Viviendo entre muertos

Capítulo XIX: Del otro lado. Día 63

A veces me busco una respuesta de que, porque seguimos aquí, o porque seguimos luchando. Y no he llegado aún a una conclusión. ¿Miedo?, ¿esperanza? Se alguna de esas. Solo quisiera estar con los ojos cerrados e imaginarme a todos nosotros juntos sentados uno al lado del otro. Leonidas rodeándome con su brazo y a Batman jugar con Rocco. Todos conversando bajo el cielo estrellado y una fogata en medio. Que agradable escena. 
Estaba estirada en una mesa. Era un lugar completamente diferente, pegué un grito y espante a todos a mi alrededor. Había una ventana en frente. Este lugar no era el liceo. Recuperé mi respiración y me senté en esa mesa. Ingrid vino a mí y me ayudo a mantenerme en pie.
-¿Cuánto llevo aquí?. -Pregunté-.
-Solo un día y medio aproximadamente. 
Miré a mi alrededor. Esto definitivamente no era el liceo. Me quede apoyada en la mesa. Ella me miró y no dudo en volver a abrazarme. 
-Creí...yo...-Susurró-.
-Estoy aquí. -Balbuceé-. 
El lugar estaba lleno de estantes con libros y juegos de niños. Ya había estado aquí. Podía recordarlo. Era la biblioteca Severine. Un día, con mi padre y hermana vine a inscribirme aquí. Fue la primera vez que entré. Había tanto silencio y tantos mundos. 
-¿Como...?, ¿Como fue que llegamos aquí?, ¿Como me trajeron aquí?, -Antonio apareció al frente. 
-Despertaste. 
Llamó la atención de todos. Se asomaron a verme, no se me acercaron, ninguno. 
-Estoy bien. -Dije. Me mantuve en pie sola-. 
Francisca y Oswald se me acercaron. Sentí sus respiraciones en mi oído. 
-Hay mucho que hablar. -Dijo-. 
Ellos me preguntaron qué paso luego de que me fuera y un motivo. No pude dárselos, no uno que valiera la pena decir, o que las palabras pudieran salir de mi boca. Me explicaron que hicieron cuando me fui y como ellos llegaron a retenerlos. También me dijeron que ocurrió después. Creyeron que no sería un Lugar seguro y con el auto se dieron cuenta que por aquí no había muchos infectados así que se reunieron aquí. Pero nunca dejaron la palabra "lucha" de lado. 
-...y lo logramos -Finalizo Sigrid-.
-Lo hicieron -Hablé. Noté como miró mi brazo-. 
No había manchas de sangre alrededor y de apoco saqué la venda. Se estaban haciendo unas costras, ya paró de sangrar. 
-¿Te dolió?. -Preguntó Sigrid-.
-Muchísimo. Cuando me mordieron y después...-Aseveré-.
-Increíble. -Balbució-.
La cara de Arlette aparecería en mi mente.
-Gabriela y Antonio también lo son. 
-Ya lo sabemos. -Replicó Oswald-.
Quizás por eso sean una de las razones por las que me dejaron con ellos. 
Al revisara el lugar, entre los cajones encontraron un mapa que indicaba unos 200 kilómetros al norte. No sabíamos que había ahí, pero he estaba marcado con un gran círculo rojo y también en la parte restringida de la biblioteca había un cadáver de un hombre y un niño. Ambos estaban muy delgados. 
-¿Qué edad les pondrías?. -Pregunté mientras Jonathan lo arrastraba hacia la escala-.
-El niño debió de tener unos siete años. Muertos de hambres, literal. 
Las personas somos unos completos ingratos. Cuando mueres solo tienen la manía de recordar todo lo bueno que le hiciste a esa persona, diciendo que era alguien bueno y honesto se te olvidan los momentos en los que estaban enojados, sólo sientes lástima, solo somos una vela que se consume de apoco. Luego de la muerte no hay nada, el cielo no existe ni el infierno tampoco, solo te quedas aquí. Solo.
Me acurruqué con Rocco y temía que al dormir ocurriera algo malo.
