella imitó mis palabras. A veces pensábamos como una-.
-Chicas, sé que es difícil y no quiero que lo tomen algo personal. -Dijo Karen-. Lo siento. Y la palabra "involuntariamente" está mal adecuada a esta conversación, hicimos un trato. 
Me levanté y tiré el brazo de Ingrid hacia afuera. Ninguna se despidió. 
-Están todos locos los que están de acuerdo. -Dijo Ingrid mientras bajábamos por las escaleras-.
Ella me quedó mirando. No dije ninguna palabra. Capto la idea que de alguna forma estaba de acuerdo. Luego comenzó a avanzar sin mí. La seguí hasta la habitación.
-Me sorprendes a veces con tu humanidad. -Dijo-. 
Me quede despierta hasta tarde porque no podía dormir pensando en lo que podía ocurrir mañana, estoy llena de pensamientos negativos. Tenía miedo. Leonidas se sentía incomodo al que yo no pudiera dormir. Él me miraba y me abrazaba, pero me movía de un lado a otro del colchón. Hasta para mí era irritante. 
-¿Que ocurre?. -Dijo con su voz dormilona-. 
-Te amo. -Repliqué-. 
-Yo también te amo. -Cansado-.
-Enserio, recuérdalo ¿Sí?. -Dije-. 
Él asintió con los ojos cerrados y besó mi frente. Me acurruqué en su pecho.  
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Fue como si hubiese cerrado los ojos y en 5 segundos al volver abrirlos. Ya había salido el sol. Ingrid estaba sacudiéndome delicadamente. Ninguna trataba de meter ruido. Me vestí rápido para salir luego de aquí. 
-Vamos. -Dijo Eduardo y se alejó para tomar su mochila-.
Me coloqué mi chaqueta con mi bolso y salimos. Todos nos reunimos en la puerta principal. Había mucha gente esperando. Karen estaba en frente. Creí que no vendía. 
-Está bien chicos. -Dijo ella golpeando las palmas de sus manos-. Sólo tenemos una misión. Solo concéntrense en eso ¿Okay? Y en la mejoría de vida que le van a dar a otras personas. Quizás mañana ustedes sean el que necesite esto.
Ella comenzó en caminar y todas las seguimos. Nos subimos en fila a unas camionetas con las que llegaron los militares que en cada una de ellas iban dos hombres armados con bolsos gigantes. 
-Dijimos que nada propio. -Habló un militar apuntando a mi hacha-.
-Déjala. -Interrumpió Karen al pasar por al lado de nosotros-. 
-Armas...-Aclaró-. Cada uno tendrá una. -Dijo mientras las pasaban entre nosotros-. Las mantienen así, apuntan y disparan...es sencillo. 
Le quité el seguro de inmediato y lo guardé tras mi pantalón, también nos dieron un cuchillo diferente a cada uno. Lo acomodó en el porta cuchillos que hice con la corre apretando mi pierna. Estaba muy nerviosa de ir. Tiritaba mucho, al igual que todos a mi alrededor. 
-Te ves un poco nerviosa. -Dijo una chica sentada frente a mí que debe de tener cerca de mi edad-. 
-¿Tú no lo estás?. -Pregunté-.
-Intento ignorarlo. -Respondió y extendió su mano hacia mí-. Me llamo Sinaí.  
-Hannah. -Estreché su mano-. Y ella es Ingrid.
Ingrid le saluda agitando su mano. 
-Y él es nuestro "salvador", Eduardo. -Él saludo cordialmente-. 
El resto del viaje fue muy aburrido, todos estaban callados condenándose de lo que venía. Había personas que no paraban de rezar. Sus susurros eran raros.
Cuando llegamos, la camioneta se estaciono a una cuadra antes del hospital y las otras tres camionetas rodeando el lugar. Guardamos silencio en todo el proceso, nos bajamos lentamente con nuestras armas para cualquier movimiento inusual. Localizamos las otras camionetas en frente y veía como los demás también bajaban. 
-A la cuenta de tres correremos a la entrada. -Manifestó José-. Los detrás no pierdan la vista de sus espaldas, los de la derecha e izquierda igual, los de al frente solo observen su vista panorámica...recuerden, esto no es un juego. 
