Viviendo entre muertos

Capítulo XIV: Sacudes mi suelo. Día 51.

Hace cincuenta y un días atrás, la nación sufrió una crisis que condenó a todos. Hombres, mujeres y niños murieron por su culpa luego de una epidemia. En la biblia está escrito que los muertos vendrás en el apocalipsis y sonaran las trompetas de los cielos, mientras tanto los guionistas de películas escribían que serían unos depredadores cambiando la historia una y otra vez, ambos acertaron en una cosa. Era el fin de nuestra civilización y seriamos animales manchándonos las manos con sangre de otros, tantos amigos como enemigos. 
Luego de que Ithan se alejara lo seguí con mi mirada. 
-Tengo ganas de arrancar ojos...-Dijo Ingrid refiriéndose a todos los que nos veían-. 
Nunca fuimos de las que nos gustaba la atención. Desayunamos y volvimos a nuestra habitación. El día fue completamente aburrido. No tuvimos más que ir de un lado a otro en todo este inmenso lugar. Ingrid se pintaba las uñas negras mientras y yo estaba recostada junto a Rocco con mi cabeza colgando de la cama.
-Estoy aburrida. -Manifesté-.
-Yo también. -Compartió Ingrid-. Es raro, luego de que nos fuimos solo quería volver y al llegar aquí, es como si no perteneciéramos. 
-La rutina de estar en aprietos se nos grabó en la mente.
Suspiré. Nuestro borracho favorito entro por la puerta más sobrio que nunca. Se ve diferente. Es como si acabase de conocer el agua. Pero, esa barba no se la quitaba nadie.
-Acabo de ver un calendario en la oficina de Claudia. ¿Saben que día es hoy?. -Pregunta al entrar-.
-No. -Contesté-.
-6 de noviembre. -Replicó-.
- ¿¡Noviembre!?. -Dijo Ingrid asombrada-. Ha pasado muy rápido. -añadió-. ¡Ya paso Halloween!. 
Él asintió con la cabeza y sacó de su bolsillo unos dulces de menta y nos regaló uno a cada una.
-¿No crees que pueden estar malos?. -Dije al recibirlo-. 
-Me da igual, están deliciosos. -Lo saqué del envoltorio-. 
Y él tenía razón, estaban deliciosos. Amaba Halloween. Los disfraces de los niños. La armonía de cooperatividad de las personas con una tradición copiada. 
-Hace mucho que no comía un dulce...-Dijo Ingrid-. ¿De dónde los sacaste?.
-Me los dio Claudia. -Contestó-.
-¿Qué hacías ahí?. -Pregunté curiosa sentándome bien sobre aquella mesa-.
-Solo me llevo a platicar, me pregunto cosas por las que pasamos. -Dijo-.
-¿Le dijiste que nosotras dejamos...? 
-Obviamente que no. -Dijo interrumpiéndome-. Solo le contesté lo que escuché. -Él saco un pequeño frasco de su chaqueta-. Murió como un héroe...-Él tomó un sorbo de su frasco y se largó-.
Ahora siempre tenía agua en su petaca, o eso nos decía. Me recosté en mi cama y cerré mis ojos. No tenía nada más que hacer. Recordé un momento del que se me estaba olvidando de mi memoria. El día que conocí a las chicas, de cómo nos hicimos amigas, los primeros días de la media. ¿Cómo se me olvidaba uno de los días más importantes de mi juventud? Son momentos que marcan, y recordé el sentimiento del que te das cuenta de que todo no fue para nada, del que creías que un hecho tan importante y que esperabas con ansias no era lo mismo al momento de sentirlo. Quería tirar todo a la borda, solo, quieres cerrar tus ojos y volver a abrirlos en un día singular, del que sabes lo que sucederá y aun así es sorprenderte. En unos del que este con mis amigas y familia en un bello sitio mientras Sigrid y Francisca se abrasaban y se burlaba de Justys por su pequeña altura, Ingrid y yo tonteábamos, y con Francisca teníamos conversaciones serias. Hay un punto del que duele ver todo de cabeza, y lamentablemente ahora estoy viendo todo de esa manera y juro que duele un montón, juzgo lo que hago y trato de poner cada gota de empeño a todo esto, de verdad lo intento. Pero sé que un día despertaré y todo estará terminado, todo. Y creo que seré la persona más feliz del mundo en ese instante porque quizás todo valió la pena o no. Como unas ves escuché, luego de la lluvia viene el arcoíris, pero esto, era un huracán. 
