Viviendo entre muertos

Capítulo XVIII: Algo nuevo. Algo igual.

Primer día:
Él lugar estaba desierto. Estaba tan oscuro que ni mi sombra estaba conmigo en este momento tan difícil.
No tenía a donde ir. A donde quedar, pero, ¿porque preocuparme por eso? ¿de qué sirve? Solo, aceptaré el final. Caminaré hasta que mis pies sangren. Me quedaré junto a un árbol gigante y me recostaré a su lado, luego agonizaré. Al menos será viendo un hermoso paisaje. El amanecer.
Así que aquí iba mi última aventura. Me imaginé como seria la reacción de las chicas al enterrarse. Terribles caras de muchas personas se cruzaban por mis ojos inevitablemente no pude contener mis lágrimas. No podía hacer movimos tan bruscos con mi mano. Dios, ¿Porque sería así? Siempre fue así. Si pudiéramos leer un libro, de nuestra historia tendría la curiosidad del leer las últimas palabras, como cualquiera ¿no? 
Estaba sentada sobre hojas apoyada en un árbol con las piernas flexionadas, llevaba horas aquí. Tenía una autentica posición de 90 grados. A un lado tenía mi mochila y al otro mi arma. Levanté mi cabeza de entre mis piernas y brazos, y miré hacia adelante completamente confundida deteniendo mi llanto. Dejé caer mis brazos y me dije:
《¿Porque lloras? 》Estoy siendo tan egoísta. La muerte es preciosa 《¿Porque le temo? o sea, ¿Qué hay peor?》Por algo ha sido tan pedida a lo largo de los años. Tranquila, silenciosa y dolorosa, quizás. 
Comencé a reír mordiendo mi labio inferior con toda la cara mojada. Sentí algo raro en mi estómago y una regurgitación en mi garganta. Me tambaleé hacia adelante y vomité. Pero, no era sangre. Si no, simplemente la combinación de mi comida. Miré mis manos posadas a un lado. Estaban tan pálidas, más de lo normal, al ver la transparencia de mi piel pude ver mis venas y mis uñas tornaban un color azul. Las acerqué a mi rostro para limpiar mi boca y luego limpiarme en mi ropa. Volví a sentarme hacia atrás y eché la cabeza hacia atrás cerrando mis ojos. 
Estaba cansada. Sentí algo cálido en mi cara, se sentía tan suave. Abrí lentamente los ojos y pude ver un leve rayo de luz salir de entre las colinas. Era hermoso. Todo pasaba tan lento y rápido al mismo tiempo. Sonreí con un nudo en la garganta y mordí mi labio inferior, sentí el aleteo nasal. No dejé de mirarla hasta que el sol se posara completamente el en cielo. Era un lindo día. Un lindo día para morir. 
Miré a un lado y vi mi mochila. Borré toda sonrisa de mi rostro al girar lentamente mi cuello para ver esta tentadora arma. La tomé rápidamente con mi mano derecha y abrí el tambor. Aún estaban esas dos balas esperando un poco de acción. Giré el tambor y lo guardé sin mirar. Tiré el martillo hacia atrás y apoyé el cañón en mi frente. Mis manos tiritaron al poner mi dedo en el gatillo. 
《Si o no》Pensé de esta superposición. 
Apreté el gatillo, pero no salió nada. Simplemente un suspiro de mí. 
《Rápido por favor》Dije.
Apreté el gatillo y nuevamente no salió nada. 
《No hay segunda sin tercera》Pensé. 
Estaba tan confiada de mí misma que en otras ocasiones. Quizás era porque creía que esta sería la última, y quería que la última fuese muy confidente. Alejé un poco el cañón de mi frente. Acomodé mi dedo más el disparador. Cerré mis ojos con fuerza y abrí un poco mi boca. Tensé mi cuerpo.
No pude. 
Al apretar el gatillo dirigí el arma a otro lado y disparó una bala atascándose en el tronco de un árbol al frente. Mi respiración se comenzó a acelerar. Tiré el arma a un lado. Doble mis piernas hasta estar bien apretada al árbol. Comencé a darme golpes en mi cabeza. 
Sentí una presencia. Abrí lentamente mis ojos uno primero que el otro. Era grande como del porte de Rocco, su pelaje era marrón y tenía su boca cubierta de sangre. Su estómago estaba abierto, no dejaba de gotear chorros de sangre e incluso había partes de él que no tenía piel, podía ver su fresca carne y la capa gris cubriendo sus ojos. No hice ningún movimiento, con suerte me atrevía respirar. Miré el arma y él me ladró. 
《Maldita sea, maldito perro》No dejaría que el final de mi historia terminaría en que un perro infectado me comería. Si peleaba, pelearía hasta el último segundo viva. 