Presioné más nerviosa mi arma esperando la señal. Miré a Ingrid.
-1,2...3. -Dijo José y todos avanzamos junto acelerando el paso con los demás de las otras camionetas. Era como si todos estuviéramos sincronizados-.
Con los ruidos de todos juntos no se demoraron en aparecer los desgraciados, 10 máximo se quedaron afuera disparándole a los otros mientras los demás entrábamos cerrando la puerta con una cadena que solo los militares tenían la llave. 
-Guarden todo incluyendo si deben de tragárselos. -Dijo uno de ellos mientras nos separábamos en los mismos grupos-. 
A la izquierda estaban las escaleras por las cuales donde fuimos. Subimos obviamente apurados y nos esparcimos por la habitación. Ni recuerdo el momento de abrir los cajones, todo era tan rápido que aparecían los medicamentos rápidamente en mi bolso. 
- ¡Ah!. -Escuché de más haya y salí de la sala-. 
Disparé directamente a una de esas cosas en su cabeza quitándolo de encima de esa mujer. Fui con ella a ayudarla, pero vi el mordisco que le dio un infectado en su hombro. Ella lloraba y se quejaba del dolor. Nunca a había visto como era la infección de tan de cerca. La sangre no dejaba de salir a chorros y la textura se veía tan extraña incluyendo que cambiaba rápidamente. 
-¿Esta tan mal?. -Me pregunto la mujer sollozando-. 
No alcancé a responderle por la bala que atravesó su cabeza apagando con la luz de sus ojos. La sangre saltó sobre mi dejándome impactada. Miré al frente y vi al militar que le disparo a la mujer. 
-Estaba infectada. -Me dijo mientras lo observaba-. No serviría de nada parte de seguir como depredadora. 
Muchos más infectados empezaron a aparecer mientras yo me alejaba de la mujer. Le quité su mochila y también comencé a llenarla de medicamentos, jarabes y jeringas. Me quedé junto a Ingrid el resto de tiempo, mientras ella revisaba el lugar yo cuidaba su espalda disparándole a esas cosas. 
-¿Listos?. 
-¡Sí!. -Dijimos de nuestro lado tanto como de otros. -¿Estas...?. Uno me apareció por la espalda, pero logré esquivarlo y luego dispararle. Escuché un grito dentro se las habitaciones. Fui a ella y vi a un infectado sobre Karen. Con mi hacha le di en la cabeza. Karen tiró el cuerpo a un lado-. 
-Vi mucha sangre en su blusa-. 
Ella la levantó lentamente quejándose del dolor. 
-Diablos. -Dijo-. Duele como los mil demonios. 
Me quité mi chaqueta para que se cubriera con ella y no fuese sospechosa. A ella no podía simplemente darle en tiro en la cabeza. Tenía que llegar viva o a medias. La ayudé a levantarse. Fuimos con el grupo cual volvimos a bajar las escaleras hasta la entrada, el lugar se estaba llenando de infectados. Justo al llegar abajo la puerta principal se abrió dejando entrar a muchos de ellos. Volvimos a subir corriendo dejando a algunos atrás como carnadas. No era mi intención. Eduardo nos apuraba mientras disparaba detrás de nosotras.
«Vamos, vamos, vamos» me dije a mi misma hasta llegar a una habitación que alcanzamos a entrar algunos de nosotros. Entre nosotros estaba Ed, Sinaí, José junto al militar que mató a la mujer, Ingrid y yo entre cuatro más que no conocíamos.
-Las camionetas están en la parte trasera del hospital. -Habló José-. Si notaban algo esto debían de moverse. 
- ¿Crees que están ahí?. -Dijo Ed-. Dios... ¿quieres que salgamos?.
-Esa fue nuestra única entrada, y será nuestra única salida. -Dijo José apuntando la puerta de enfrente-. 
-Desde el segundo piso hay una escala cerca de los baños donde sales detrás del hospital, era donde iban los fumadores. -Dijo Sinaí-. 
-¿Sabes en que piso estamos?. -Pregunté-. 
-Es el tercer piso. -Contestó ella-.
-Se escucha sencillo. -Dijo Eduardo-. 
