Viviendo entre muertos

Capítulo VII: Mi amor, la muerte. Día 17.

Una vez tuve un sueño, que tenía que subir unas escaleras a las cuales nunca llegaba arriba, solo veía una luz al final. La luz me llamaba como a una polilla. Esa desesperación de nunca llegar arriba, de no saber lo que era. Nunca sabré lo que significaba la luz.
Recuerdo una vez cuando era más pequeña pensaba como se sentiría morir. No me lo preguntaba de forma suicida, si no, de curiosidad. Pero en estos momentos es lo que menos quiero experimentar.
Con el paso de las horas, durante la noche, nadie quería dormir. Vi a todas de lejos desde mi cama y me pregunté que podía estar pasando por sus mentes. Todos estaban metidos en un mundo se seriedad. 
«¿Dónde estará mi familia?» me hizo preguntarme verlos así. ¿Estarán muertos? ¿En algún otro refugio? ¿Salvados? ¿Muertos de hambre? ¿Porque he pensado tan poco por ellos? Eran mi familia. Tenía a una madre, un padre y una hermana, y mascotas. ¿Porque todo desapareció? ¿Porque hay recuerdos que también se desvanecen?
Desperté muy temprano porque mi cuerpo se cayó de la cama rebotando en el piso. Estaba muy inquieta en la noche al parecer. Me levanté adolorida y balbuceando quejidos. Note que nadie estaba en sus camas. Me coloqué mis pantalones y bajé a ver que sucedía. 
Me encontré a todo el mundo reunido cerca de la puerta central. Me acerqué a Ingrid a preguntarle que sucedía. 
-¿Qué sucede y porque no me han despertado?. -Dije-. 
-Tratamos de despertarte, pero tú dijiste "solo un minuto más". -Me imitó-. Y llamaron a todos porque Claudia quería dar una noticia. 
《¿ira a ser lo de Karen? 》Me pregunté.
Podía ver que hasta los que estaban en cuarentena estaban aquí, incluso a la chica que le rompí la nariz que me miraba con odio cruzada de brazos. 
-Señoras y señores. -Dijo Claudia tratando de hablar, pero las palabras no salían de su boca-. lamento tener que levantarlos con una mala noticia. -Leonidas no estaba en ningún lado-. Ayer en la búsqueda perdimos a alguien importante en muestra comunidad, nuestra líder, Karen. Fue mordida por un infectado, hoy despertó siendo alguien más y tuvimos que recurrir a…ya saben. -No podía notar ni un poco de tristeza en su rostro-. Y como algo más preferible...tomare el cargo de jefa por aquí, desde ahora. 
El mundo perdió la cabeza. Comenzaron los gritos juntos con los berrinches y quejas. El niñito cual había adoptado lloraba a un lado de José. Un hombre se acercó amenazante a Claudia. 
-Exijo una votación. -Dijo el hombre-. Ninguno está de acuerdo.
Claudia le pudio a José un arma de la nada y le apunto entre las cejas. Todos retrocedieron alarmados sin decir ni una palabra. Luego bajo el arma, se acercó más al hombre.
-Nunca le dispararía a uno de mis hombres. -Dijo entregándole el arma a José y dejándonos ver una falsa sonrisa-. 
Todos guardaron silencio. 
-¿Alguien más se opone?. -Dijo ella-.
La multitud solo se miró entre sí. ¿A caso ven un poco de confianza en esta mujer?
-Bien. -Hizo una pausa-. Como saben luego de haber comenzado este gigante grupo aquí el lugar había sido asaltado y como ayer fuimos a buscar medicamentos, nuevamente mandaremos a nuestros valientes guerreros a buscarnos comida...pero esta vez no elegiremos por fuerza y valentía, ahora será algo más justo...tengo aquí una rueda con ciertos números. -Añadió-. Que están en esta lista en la pizarra. -Indicó la pizarra que traía José-. Los primero 30 números irán al supermercado y volverán con alimentos. -Tosió y me crucé de brazos-. Comencemos. 
-¿Tu nombre está ahí?. -Grité tomando la atención de todos-. 
-No, pequeña. -Dijo-. No quiero tener el mismo final.