Me incliné hacia adelante y él empezó a correr a mí. Me agaché y el saltó sobre mí. Tiré el martillo hacia atrás y le apunté aquel perro que volvió a correr a mí. Cada vez estaba más cerca de mi escupiéndome su sangre. Sentí como con sus dientes me hizo una herida muy cerca de mi ojo. 
Abrió su osco al saltar y disparé. Su pesado cuerpo cayó sobre mí. Estaba tan mal que no tenía fuerza ni para sacarlo de encima. Tiré el arma a lo lejos y me arrastré. Mi ropa estaba cubierta de sangre. Comencé a toser. Me quejaba con cada movimiento al pararme. Me acerqué a mi mochila y recuperé mi arma vacía. La guardé. Acomodé la mochila en mi espalda y comencé a caminar lo más lejos de aquí. Mi caminar era tan lento y era similar al de los infectados. 
En mi caminata caí al piso más de una vez, pero la última fue la peor. Escuchaba los pájaros cantar, pero a veces sentía que se reían de mí. Sentía que el suelo se movía, no podía pararme. Mi vista se nublaba y a cada segundo me sentía más cansada. Sentía un peso sobre mis hombros del cual no me dejaba caminar y el impulso de cerrar mis ojos. Quería parar. Miré hacia adelante y vi una casa marrón. Era pequeña. Aceleré mi paso, pero en realidad no había ninguna diferencia. 
Pasando sobre rocas y hojas pude llegar. Subí un pie lentamente ante el otro por la escala y choqué con la puerta. Abrí la manilla y entré a la casa. No me importaba lo que hubiese o quien hubiese. Nada cambiaria algo sobre mi situación. Nada de nadie. 
No escuchaba voces o pasos. Estaba completamente vacío y en buen estado. Dejé caer mi mochila al piso y abrí todas las puertas de la casa arrastrando mis pies para al fin encontrar el baño. Apoyé ambas palmas de mis manos en el lavamanos y sentía que vomitaría de nuevo, pero no lo hacía. Lleve mi mano al espejo y lo limpie. Tenía una herida bajo el ojo y no paraba de salir sangre. Pesqué una toalla y la presioné. Me quejé un poco del ardor. Mi piel era blanca y mis labios perdieron su color al igual que mis mejillas. Todo alrededor de mis ojos eran rojos. Pude ver el antes y después de mi rostro en el espejo. Cerré los ojos y corrí la cara, pero lo único que vi fue la cara moribunda de Leonidas. Abrí los ojos y apreté el lavamanos. Mis piernas comenzaron a perder su fuerza. Ya no podía mantenerme en pie. Me apoyé en el marco de la puerta del baño antes de caer desplomada en el suelo bajo un intenso sueño. 
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Me levanté quejándome de mi dolor. Ya iban 6 horas. Fui con mis pocas fuerzas a la cocina. Revisé cada estante y en la mayoría había mucha comida. Acababa de notar que el lugar estaba muy limpio. Comí lo que fuese. Al estar lista limpié mi boca con mi mano. Volví a la sala de estar. Levanté mi mochila y la acomodé en mi espalda. Sentí un leve mareo, pero no le tomé importancia, noté como la sangre se estaba traspasando en la venda. Me quejé al pasar las yemas de mis dedos. Salí de la casa y saqué una manzana de un árbol cerca.
Me la comí en el camino mientras pensaba en el poco conocimiento que tenia de esto. Llevaba las horas suficientes, recuerdo a Leo y Batman. Digo, ¿Por qué? Si querías que tuviéramos más cuidado deberían de haber sido dichas de otras formas. ¿Pero que estoy hablando? Si había advertencias, siempre las hubo. Nosotros hicimos esto. Todo esto. 
Mis ojos se cerraron y me apoyé en un árbol. La manzana cayó de mis manos. Fue en cuestión de segundos que nuevamente cayera al piso sobre todas estas ramas y hojas. 
Recuerdo que habría los ojos, pero no reaccionaba. Veía lo que sucedía a mi alrededor. Alguien sujetó mis pies y me arrastraba. Sentía las hojas y ramas clavarse en mí. Los cerré. 
Volví a abrirlos y alguien me llevaba en brazos. Estaba muy lejos del suelo así que era muy alto. Giré muy lentamente mi cabeza que colgaba y vi a un hombre que fumaba cual llevaba mi mochila en una de sus manos. Los cerré.
Al abrir los ojos vi una mano sobre mí, él colocó la mano sobre mi frente, noté un nombre escrito en su ante brazo. 
-tiene fiebre. -Escuché al cerrar los ojos-. Se parece a ella. 