Un día, en las aburridas clases de historia de la señora Guerra, miraba un pequeño espacio entre las cortinas verdes por la ventada. Pensaba en que sería ser un pájaro. Tiene muchas ventajas. Pero mi favorita -y la de muchos- era que simplemente podrías volar de sus problemas. Alejarse. Distanciarse.
Abrí mis ojos de repente y vi a Sigrid recostada junto a mí. A los pies estaba Rocco junto a Ingrid. Trataba de no moverme tanto. Me levanté saliendo de ahí y a ambas las tapé con una frazada. El sol se estaba escondiendo. Me coloqué una sudadera y fui a donde los demás con los ojos entre abiertos, la luz me molestaba. 
Fui al primer piso en donde me encontré un gran grupo bebiendo y celebrando, entremedio estaba Eduardo y Oswald. Emitían mucho ruido.
-¿Qué pasa con toda esta gente?. -Pregunte al verlos. Me empujaban con sus saltos-.
-Estas celebrando porque ellos van mañana a buscar comida. -Respondió tomando de su vaso y arrugo la cara-.
-Nosotras también fuimos ahí afuera -Dije-. 
-Si, pero ustedes estaban obligados. -Replicó-. Las personas ven valentía en estos hombres. Las personas ven lo que quieren ver y creen en lo que quieren creer. Pero a nadie más le importa todos tus logros. 
Su aliento estaba a hediondo a alcohol. Le quité su vaso de las manos y bebí todo de un sorbo.
-Por las personas...-Hablé y comenzamos a movernos de un lado a otro-.
Sabía que esto era una distracción ideada por Claudia. Mantenía a la gente contenta e incitaba a otros a hacerlo. Ser valientes. Cedí a su juego. 
Eduardo estaba bailando con una chica más lejos de nosotros. Comencé a sentir la fría mano de Os en mi cintura. No decíamos ni una palabra, solo disfrutábamos el momento. 
De repente sentí como un vidrio comenzó a tiritar haciendo un horrible sonido. Mi estomago se estremeció y mi boca tirito.
-Oswald...-Dije y tomé su mano-. 
Los demás vidrios comenzaron a sonar junto con las botellas, todo el mundo se quedó quieto en el centro. El piso comenzó a temblar. No se tardó en involucrarse el miedo entre nosotros. Las personas comenzaron a correr mientras temblaba más fuerte. Me aferré a Os, nos pegamos a la pared y me cubrió con sus brazos al agacharnos. Observando a todos, sentía algo raro, como si no pudiera moverme. Estaba petrificada. El pánico, el sonido. Todo se me hacía horrible. Sentía los pasos de todos y como caían las cosas, escuché rugir la tierra. De repente, Oswald tiró de mi mano para subir a nuestra habitación. Estaba fuera de mi mente, era como si no me pudiese controlar. 
Mientras subíamos, uno de los candelabros de en medio se cayó rompiéndose en mil pedazos. Mis pies tambaleaban y chocaba con todo. Llegamos a arriba y me encontré a las chicas abrazadas en un rincón. Entré y un trozo del techo cayó junto a mí. 
-¡Colóquense aquí!. -Dijo Eduardo haciendo que nos apoyáramos en una pared de cemento-. 
Nos quedamos un buen rato ahí con los ojos cerrados hasta que se detuvo la tierra. 