-Nadie lo quiere. -Termine con la última palabra, pero ella me ignoró-. 
Giró la rueda y vi como todos mordían sus uñas de puros nervios. Noté como un niño sollozaba abrazando a su madre mientras ella lo hacía callar. Algunos cerraban los ojos y forman con sus labios un: "por favor no". 
-Melissa...-Claudia perdió mi atención a esperar que algunos de nuestros números salieran. Nombraba y nombraba, pero ninguno se me hacía importante. Miraba de inmediato a la persona que había salido en la rueda-...Sinaí...-Dijo atrayéndome nuevamente-. 
Era la misma chica con la que compartí en la camioneta, abrió su boca y se fue al frente. Se colocó a un lado de los desafortunados que debían de ir a una nueva misión suicida. 
-…Sigrid…-Dijo y noté como Sigrid se paralizo. «Dios» pensé tapando mi boca-. 
Ella fue tiesa al club de la perdición. 
-Ingrid. -Ella la miró directamente a los ojos-. 
-Otra vez no…-Balbució Ingrid alejándose de mí-. 
-Y el ultimo es...Norman. -Dijo Claudia soltando una risa, pero se puso seria de inmediato-.
Batman estaba sujeto de la mano de Oswald. Dos militares se lo quitaron de sus manos mientras ambos peleaban. Tuve el impulso de ayudar a Os. Batman comenzó a gritar. De apoco comencé a desesperarme cuando noté que nadie hacia nada para ayudar a los chicos. La verdad es que estábamos todos de igual desesperados. Pero era solo un niño, que clase de mente enferma se le ocurre colocarlo en la rueda. Bueno, ya sabemos a quién. Se que lo hizo con una intención, así lo ocuparía de carnada. 
-¡Paren! ¡Paren!. -Grité logrando que todos me miraran-. Solo es un niño. No pueden llevarlo aquí. Exponerlo así.
-¿Iras por él?. 
Tensé mi mandíbula y perdí la mirada entre la multitud. Formé una línea en mis labios. Vi a Leo correr en la parte de alfrente. Noté como comenzó a negar con la cabeza en el momento en que las palabras no llegaban a salir de mi boca.
-Yo…-Balbuceé-.  
Asentí lentamente con la cabeza mirando con decepción a Leonidas. Los militares soltaron a Batman y él se fue corriendo a Oswald.
-Bueno. Hannah. -Dijo Claudia llamándome al frente-. 
Ignoré los comentarios de la multitud y me coloqué junto a Ingrid inhalando y exhalando.
-Eres muy valiente...-Escuché a Sinaí de aun lado-.
-Y por último...Leonidas. -Dijo Claudia volviendo a tomar mi atención. Se colocó junto a mí para tomar mi mano sin mirarme a la cara. Lo miré de reojos-. Hoy, estos elegidos irán al centro comercial en una hora. Espero verlos a tiempo. -Habló antes de irse-. 
Oswald y Batman se acercaban mí y el pequeño no pudo evitar no abrazarme. 
-Gracias, Hannah. -Dijo él-. 
-No te preocupes. 
Oswald me sonrió y me abrazó.
-Muchas gracias, Hannah. -Susurró a mi oído-. Realmente gracias. No sé qué haría sin él. Es todo lo que me queda. 
Se alejó de mi llevándose a Batman en sus brazos. Leonidas se colocó al frente de mí. Me lancé a Leonidas rodeando los brazos sobre él. 
-Lo siento. Pero tenía que hacerlo. -Dije-.
-No, no tenías que hacerlo. -Replicó serio-. Yo sí. 
-Es que…Él no podía ir. -Susurré a su oído-. 
-Ti no tenías que ir de nuevo. 
-No pude evitarlo. No lo dejaría. Él hubiese muerto. -Él comenzó a acariciar mi cabello-.
-Ahora estamos condenados. Juntos. -Cerré los ojos-.
Pasó el tiempo hasta que se cumplió la hora. Me arreglé y bajamos con las chicas a esperar que llegaran todos. Leonidas no se despegaba de mí siempre sujetando mi mano. 
-Señores. -Estaba Claudia al frente-. Les deseo las mejores de las suertes y espero que todo vaya bien. 