-Solo es una chica. 
Volví a abrirlos, pero esta vez tenía algo sobre mi ojo izquierdo. No podía ver por él. Reaccione de golpe. No había nadie a mi alrededor, tenía las manos amarradas a la pata del sillón y los pies. Me vía en el espejo y aun lucia mal, pero lo más raro fue mirar el reloj. Ya iban 14 horas. ¿Cuánto llevo aquí? Comencé a luchar para desamarrarme y logré sacar una mano. Desaté mis pies que fueron los nudos más fáciles, pero seguía luchando para liberar mi otra mano. 
La puerta se abrió y apareció una chica que tenía su pelo sujetado, se me hacía muy familiar. Le lancé lo que tuviese a mano, que fue una figura que estaba sobre un mueble a mi lado. 
-¡Antonio!. -Comenzó a gritar la chica y evitó mi golpe-. 
Ella salió por la puerta y seguí tirando mi mano. Me la estaba quemando con la cuerda. Comencé a golpear la pata del sillón y me fijé que tenía una venda nueva. Ellos vieron mi mordida. Seguí golpeando la pata hasta poder romperla y quitarla junto con mi amarre. El sillón perdió su equilibrio. Un hombre fornido que tenía un tatuaje en su ante brazo apareció por la puerta. Alguien me tomó por la espalda y afirmó mis brazos formando una X sobre mi pecho, él otro hombre, quien suponía que era un tal Antonio, sujetó mis piernas. 
-Tranquila, tranquila...-Repetía una y otra vez-. No te vamos a hacer daño. 
La chica se quedó de lejos mirándonos. Ella apretó su mandíbula y yo seguía peleando. No decía ni una palabra.
-Mira. -La chica se levantó su pantalón y en su pierna tenía la mordida-. 
Me quedé quieta y recuperé mi respiración. El supuesto Antonio me mostró su brazo y dejó ver otra cicatriz.
-No estás sola. 
Me quedé quieta. Recuperé mi aliento y comenzaron a soltarme de apoco. Tenía la oportunidad de golpearlo, pero solo apreté mi puño para luego soltarlo lentamente. Lo miraba directamente a sus ojos y ninguno reaccionó. Llevé mis manos a mi ojo y antes de quitarme lo que sea que tuviese ellos gritaron: “no”. Lentamente bajé las manos. Me superaban en número. 
-no vas a morir, niña. 
No conteste. No sabía de qué lado estaban estas personas. De ellos y no me reconocen o eran otros. Se alejó lentamente y todos se colocaron al frente. Eran un gran grupo. 
-¿Rompió el sillón?. -Dijo un hombre que entró por la puerta con una canasta con frutas-. 
Aquel olor fresco entró por mi nariz hasta pasar por todo mi cuerpo y sentir una gran satisfacción. 
Vomité sobre la alfombra. 
-...y para más vomita sobre la alfombra. -Habló el mismo hombre-. Amaba ese sillón. 
Limpié mi boca con la manga de mi chaqueta. Se fue por la puerta con una chica morena más baja que yo. La otra chica trajo una toalla y la colocó sobre esa asquerosidad. 
-Gabriela, deja lista algo de ropa. Se ensucio. -Dijo Antonio. Volvió a dirigirse a mi-. Abre la boca.
Me quedé quieta y tensé mi mandíbula. 
-Hace unas horas tenías fiebre y traspirabas mucho. -Habló y me entregó el termómetro-. Déjatelo 3 minutos. 
Él se alejó de mí. Lo dejé en mi boca y miré el reloj. Miraba a todas partes y no vi a ninguno de ellos a mi alrededor. Me levanté lentamente y fui a la cocina. Estaba mi cuchillo sobre el mesón. Lo tomé y comencé a cortar la cuerda que seguía en mi mano. Sin querer me corté levemente un poco en la muñeca. Saqué la cuerda y la tiré al piso. Volví a marearme. Caminado choqué con el refrigerador y unas cosas se cayeron. Gabriela apareció al frente. Ella rodeo mi brazo sobre su hombro y me sentó en una de las sillas de madera. Mire el reloj y quite el termómetro de mi boca.
-Estas ardiendo. -Ella tocó mi frente y le corrí la cara-. 
Fue a fuera y al volver traía un paño mojado. Hizo que me lo sujetara en mi frente. 
-Debes de tener muchas preguntas. -habló mientras limpiaba el termómetro-. Yo también las tengo. 
De una mochila sacó una caja azul, de ahí sacó unas vendas y unas tijeras. Me pidió que extendiera mi brazo. Le obedecí y dejé el paño a un lado. No me sentía enferma, solo, cansada. 