-Solo se escucha sencillo, luego recuerda que hay unos malditos infectados en todas partes que sólo quieren matarte y comerse lo que traes dentro de ti. -Dije-. 
-Ellos si les interesa tu interior. -Bromee-.
Nos miramos entre nosotros y sabíamos que debíamos se hacerlo. No teníamos otra salida como dijo José. Cargamos armas. José abrió la puerta y todos salimos rápidamente. 
«Deber: apuntar y disparar» «misión: sobrevivir» me decía. Sentía que el tiempo se volvía lento y de golpe se aceleró la escena. Solo disparaba y veía los cuerpos caer mientras avanzábamos. Escuché un grito atrás y me giré para ver como uno de nosotros se retorcían. La mujer que estaba delante de mí iba a devolverse a salvarlo, pero tire de su brazo. El hombre ya no tenía una salvación. La mujer me suplicó volver por evitaba su paso. Otro condenado.
Bajamos por las escaleras hasta el segundo piso y corrimos igual como arriba. 
Me seguía repitiendo lo mismo en mi cabeza. Logramos encontrar las escaleras y volvimos a bajar sin mirar atrás. La puerta estaba cerrada pero el militar le disparó a la cerradura que nos dejó libres. Cuando salimos justo notamos cuando la camioneta se iba. 
-¡Hey!. -Gritamos corriendo hacia ella-. ¡Seguimos aquí! ¡Paren!. -Movíamos nuestros brazos en el aire-. 
La camioneta se detuvo. Benjamin ya estaba arriba y se bajó para ayudar a subir a los demás. Se subió de los últimos. La camioneta aceleró.
-¿Porque no me dejaste volver?. -Me dijo la mujer arriba-. ¿¡Que le diré a sus hijos!?.
-Era...era demasiado tarde. -Dije-. Lo siento. 
Ingrid me alejó se esa mujer. 
-No tienes que darle explicaciones. -Dijo ella sentándose junto a mí-. Tienes sangre encima, ¿No te han hecho nada?. 
Negué con la cabeza y miré de reojos a Karen, ella quitó la mirada de mí para mirar al frente. Fui todo el camino silenciosamente con los sobrevivientes. Todos estábamos impactados de lo que sucedió. ¿Qué será de los que seguían vivos luego de que nos fuéramos? «Condenados».
Al llegar la mayoría estaba esperándonos en la entrada. Los llantos de felicidad, decepción y tristeza no se demoraron en aparecer. Venia casi al final arrastrando mis pies. Vi a Karen pasar sujetada de José muy rápido entre la multitud. Nos hicieron dejar las mochilas a un lado. Caminaba con la mirada perdida. Pude sentir como los gritos se hacían más fuertes junto con el llanto. Perdí a Ingrid entre la gente. Pero, mientras la buscaba vi a Leo con la mirada en mí a lo lejos. Corrí a sus brazos para llorar sin parar.
-Lo siento. -Sollocé-. Lo siento, tenía que decírtelo.
-Shh…-Me dijo acariciando mi pelo-. Ya estás aquí. 
-Lo siento.
A todos los que salimos y estuvimos expuestos a los infectados teníamos que quedarnos una noche entera en enfermería. Tenían que hacernos un cheque personal ante de ir.
-¿Estás bien?. -Me preguntó Claudia mientras estábamos en enfermería-. 
La enfermera Beatriz chequeaba mi reacción a la luz. 
-Sí. -Respondí y luego suspiré-. 
-¿Ingrid y Eduardo llegaron bien?. -Le preguntó a la enfermera-. ¿Ninguno ha llegado herido?. 
-Sí y no. -Respondí cortante-. 
Ella anotó y me dejó sola. Ingrid me abrazó.
-Sanas y salvas. -Me susurró al oído-. 
-Y juntas. 
-Solo llegaron 19 de 50...
Guardamos silencio. Recuerdo el rostro de la mujer mientras la tranquilizaba antes de morir creyendo esperanzas falsas y la mano extendida del hombre para que volviéramos por él. Su destino ya estaba escrito. La mujer no me miró llena de odio hasta llegar aquí, y creó que lo hará el resto de su vida.
Las chicas seguían hablando, pero no les puse atención. 