«Claro, mandándonos a la cuidad de los infectados esperaremos que nos vaya bien» Pensé. 
-Será la misma rutina que ayer...tanto como más armas y la locación del lugar. -Dijo ella-.
- ¡Vamos!. -Dijo José cuando comenzamos a salir-. 
Comencé a plantear lo que realmente importa ahora, mantener a mis amigas a salvo y sobrevivir.
Me subí a la camioneta y el mismo militar de piel oscura y espalda ancha me entregó la misma arma que ayer. Sinaí se sentó junto a nosotras. Notaba los nervios de Ingrid.
-Vamos a estar bien. -Dije y ella apoyó su cabeza en mi hombro. La rodeé con un brazo-.
Los militares también nos entregaron una mochila individual. Por algún motivo, prefería estar aquí afuera que en ese mall con una jefa así. Ya no sabía de lo que puede ser capas.
-Es muy sencillo. -Comenzó a hablar el militar-. Guarden lo que puedan y dispárenle a lo que se mueva. 
Él alzó las cejas y se sentó para pulir su cuchillo. El camino estuvo más turbulento que ayer. Muchos más de ellos aparecieron y más veloces. Fue un caos mantenerlos alejados. 
-¿Vas bien?. -Me preguntó Leonidas. No hice más que asentir con la cabeza formando una línea en mis labios-. 
Cuando llegamos el lugar estaba más despejado, no se veía ni un movimiento sospechoso, ni dentro, ni fuera. Mis manos comenzaron a tiritar. Nunca me acostumbrare a esta sensación. 
Empezamos a bajarnos lentamente de las camionetas. Hicimos una fila apuntando a todos lados. El azul del cielo me distraía. Un militar aplaudió frente a mi cara trayéndome a la realidad, y se alejó.
-¿Listos?. -Susurró el militar esperando que todos bajaran-. Vamos.
Comenzamos a caminar y no se tardaron más de tres segundos en aparecer unos pocos, aun así, teníamos el control. Fui la primera en entrar. El lugar estaba lleno de autos y desordenado con miles más estacionados afuera, más de 50 personas debieron de saquearlo. Había tres veloces que matamos en unos cuantos tiros hasta llegar a la parte de los alimentos en lata. Guardé lo que pude ya que el lugar estaba hecho trisas. Ingrid venia cubriendo mi espalda. 
-¿Cómo vas?. -Me preguntó Leonidas a un lado. Él me estaba cubriendo-.
-Me imagino que bien. 
Cambié de posición con Ingrid luego que cerrara mi mochila. Apuntaba a todos lados. Sentía gritos de más lejos y los horribles sonidos que los infectados hacían.
-Estamos casi listos para irnos-. -Me dijo Leonidas al acercarse a nosotras-. 
Leo se giró para dispararle a unos infectados que se acercaban. Miré a mi derecha y vi como ella venia lentamente a nosotros. Quede inmóvil, se estaba descomponiendo. Debe de llevar tiempo así. Era rápida, pero no tanto como los otros. Sus dientes estaban rojos al igual que su ropa. Vi múltiples mordidas en sus brazos. Mi corazón se rompía en mil pedazos mientras la parálisis absorbía mi cuerpo y sentía un peso en mi pecho me que impedía poder respirar bien. Tuve una pequeña disnea mientras seguía mirándola. Sostuve fuertemente mi mochila. 
-Ma… ¿Mamá...?. -Susurré paralizada-.
-Hannah...-Dijo Sinaí-…¡Hannah!. -Gritó cuando mi madre estaba más cerca de mí-. 
Solo quería tocar su rostro por última vez. Leo tomó mi brazo para tirarme hacia atrás, pero le solté de él. Él le apuntó a mi madre, pero bajé su arma. 
-Hannah, vámonos. -Dijo-. 
Alcé el arma y le disparé entre las cejas mientras comenzaron a caer las lágrimas. Más de ellos comenzaron a salir invadiéndonos. 
-Vámonos de aquí. -Habló Leo jalándome de la mano-. 
Corrimos por los pasillos, Aparecían de todas partes, nos rodeaban. 
-Por aquí...-Dijo Leonidas tirándome seguida de Ingrid, Sigrid y Sinaí-. 