Cortó la venda y dejó ver esa fea herida que chorreaba sangre. Comenzó a limpiarla con gasas. Mordí mi otra mano de dolor. 
-¿Acaso quieres hacerte otra para que estén iguales?. 
Antonio apareció y se quedó mirándonos. 
-Recuerdo como fue la mía. Fue hace unas semanas. Creo que una persona necesitaba ayuda. Pero al girarse me mordió. Fue...intenso. 
Su cara cambio completamente. 
-¿De dónde eres?. -Preguntó. No respondí-. ¿Como te llamas? 
Gabriela me miró de reojos mientras me envolvía el brazo esperando una respuesta. 
-soy...-Tomé aire-. Yo soy...
Cerré la boca. 
-Inmune. -Habló Antonio-. 
No puede aguantar el llanto. Lo primero que se vino a mi cabeza fue a Leo el día que fuimos al super mercado. Él se sacrificó por mí. Yo lo mate. 
-En la habitación hay ropa limpia. Puedes ir.
Me alejé de ambos para ir a solas. Cerré la puerta con pestillo. No me contuve, solo grité de rabia y le di una patada a uno de los muebles. Comencé a romper todo. 
Él estaría junto a mí. Oh dios mío, solo por una segundo, él estaría aquí conmigo. Por una acción, solo por una decisión de salvar a una persona. ¿Porque esa inercia? Que es lo que te nace para mantener a esa personal a salvo, ¿es porque son especiales? No, es porque es lo único que tienes, y lo único que tendrás. Por siempre. Contando que perdí a toda mi familia, ya no tengo nada y justo ahora, a nadie.  
Me golpeé en la cabeza contra la pared y caí desmayada sobre la cama. Solo sentí los dedos rosas la ropa limpia.
Segundo día.
Abrí los ojos y Gabriela estaba sentada a un lado. Antonio estaba recogiendo lo último que bote. Me senté en la cama. Ambos se quedaron quieto.
-¿Como te sientes?. -Preguntó otro hombre que entro a la sala-.
-Tengo que volver a casa. -hablé. Ellos se me quedaron viendo-.
-¿Donde...? ¿Dónde está?. 
-¿Conocen el liceo N°1 de niñas, que está en la Avenida Argentina? 
-Si. -Gabriela tocó su pecho-. Yo estudiaba ahí.
-Estamos ahí. O estaban antes de que me fuera. 
-¿Porque te fuiste? ¿Pensaste que te ibas a morir? 
-¿Tú no?. -Hablé y ella guardó silencio-. 
Tragó saliva. Miré por la ventana y en su reflejo me vi. Tenía en la frente un hematoma verdoso morado y el parche estaba suelto. 
-Me llamo Hannah, y soy una sobreviviente como ustedes. 
Entre ellos dos se miraron. Gabriela quedó a mi altura y me quitó el parche. Su sonrisa desapareció de su cara. 
-¿Cómo esta?. -Pregunté, pero ella no me dio respuesta. Antonio trajo un espejo.
Me vi reflejado en él, tenía cocida la parte de debajo de mi ojo con hilo negro. Me quedé inmóvil al verme así. Lo que faltaba, mitad inmune mitad Frankenstein. 
-tuve que colocar tres puntos. -llevé mi mano, pero ella la quitó antes de tocar la piel-. Será mejor que te coloques esto de nuevo. 
Hizo que todos se reunieran en la sala. Ellos estaban emocionados por irse. Hace mucho que buscaban un grupo grande. Nos presentamos. Gabriela y Antonio eran inmunes. Él tenía un amigo llamado Carlos. También estaba Nickza y su padre que eran los últimos integrantes del grupo -ellos no estaban muy de acuerdo en irse-. Al tomar la decisión que fueran al liceo y llevarme ahí, ellos arrugaron sus caras, pero no se opusieron a nada. Me quedé en la cocina apoyando las manos en el mesón. 
-¿Como te sientes?. -Escuché atrás de mí. Me giré y vi a Carlos tomando agua en una taza. Pensé en nuestro borracho favorito. Estaba sucio, chascón y al hablar me fijé que le faltaba un premolar. No respondí a su pregunta-. 
-No te preocupes. No soy peligroso. -Soltó una risa-. No hablas mucho. ¿Por qué? ¿te da miedo la gente? 
-Lo que pueden llegar a hacer, en realidad. 
Dejó su taza a un lado. Me miró directamente a los ojos y arrugó su frente. 
-Debes de haberla pasado muy mal, a una edad tan temprana. 
Tragué saliva. 
-Todos. -Susurré-.
Me fui de ahí dando lentos pasos. Fue un día entero sin perdidas de conciencia. 




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