Miramos a nuestro alrededor y no había más que polvo flotando. Ingrid comenzó a toser. Salimos de ahí de apoco hasta llegar abajo en donde aún la tierra daba suaves movimientos. Mis manos tiritaban. Tapé con mi manga mi boca y nariz para evitar el polvo. Fui junto a Sigrid y Francisca.
Todos estaban realmente asustados, pero nadie más que Ingrid, ella no decía ni una palabra, solo no soltaba mi brazo. Sentía sus uñas clavadas a mí. Claudia apreció con un leve corte en su pómulo izquierdo. 
-¿Están todos bien?. -Dijo ella con el cabello alborotado-.
Todos asintieron. Bárbara pegó un grito y tocó su estómago. Se afirmó de Alfredo.
-¿Qué sucede, amor?. -Preguntó Alfredo-. 
-El bebé ya viene. -Respondió-. Es muy pronto. -Susurró-.
Seguía quejándose hasta que unos hombres la ayudaron a irse a enfermería. Miré a todos lados, pero Claudia ya no estaba. 
Todos estaban en shock y se examinaban entre sí. No sabían que hacer. Fue todo tan repentino. 
-¡Ayuda!. -Escuchamos de lejos-. ¡Alguien que...!. 
Corrimos a los gritos. Un hombre estaba bajo el techo destrozado, de su boca corría sangre y convulsionaba. Me alejé un poco. Mujeres gritaron y los hombres trataron de sacarlo quitándole todo ese peso de encima, pero nada sirvió e incluso algunas pequeñas cornisas caían nuevamente sobre él. El hombre ya agonizaba. La familia comenzó a llorar desconsoladamente junto a su cadáver. Rosa apareció atrás de nosotras. 
-¿Están todas bien?. -Preguntó la madre de Francisca y asentimos-.
Pasaron las horas y estábamos de voluntarias para ayudar a todos los que nos necesitamos. Ordenar, ayudar a los lesionados, etc.
Claudia me pidió que cuidara al amigo de Batman que estaba en enfermería. Entré a la enfermería y vi a todos los heridos. Este lugar no era para soportar un terremoto de tan magnitud. Entré a la habitación en la que él estaba y lo encontré sobre una camilla tosiendo y con unos tampones en la nariz con manchas de sangre. Me cubrí con un chaleco para evitar la brisa a mi espalda.
-¿Claudia?. -Dijo el niño-. 
-No. -contesté-. Soy una amiga de Batman, la que les presto aquel libro ¿Recuerdas?. Venía a cuidarte.
-¿Beatriz no está? 
-Ella está viendo a otros. -Me senté junto a él y pisé sin querer unos vidrios rotos-.
De un pequeño armario saqué una escoba y una pala quitándolos de ahí. Era un florero así que también sequé con un trapo.
-No alcancé a despedirme -hablo él. 
- ¿Perdón?. -Dije guardando todo a donde pertenece-.
-...de Batman, no alcancé a despedirme de él. ¿Sufrió? 
-Muy poco. -Aseveré-. Yo no alcancé a despedirme de Karen. -Volví a sentarme-. Tampoco de mi familia. 
-Antes de esto vivía en la calle con mi madre...-Dijo-…y el mismo día un grupo de chicas la mataron. Ella solo quería que yo sobreviviera, la vi morir...-Sentía un nudo en la garganta-…corrí y al llegar a la ciudad moría de hambre, intenté entrar a una casa y se me ocurrió escalar, al llegar arriba caí y algo explotó, y los vidrios volaron, caí al piso y algunos pedazos cayeron en mis ojos. Una mujer en ese momento me recogió y me trajo aquí, fue Karen. 
Una gota corrió por mi mejilla. 
-Yo vi a una de mis mejores amigas morir al igual que a mi novio. -Dije-. Alguien no me dejo volver por ella. Fue un mal hombre. 
-¿Qué paso con él?. -Pegunto-. 
-Ya no hay que preocuparse por él. -Solté una indirecta-. 