De a un lado apareció un infectado que me tiró a un lado separándome de las chicas. Los militares comenzaron a evacuarlos mientras yo seguía tendida en el suelo tratando de quitarme al infectado de encima. Trataba de morderme la cara, pero coloqué el hacha entre nosotros para que no me alcanzara. La presión del palo en mi pecho ya me lastimaba. El comenzó a mover sus brazos y en eso, me rasguño en el cuello. Grité de dolor. Leonidas apareció dándole una patada al infectado y le disparo a un lado. 
-¿Estas bien, cariño?. -Me miró-.
Un infectado saltó de la repisa montándose sobre Leonidas. Ambos cayeron al suelo y tomé mi hacha para que clavársela una y otra vez al infectado. Levante rápidamente a Leonidas. Él me tiró del brazo y salimos corriendo antes de que más infectados nos alcanzaran. 
Cuando salimos muchos venían a la tienda. Corrimos detrás de la camioneta y al estar arriba aceleró. Algunos del grupo seguían corriendo y todos intentamos subirlos extendiendo nuestras manos.
-¡Vamos!. -Alenté a Sinaí que siguiera corriendo cuando noté como comenzaba a cansarse-.
Ella agarró mi mano y con la ayuda de los demás de arriba, las cuatro ya estábamos a salvo arriba. 
-Eso estuvo cerca. -Dijo Sinaí recuperando el aire-. 
Observe como los que no alcanzaron a subir eran cazados por los infectados. Escondí mi cabeza en el pecho de Leonidas. Otra morbosa escena que no se quitara de mi cabeza. Ingrid se acercó a mí y me vio mi cuello. 
-¿Estas…infectada?. -Preguntó-. 
Limpie mi cara mojada.
-No lo sé.
-No lo esta. -Aseveró Leonidas-.
Nos quedamos quieto por unos minutos. Quería creer que estábamos bien. Todos los que fuimos. 
Cuando llegamos guardé silencio, nos formaron para traer lo que trajimos, lancé mi mochila sobre la mesa. Noté como Leonidas se alejó de mí. Me hacía sentir un estorbo. Solo fui una pérdida de tiempo, alguien de quien preocuparse siempre. No me acerque a él. Todos necesitábamos espacio luego de esto. Mi cuello solo me ardía al hacer algunos movimientos. 
Fui a la habitación y bajé al baño para tomarme una ducha, me quité mi atuendo y me metí bajo la cálida agua que caía hacia mi cuerpo. Comencé a llorar. 
-Lo siento...-Dije mientras caían lágrimas que no se notaban por el agua-. 
《Realmente lo siento, mamá》
Estuve mucho tiempo bajo el agua sollozando. Me apoyé en la pared y tapé mi boca con ambas manos. 
Al salir puse una tolla alrededor de mis senos hasta llegar al camarín para cambiarme. Unas chicas susurraron antes de pasar tras de mí y me miraron de pies a cabezas. Aun las personas me miraban mal luego de lo de esa mujer. 
Salí por el pasillo y vi a Leo. Troté a él. Se que me vio, pero quito la mirada a otro lado. Seguía con la misma ropa
-¿Estas bien?. -Dije al tocar su hombro-.
-Aléjate. -Me dio un leve empujón hacia atrás-. 
Lo miré arrugando entre mis cejas. Lo seguí formando puños de rabia detrás de él. 
-¿Qué te pasa?. ¿Porque me tratas mal?. 
-No ocurre nada. -Él se giró para verme-. 
-Mira sé que hoy fui una molestia. Me dejé llevar por mis emociones. Pero…no pude evitarlo. Lo siento, cariño. Y para la próxima…
Él viento se fue a su contra. Se elevó un poco y pude notar el rojizo teñido en su ropa. Pare de hablar. Fue como un golpe al corazón y un cambio de mente que todos estos pensamientos eran erróneos. 
-Quítate la chaqueta. -Hablé-. Quítate la chaqueta. -Mis ojos se cristalizaron-. Quítate la maldita chaqueta, Leonidas. 
Leonidas miró a todos lados para luego tirar de mi mano a la sala del conserje. Él la cerró con pestillo. Mi respiración se comenzó a acelerar. Me apoyé en la pared al lado se todos estos cloros y detergentes. 