¿Y si había una posibilidad de salvar a ese hombre? ¿y si me equivoque al reaccionar así? Estaría devastada si tuviera razón en estas suposiciones, lloraría en el piso con sangre en las manos.
Me quedé un buen rato sola sentada en un rincón hasta que Ed se acercó a hablarme. Escuché a Ingrid cuando le dijo que viniera a mí a alguna clase de charla motivacional típicas de profesores. Él se sentó a un lado y doblé mis piernas para apoyarme en mis rodillas.
-No había tiempo, sabes ¿No?. -Dijo el llegando al punto-. 
Solo miraba al frente. Tenía la mente en blanco. Las palabras entraban por un oído y salían por el otro.
-Creía que podía ser una heroína...-Dije-…pero fui la villana.
-Nadie podía volver por él, Hannah. -Su tono de voz era de enfado-. 
Entiendo su punto, pero ellos no veían el mío. Si alguna de las mías hubiera estado en caso de ese hombre hubiera vuelto sea como sea. 
Pasó el tiempo y apareció Benjamin. Se acercó para entregarme una manta mientras se acomodaba junto a mí. 
-Sabía que volverías con vida. -Dijo él-. Se puso muy complicado...ni siquiera sabía si volvería a ver a mi madre...
Solo lo miraba sin decir nada. 
-¿Te lo han contado?.  
Me sentía más observada que nunca. Ya me hice una reputación entre esta gente. Una peor que una adolescente inadaptada.
-Conozco una versión, pero creeré más en la tuya. -Replicó él-. Los rumores dicen que lo dejaste teniendo una oportunidad de salvarlo. 
-Ella tiene más amigos que yo, su historia será más creíble. -Él rodeo sus ojos-. 
-Todos sus amigos son unos idiotas -dijo exagerado- tu les traes carnes y algunos alimentos, y dos bolsos llenos de medicamentos...mientras ella trae un jarabe para la toz y no sale de esta jaula...y los idiotas prefieren su cuento, pero si vas con ella y le preguntas que estuvo haciendo probablemente cambiara el tema volviendo a ti. Idiotas. 
Solté una pequeña risa. 
-No valoran lo que deberían valorar. -Quitó la mirada de mi para comer de una lata de atún-.  
-¿Entones no eres un idiota por creer su cuento?. -Pregunté-.
-A medias. -Reímos-. 
Ingrid se sentó junto a mí acurrucándose con otra manta. Nos dieron de comer un tarro de durazno. Escuchamos un grito que nos dio un susto de muerte. Nos levantamos y eran los sollozos de una mujer. Sobre la camilla estaba el cadáver de un hombre.
-También lo has matado tú. -Escuche ese comentario que venía de alguien atrás de mí-.
Me giré para verle la cara. Era toda una muchacha mugrienta cruzada de brazos que me miraba con odio. 
-Como a mi padre. -Añadió-.
Comencé a acercarme lentamente a ella.
-¿Te refieres a mí?. -Dije casi llegando a ella-.
-Si.
-No perderé el tiempo con una tonta. -Le interrumpí alejándome de una vez cuando Ingrid jaló de mi brazo-. 
-Huye. -Dijo la chica-. Corre, asesina.
Me quedé de pie he hice que Ingrid me soltara. Fui a ella y le di un gran puñetazo sin pensarla más veces. Ella se me abalanzo cayéndonos ambas. La tiré a un lado y subí sobre ellas, comencé a golpear su "precioso rostro" de princesa. No dejaba de golpearla. Sentía como si liberara una carga. 
Por un segundo juraría a ver visto la cara de Oswald tirado en el piso. Me detuve por la confusión.  Nos separaron cuando la nariz de la chica comenzó a sangrar a montón y mis nudillos estaban rojos. 
-¡Basta!. -Dijo una voz que cayó a todos-.
Era Claudia. Unos militares me tomaron de los brazos para sacarme de ahí pero antes le escupí a la chica mientras seguía en el piso. Antes también logre ver cuando Ingrid y Benjamin comenzaron a reír.
Los malditos me llevaron a la oficina de Karen, pero me encontré con la sorpresa de que estaba solo Claudia sentada en su escritorio. Ella obligó a sentarme al frente. Se me erizó la piel en esta fría habitación.