-Le caías bien a Batman. Dijo que lo salvaron, que fue de una forma mala, pero lo hicieron. Era diferente a sus padres y familia por lo que me contó. Era como un obediente perro amarrado. Cuando Claudia me dijo de él...yo...lloré, lloré y lloré y lloré como veía a los niños cuando sus madres no querían comprarles juguetes. Yo nunca tuve un juguete. 
Arrugué la frente.
-Te mereces todos los juguetes del mundo. -Dije entre siseos-. 
La puerta se abrió y apareció Claudia. 
-Yo me quedaré con el ahora. -Habló al levantarme-. 
-¿Puedo preguntarte algo afuera? -Dije-. 
-Claro -Ella cerró la puerta a su espalda. Me giré para verle la cara-.
Me quedé frente a ella y comencé a jugar con mis manos. 
-¿Qué es lo que tiene el niño?.
-Fascitis necrosante. Es una enfermedad que le frecuentemente a los niños. Le dio después de la muerte de Karen, no sé si tiene algo que ver, pero...-Sus ojos se cristalizaron y cerró su boca-. Solo tiene 13 años, y no pude mantenerlo a salvo.
-Algunas cosas son inevitables. 
Hasta el animal más fuerte y rudo, tiene corazón. Sentía una pena ya que sabía que ese niño iba a morir. 
-Henri me dijo que era posible que ya con tantos cadáveres muertos en la calle las enfermedades queden en el aire. -Replicó-. Pero eso es que el ocurriera a 1 de 100 personas. Él fue uno de cien. 
Ella agachó la cabeza y me alejé lentamente mientras Claudia entraba. Fui a nuestra habitación de brazos cruzados y no pude evitar un escalofrió a mi espalda. Repentinamente Ingrid tiró de mi mano.
-Vamos. -Dijo ella-. 
Fuimos a una sala cerca de la enfermería en donde escuchábamos gritos. 
-Puja ¡Puja!. -Decían-. 
Nos quedamos afuera del lugar. No quería entrar. Tensé mi mandíbula y dejé mi mano posada sobre el hacha. Ingrid sacó el cuchillo de su bota. Ni siquiera tuve la necesidad de hablar o preguntar. Ella no sobrevivirá.
-Bárbara está teniendo a Damian. -Dijo Ingrid-. Claudia me pidió que estuviera aquí por cualquier cosa, y no quería venir sola.
Esperamos un buen rato hasta que apareció Alfredo por la puerta. Venía con el bebé en sus brazos cubierto por una frazada. Estaba lleno de sangre.
-Hola pequeño Damian. -Dije-. Bienvenido al mundo real. 
No lloraba y miraba a todos lados con sus delicados ojos abiertos de color verdosos como los de su madre. Estaba cubierto de sangre y más cosas. 
-Alfredo...-Vimos a Beatriz tras él-. Algo va mal. 
-¿Que sucede?. -Dijo Alfredo y le entregó el bebé a Beatriz-. 
Casi se lo lanzó. Él entró corriendo y pegó un grito que debe de haberse escuchado hasta Japón. Tragué saliva.
-¿Qué pasa?. -Claudia volvió a dejar al niño solo para aparecer aquí-. 
Su cara estaba roja y con los ojos hinchados. Limpiaba sus parpados con la manga de su blusa.
-Bárbara perdió mucha sangre...y en un lugar así es difícil ofrecerle un buen servicio como para tener un parto. -Dijo Beatriz-. Lo siento. No había nada que hacer aquí. 
Ella sostuvo al bebé y volvió a entrar. Sentimos como cosas volaron y el horrible sonido de cosas al romperse. Beatriz volvió a salir atacada corriendo de Alfredo.
-Ese bebé mato a mi esposa, sácalo de mi vista. -Dijo Alfredo al salir-. 
-¿Qué ocurre?. -Apareció Rodrigo con Edgar-.