-Hannah…-Se detuvo-. 
Hubo un escalofrió apoderarse de mi espalda. Mordí mi labio inferior tratando de aguantar el llanto. Él inició en sacarse la chaqueta y vi su playera azul teñida en un color rojizo. Lentamente entre quejidos descubrió su hombro dejando a la luz ver dos mordeduras. 
-Tú crees que siendo frio conmigo dolerá menos. -Dije y no pude evitar llorar-. Es mi culpa. Tu volviste por mí.
-No, amor. -Leonidas me abrazó cuando tapé mi cara para llorar-. 
Podía mover ni un musculo de mi cuerpo. Solo quería llorar, llorar y llorar. Sentía un nudo en la garganta. Sabía que era mi culpa. 
-Lo siento. -Susurro él en mi cuello. Comencé a escuchar sus sollozos-.
Mi familia y ahora él.
Fue como si un edificio se cayera y dentro del estuvieran todos mis recuerdos vagando en cada pasillo. Cada cosa se derrumba, y desaparece. Alguien de cómo lo hará él. 
Me hice hacia atrás para chocar con la pared y sujetar mi cabeza. 
-Prometiste que todo estaría bien. -Dije llorando-. 
-Y lo será para ti. -Trato de quitar toda lagrima de mis mejillas, pero nuevas aparecían. Siempre lo harán-. Te prometí que te mantendría a salvo. 
He hicimos lo mejor que podíamos hacer. Estar el uno para el otro. 
Él se sentó en el piso y yo lo seguí para sujetar su mano. Lo mire directamente a esos ojos rojizos. Mientras sollozaba. 
-¿Ahora que vamos a hacer?. -Hablé sin soltar su mano-. 
-Debo de decirle a Claudia. 
-No, no, no.…ella solo trae problemas. -Hablé sobando su cara-. 
-No hay de otra.
-Si, sí que hay. Podríamos...mm…tenemos que irnos de aquí.
- ¿Para qué? ¿Para qué te quedes sola ahí afuera?. 
-No le dirás nada a nadie.
-Tendré. 
-¡No! ¡no lo harás!
Mordí mi labio y me hecho a otras, llevé mis manos a mi cara y él volvió a abrazarme. La idea de perderlo me mataba por dentro. No podía terminar así.
Él me beso por un largo rato para juntar nuestras frentes. Leonidas recorrió mi cara con su pulgar hasta llegar a mis labios y sujetar mi nuca. 
-Esto tenemos que hacerlos juntos. Vamos a enfermería, quizás haya algo para cubrirla. Luego veremos que hacer ¿Okay?. 
Él asintió con la cabeza. Se volvió a acomodar su ropa. Me levanté primero para ayudarlo. Pero, la que necesitaba ayuda era yo.
-Primero iré al baño, te veo en la enfermería. -Él besó mi frente-. 
-Esta bien. 
Ambos salimos de la misma puerta. No había nadie al rededor, en realidad, solo unas personas. Aquella se me acercó luego de que Leo tomara otra dirección. 
-¿Que hacían en ese armario tan misteriosamente?. -Dio-. ¿Porque traes los ojos rojos? ¿Te hizo algo?
-Nada que te incumba. 
-Solo quería invitarte a...
-No tengo tiempo hoy, Os. 
Él se quedó detrás. Caminé como robot a enfermería para preparar unas gasas esperando a Leonidas. Me moje la cara para quitar lo rojizo de ella al igual que los de mis ojos. Respiraba hondamente y exhalaba. Él entro con una sonrisa de oreja a oreja. Solo traía su playera. 
-¿Como vienes así?. -Hablé. Lo obligué a sentarse en la camilla-. Alguien podría verte. 
-No importa. Para algo tengo a mi enfermera personal. -Tomó mi cintura. Noté el dolor de sus ojos a cualquier movimiento-.
Solté ambas gasas para dejarlas en la bandeja de transporte y tomar la cabeza de Leo de ambos lados. 
《¿Como se aguantaba ese dolor? 》pensé. Era para no preocuparme. Se quitó su playera. 
-Esto ardera. -Manifesté. Y así fue, lo noté por sus quejidos y la vena de su cuello-. Lo siento. 