-Karen se siente un poco mal así que por el momento estaré yo. -Dijo ella gozando de su nuevo escritorio-. ¿Qué paso haya abajo, Hannah?. 
-Usted que cree. -Respondí-. Es un lugar pequeño, los rumores corren rápido. 
-La gente te ve muy violenta. -Dijo-. Te ve negativa, como algo malo, haces mucho por nosotros, ellos no deberían de verte así.
- ¿Y usted cree que yo quiero tener una reputación así?. -Dije-. Un símbolo de violencia. 
-Sé que no había otra solución para ese hombre. Pedro me lo contó todo. -Refiriéndose al otro militar que está a con nosotros-.
Agaché la cabeza y la mantuve todo el tiempo así. No por vergüenza, si no, porque no quería hablar más con ella.
-Sé que no estas infectada así que sólo vete a tu cuarto con tu perro, novio y amigos. -Dijo haciendo un gesto desagradable con sus manos de chusma-.
-¿Donde esta ella?. 
-¿Quien? -Golpeé el escritorio-. Ella...se siente mal, te lo dije...
-No, ella no está enferma, si no, infectada, la vi. -Claudia suspiró-. 
-En enfermería. Obviamente aislada. 
Inhalé aire levantando mis brazos antes de abandonar esa oficina. Bajé hasta el primer piso y fui donde enfermería. Vi al enfermero salir y pude escabullirme sin problemas ahí. Fui de apoco y en una camilla. La vi durmiendo. Sin querer choqué con una bandeja. Ella abrió los ojos por el ruido. 
-Perdón. -Dije-. No debería de estar aquí. 
-No te preocupes. Una visita no es mala. 
-¿Cuánto te duele?. 
-Un 8 o 9 de 10. -Susurró y no pude evitar arrugar entre mis cejas-. 
Ella comenzó a toser. Le lleve un paño y botó sangre. Estaba pálida y sus labios se ponían morados. 
-¿Porque sigues aquí?. -Hablé-. 
-Eso mismo me pregunto. Ahí. -Apuntó hacia adelante-. Hay un cuchillo. Solo…
-No, no, no…-Me alejé de ella-. 
-Por favor, me estarías haciendo un favor. 
Empecé a retroceder. Nunca he matado a una persona normal. Una consciente de sus pensamientos y controla sus acciones.
Corrí hacia la puerta y choqué con el enfermero. 
-Perdón, yo no…-Limite mis palabras. Retrocedí y corrí por las escaleras. Me quedé ahí pensando en la cara de Karen-.
Cuando decidí ir a mi cuarto Leo vino a mí y me rodeó con ambos brazos. Francisca me pregunto qué sucedió y le conté todo a todos. Mi versión, la verdadera. 
-Que desgraciada. -Comentó Sigrid-.
Yo asentí con la cabeza. Lo único que tenía ganas era recostarme junto a Rocco y descansar. Desde ayer la madre de Francisca vivía con nosotros, pero era como si no estuviera. 
Leonidas me llevó a un pasillo más oscuro. No paraba de decir que veía algo en mis ojos, algo malo. Miedo quizás. 
-Me encanta ese óyelo. -Colocó su dedo sobre el para luego quitarlo-. 
Solo tenía un hoyuelo a mi lado izquierdo. Era distractorio al sonreír. 
-Cuando vi a esa mujer fue horrible. Ella se quejaba y me preguntaba cómo se veía. ¿Acaso creía que no se convertiría? 
-Muchos no pierden la fé. 
-Muchos murieron por fé. -Tomé sus manos-. Ese lugar fue horrible. Había tantos de ellos por todos lados. -Él se acercó para abrazarme. Me estiré en el piso para quedarme cómoda en sus brazos-. Solo personas llenas de lamentos, gritos de dolor y…olor a muerte. 
-Estoy tan enojado aun de que no me dijeras que te ibas. 
-Lo siento, creí...
-No lo digas. -Me interrumpió-. Siempre estaremos juntos. ¿Promételo? 
Tragué saliva. 
-Lo prometo. -Sonreí, pero esta vez el hoyuelo no duro mucho-.
La culpa comía mi alma, poco a poco.




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