-Es tu hijo...-Grité-…tu propia sangre.
-Mató a la persona que más quería en mi vida. -Habló Alfredo y volvió a entrar en donde estaba el cadáver de su esposa-. No quiero a ese bebé quiero a mi esposa de vuelta.
Ya empezó a hablar en sollozos. No entendía su retorcida mente.
-¿Alguien puede decirme lo que sucede?. -Repitió Rodrigo-.
-Bárbara tuvo al bebé, pero ella...no pudo sobrevivir al parto.
-Oh por dios...-Susurró Rodrigo llevando la mano a su boca-.
-Alfredo no quiere volver a ver a Damian, cree que es el asesino de su esposa o algo así. Está loco, es su hijo, aunque fuese así es un bebé y no tiene la culpa. -Dije-.
-Dámelo. -Dijo Rodrigo quitándoselo de los brazos de Beatriz-. Hola Damian, te quedaras con nosotros por un tiempo ¿esta bien? 
Con Ingrid resiliencias la situación. Rodrigo se fue con el pequeño en sus brazos. Beatriz volvió con a la enfermería y con Ingrid entramos en donde estaba Alfredo. Claudia entró con un cuchillo en mano.
-¿¡Que mierda quieren ustedes!?. -Dijo al vernos-. ¡Lárguense de aquí!.
Sus ojos estaban hinchados. Claudia me entregó el cuchillo. El lugar estaba lleno de sangre. El cuerpo de Barbara estaba expuesto en todas sus partes y sus ojos aún permanecían abiertos al igual que su boca.
-Sabes que hacemos aquí, Alfredo. -Me acerqué al cadáver de Bárbara. Manchaba todos mis zapatos con sangre dejando huellas. Afirmé la cabeza de Bárbara y Alfredo me empujó-.
-Sabes en lo que se convertirá luego de esto en menos de un día o de minutos tal vez. -Dije-. Será un maldito infectado, y eso no nos conviene a ninguno. Sería más apropiado si lo haces tú. -Le extendí mi mano con el cuchillo por el mango y lo recibió-. 
Saltó de golpe y me hizo un tajo en mi brazo. Se tiró sobre Ingrid y lo agarré de su espalda haciendo que se cayera sobre mí. Los sostuve del cuello.
-¡Hazlo ahora!. -Le dijo Claudia a Ingrid-. 
Ella enterró el cuchillo en la cien. Alfredo comenzó a llorar y lo solté suplicando que no lo hiciéramos, pero ya era tarde, para ellas y para nosotros. Me hice hacia atrás junto a Ingrid. 
-Monstruos...son unos monstruos -Susurraba entre llanto al lado de su mujer-.
-No, ellos lo son. -Dije exhausta-.
Antes de salir de la habitación el sigue balbuceando. Limpie el cuchillo en una de las sabanas que estaban en el lugar. Se lo devolví a Claudia. 
 -Les juro que matare a ambas y todos van a saber la verdad. -Claudia nos miró-.
-¿De qué habla?. -Preguntó Claudia-.
-Nada.
-Ellas mataron a ese chico. Del que tanto hablaban por aquí. Lo dejaron solo, lo abandonaron. 
Nos colocamos firme frente a Claudia que sostenía el cuchillo con su mano derecha. 
-¿Benjamin?. 
-Él mato a Justys.
-¿¡Sabes lo que es perder a un hijo o creer que está muerto!?. -Gritó Claudia-.
-¡No! ¡No lo sabemos! ¡Debería de preguntarles a los padres de Justys!. -Mis ojos se cristalizaron-. Quizás ellos tengan una respuesta.
-¡Asesi…!. -Ingrid le pegó una patada a Alfredo y él cayó desmayado al suelo-. 
Claudia no dijo ni una sola palabra. Ella corrió la mirada y nosotras fuimos a la puerta. 
-Algunas cosas son inevitables, y otras las destinamos nosotros. -Susurró Claudia-. 




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