Coloqué un trozo de algodón dentro de una gasa y lo doble, hice dos de ellas. Aquellas las pegué cada una en una mordida. Él no estaba siendo serio, me miraba detalladamente. ¿Porque lo seria? Estaba muriendo, y la última cosa que vería seria a mi junto a él. Se cómo se ponen, en lo malo que se convierten. En lo malo que será. 
-¿Porque finges que no sientes nada?. -Pregunté-. Duele más que el primer tatuaje. 
-No quiero que nuestro último minuto sean con mi cara de dolor.
Tres militares entraron para ponerse en la puerta. 
-¿Que hacen aquí?. -Pregunté tratando de tapar la herida de Leo-. 
-Lo siento, cielo. -Susurró Leonidas y quitó con lo que cubrí su herida. Me tomó de la nuca-. Hay un montón de cosas que nunca te dije. Me alegrabas mi día a día, y me encantaba salir contigo y hablar. Te amo, cariño.
- ¿Por qué...? ¿Porque te despides?. -Hablé. Mis ojos eran posas de agua-. 
-No fui al baño. Fui con Claudia. 
Negaba con la cabeza. No quería tragarme esto, no quería sentir el golpe de la realidad dentro de mí de nuevo.
Leonidas se levantó y los militares se acercaron. Uno se colocó tras de mi 
-Te veo luego, cariño. 
-No, no, no… ¡No!. -El militar de atrás me sujetaba mientras Leonidas se iba a lo lejos- ¡no! ¡no! -decía y caí al piso. Aquel militar sobaba mi hombro-. Vuelve, por favor. 
Claudia entró a la sala.
-Llévenla a la plataforma tres. La quiero en la sala 2. Sola. -Replicó Claudia-.
Traté de zafarme, pero ella se dio cuenta de los rajuñones de mi cuello. Se giró e hizo que me soltaran.
-Tráele a la enfermera. Que le revise el cuello.
-No dejare que me vean. -Balbuceé. Ella logró escucharme bien-. 
Lanzó una mirada asesina.
-Bueno. Seguridad máxima. Ya llévensela. 
Dos militares me tomaron de los brazos. Me levantaron y arrastrando mis pies. Gritaba para que me soltaran, pero solo tomé la extraña atención de los demás. Como siempre. Vi a Ingrid y Francisca que trataron de correr a mí, pero otro militar se colocó en frente al igual que Claudia. Al llegar arriba me lanzaron dentro de una sala. 
-No era la forma de venir, pero, no podías correr el riesgo de que te convirtieras. 
-¿Que hablan?. No estoy infectada. 
-Pero besaste a uno. Quizás el virus se te pego. Te dejaremos 12 horas ¿Entendiste?. 
Me levante para agredirlo, pero uno de los militares me golpeo en la cabeza y caí inconsciente al piso. 
No recuerdo nada ni a nadie de ese momento. 
________________________________________
La sala era muy oscura. Quizás nunca llegaba el sol completamente. Hacia frio y solo estaba hecha bolita en el piso. Mis ojos no se abrieron por esas largas 10 horas. 
José abrió la puerta dejando entrar un rayo se sol. Tenía hambre, muchísima. Él dejo una bandeja en el piso. 
-¿Crees que soy tu perro?. -Dije-. 
José dirigió la mirada a otra parte, pero volvió a mirarme. Beatriz se acercó a mí y ve mío los ojos. Se alejó rápidamente para susurrarle algo a José.
-Tienes razón. No era ningún animal, ni uno de ellos. Sal. 
Me levante de apoco. No tiene fuerzas ni ganas de hacer algo. 
-Sal. 
Fui lentamente a la puerta sin antes mirarlo de pies a cabeza y pasé sobre la comida. Me entregó un cuchillo, no entendía a qué iba ese gesto, lo guarde en mi bota. Caminé por los pasillos mirando a José por si me seguía. Él estaba quieto mirándome desde la entrada. Comencé a trotar hasta correr. Bajé las escaleras sin tropezarme. Corre por el primer piso para ir a enfermería. Había un hombre gigante en la entrada. Tenía unas larguísimas y delgadas piernas. 
-Quiero entrar. -Dije-. 
-No puedes, Hannah. 
-¿Que le están haciendo?. -Hablé apretando los dientes-. 
-Solo lo examinan. Estará bien.
-No, no lo estará. 
Le di un leve empujón para entrar, pero él me lo devolvió con mucha más fuerza. Hizo que me cayera. Me levanté dignamente y caminé hacia la dirección contraria. Nunca dejare que un hombre me toque y se vaya con suya.
《Uno, dos, tres》 Pensé.
Corrí a él, pero antes de cualquier movimiento me refalé por debajo de sus piernas. Pase al otro lado. Camine acelerando mi paso cada vez más gritando su nombre. Había una diminuta cama para él en una pequeña sala. 
Estaba pálido, muy pálido con los labios morados y de su nariz notaba la huella que hubo presencia de sangre. 
-Te encontré. -Dije-. 
Un hombre me tomo de la espalda y mientras forcejeaba el enfermero apareció con hojas para acomodarlas en el escritorio. 
-Hey, suéltala. 
-Pero Claudia dijo...
-Suéltala. -Habló el enfermero- estas en mi territorio. Aquí mando yo-.
El gorila me soltó. Me fui a un lado de Leonidas. Había una silla.
-Le queda muy poco.
Pareciera como si no reaccionaba del todo. Estaba contenido a la cama.
-Estas aquí. -Susurró y tomo con sus pocas fuerzas mi mano. Luchaba por mantener los ojos abiertos-.
-Los dejare solos. -Dijo él enfermero-. 
Cerraron la puerta a un lado. Me senté sobre la cama para estar más cerca de él.
-¿Como te sientes?. -Sobé su cara-.
-Mejor ahora. -Soltó una risa-. 
Solo lo miraba y aguantaba las ganas de llorar. Sus ojos se tornaban grises. 
-Escuche que hay diferentes tipos de evolución al virus. Hay algunos que se convierten luego de las 24 horas. Soy uno de los débiles. Ellos viven más tiempos como humanos. 
Lo chité. Se hizo a un lado para que me recostase junto a él. 
-Recuerdo...que había algo, un poema que te gustaba. -Tocio-. El perderte yo a ti de Ernesto Cardenal. ¿Lo recuerdas?. 
-Sí. -Repliqué con un nudo en la garganta-. 
-Al perderte yo a ti, tu y yo hemos perdido: yo, porque tú eras lo que más amaba, y tu porque eras lo que yo más amaba...-Se detuvo para un incómodo silencio. No le quedaba ni aliento-…¿Recuerdas lo que seguía? Resitúamelo.
Tragué saliva y contuve mi respiración para calmarme. Sujete fuertemente su mano. 
-Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo: porque yo podre amar a otra como te amaba a ti, pero a ti no te amaran como te amaba yo. 
-Hermoso. -Dijo-. Hannah, yo…
Suspiré. Y me luego de tanto tiempo sentí ese hilo rojo cortarse. Esa parte fuera de mí. Él simplemente dejo de respirar, como si fuese la cosa más fácil de hacer. Su pecho no se elevó más como una paloma.
- ¿Leo?. -Sacudía su cuerpo-. ¿Leo? ¿¡Leo!? ¡Leonidas!.
Me levanté y tomé su cabeza. Saqué el cuchillo de mi bota cual me había entregado José. Lo hacer que lentamente y con el mayor esfuerzo, quité la mirada de Leonidas, mordí mi labio inferior y contuve mi ser. El enfermero se quedó en la puerta junto al militar. Ninguno se interpuso.
Sentí como el cuchillo atravesaba su cráneo hasta su cabeza. Un escalofrió se apoderó de mi cuerpo. Lo saqué de inmediato y lo dejé en el escritorio sin mirarlo. 
Caí al piso al tratar de caminar, pero el enfermero me ayudo a levantarme. Evitando la mirada al cuerpo de Leo.
Hay persona que dicen que siempre hay algo bueno, pero, ¿que se podría rescatar de este estruendoso momento? ¿a una niña en frente al cadáver de su amado relatando letras de desamor? O ¿a dos personas que ya están desunidas? Ambas con una cualidad ya en común, un corazón roto. 
Salí de enfermería tapando mi boca. Cada una de ellas estaba ahí. Están en el peor mi peor momento recibiéndome con los brazos abiertos. Siempre. Justys se acercó a mí y rodio sus brazos sobre mí. 
-Oh, cielo. -Susurro a mi oído-. Siempre vamos a estar aquí para ti. Siempre. 
Lloré en su regazo. Me llevó a nuestra habitación en donde Ingrid se sentó a un lado conmigo. No podía superar la idea de perderlo, cosa que debía de hacer. 
Cuando me fui a dormir, Rocco se acomodó mientras acariciaba su cabello, me quedé mirando el techo un buen rato con los ojos hinchados.
________________________________________
Fui la primera en despertar. Vi a Francisca acurrucada en mi cama, a Ed con la mitad de su cuerpo destapado y a Ingrid acurrucada como un bebé como su no se hubiera movido en la noche. Desperté con una terrible cefalea que con suerte me senté en la cama, me sentía muy mal. 
Me vestí y fui a enfermería con un cuchillo en mi bota. Me encontré a Beatriz durmiendo sobre el escritorio, ella era otra enfermera, «¿qué horas serán?». Vi la hora en el gran reloj sobre la pared he indicaba las 07:15 a.m. Sentí una pisada a un lado. Miré y me encontré al enfermero con las manos en sus bolsillos.
-Lamento tu perdida. -Él se acercó al cuerpo de Leo que estaba tapado con una sábana-. Él lucho hasta el final. 
-Solo era un caso perdido.
Miré a otro lado para salir de ahí. 
- ¿Quieres hablar? -Dijo Francisca-. 
Estaba sola en la mesa de almuerzo. He estado sola todas las mañanas. Quería estar sola, ¿o quizás no? Tome aire. Ella se sentó frente a mí.
-Me sentí tan mal cuando vi a mi madre en el pasillo. -Dije-. ¿Qué hubiera ocurrido si me hubiera separado para ir a buscar a mi familia? 
-Quizás estarías muerta, quizás una de nosotras habría muerto. -Dijo-. Ese bello animal habría muerto, ¿Quién se hubiera cortado la mano para que Conny saliera por la ventana?. 
-Quizás Leo estaría vivo. -Dije y ella me calló-. Admito que el primer día, en tu casa. Yo me iba cuando vi esa manada de infectados.
-¿Crees que no di cuenta?. -Dije y ella me miró. Quite la mirada de estos hinchados ojos-. Para él hubiese sido un mayor sufrimiento sin tenerte cerca. 
Era casi de noche. La mayoría de la gente ya se estaba acurrucando en sus camas mientras yo seguía vagando en los pasillos con las manos en los bolsillos.
Mientras subía las escaleras sentía unas ruedas arrasando por el piso. Me intente camuflar detrás de una pared y vi como un militar iba caminando con un carro de ropa subía en medio de todo silbando, limpie mi cara. También noté que, de ese carro, salía el brazo de un infectado. Él miro a todos lados y me escondí calmando mi respiración. El hombre siguió caminando hasta la salida de emergencias. 
«Que no sea lo que creo» Pensé. 
Creí que los de la parte alta de la comunidad refiriéndome a los militares, policías y a Claudia que le dan los cuerpos muertos de los infectados para alimente esas malditas cosas de haya afuera. 
Me coloqué una chaqueta antes de bajar hasta la puerta de salida. Me escabullí como ratas hasta llegar abajo. Me coloqué frente a la puerta y apareció el hombre dándome un susto escondiéndome tras un mueble. Por una grieta noté que el miró a ambos lados y se marchó con el carro.  
Giré la manilla y nos encontramos un pasillo largo donde terminaba con otra puerta con un letrero verde sobre el que decía "Salida". Al llegar a ella no estaba cerrada. La abrí y una ráfaga de viento entró. Me estremecí y salí a la luz de la luna. Había un aroma putrefacto. 
Había una reja metálica a máximo un metro de la puerta, muchos cadáveres detrás de ella como bajo la tierra de un cementerio. Lanzaban al otro lado como carnada y les disparaban a los infectados al acercarse, pude notarlo por los agujeros de sus cabezas. 
-Dios...-Susurré-. 
Volví a dentro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.