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Nosotras nos hemos quedado dentro de la biblioteca selladas mientras los chicos iban afuera ya para traer cosas para comer y encontrar a más personas. Admito que aquí dentro me aburría mucho, y cada vez que cruzaban esa puerta mi corazón se detenían hasta que volvían.
Intentaba abrir una lata que tenía trozos de peras cortados mientras las demás hablaban en un círculo grande. Me senté junto a Ingrid y le ofrecí de mi comida.
-No, gracias. -Replicó-. 
De repente, la puerta se abrió y apareció Jonathan, atrás de él apareció Os y lo mordió en su cuello. Ambos estaban infectados y cayeron al piso.
Me hice para atrás durante que la infección se propagara entre nosotros. Me tropecé y caí a un lado del cuerpo de Ingrid. 
Grité y desperté de golpe. Debía suponer que era un sueño, odio las peras.
Me senté en el piso y miré a mi alrededor, todos seguían durmiendo. Era de noche y sentía los gemidos de los infectados de afuera. Me levanté sin hacer ruidos para no despertar a Os ni a las chicas. Ambos estábamos durmiendo más alejados que los demás. Me acerqué a la ventana y vi como la falsa luz de la luna iluminaba todas las calles. Había muchos grupos de infectados esparcidos caminando de lado a lado sin hacer nada más. Por la noche siempre salían más en el centro. 
Alguien tocó mi hombro y doblé su mano. Me giré y vi a Os, lo solté rápidamente. 
-Lo siento. -Dije entretanto de sus quejidos-. 
-No importa, niña reflejos. -Dijo y sobó su mano tratando de relajar su cara-. Será mejor que vuelvas a la cama. Hace frío. 
-Si a eso le dices camas. -Hablé mientras caminaba para recostarme en el piso-.
-Es lo único que tenemos. -Replicó-.
Volví a recostarme junto a él.
-¿Crees...que un día moriremos por ellos?. -Volví a hablar-. 
-Sabes que no me gusta hablar sobre el tema. -Dijo y acarició mi cicatriz en mi brazo. Se me veía realmente horrible-. 
Guardamos silencio por un rato mientras él se acomodaba dejando el pecho hacia arriba, en la misma posición que yo.
-¿Qué has visto haya afuera?. -Pregunté durante que colocaba mi cabeza sobre su pecho y cruzándome en todo el piso. Formamos una T-. 
-Muerte. -Aseveró-.
-Quiero salir. -Manifesté-.
-No. -Replicó-. 
-Quiero encontrar a mi familia. 
-No hemos encontrado sobreviviente, Hannah. -Dijo-. 
-No me refería a encontrarlos vivos.
Él suspiró y cerró sus ojos. 
-¿Vas a contarme que te paso en el ojo y por qué ahora eres un pirata?. -Preguntó y solté una pequeña risa. 
-Un perro infecto trató de atacarme y con sus dientes me hizo una herida. Gabriela tuvo que poner tres puntos. Aun me duele. 
Ha dejado al margen la idea de que salga. Cerré mis ojos para volver a dormir y lo logré.
-Está el desayuno listo. -Alguien me sacudió-. Vamos, Hanita. -Era la voz de Ingrid-. 
Sobé mis ojos. De nuevo desperté sola. 
Me levanté para ir con las demás. Edgar jugaba con Damian cada mañana, gracias a dios él y el pequeño hermano de Francisca, Agustín, eran tranquilos. 
Me senté junto a Francisca mientras estiraba mis músculos. Ya estaba cansada de la misma rutina, comer lo mismo todas las mañanas y no hacer nada todas las tardes. Sé que estamos seguros, pero esto no era lo mío. Y dudo que fuera lo nuestro. O quizás, no era el lugar indicado. Miré el mapa que estaba sobre la mesa.
Ingrid se sentó junto a mí y suspiró. Antonio comenzó a roncar. 
-¿Qué hace él aquí?. -Pregunté cuando ella me entregó la papilla-.
-Los demás solo se fueron sin él, quizás esta muy cansado. 
Me encogí de hombros durante que comíamos. 
Cuando estas en mi lugar, piensas en lo que te decías que el hecho de estar frente Del televisor cambiando de canales a cada minuto era algo aburrido. Pero en estos minutos quiero que esos momentos vuelvan aparecer, aunque sean en sueños. Quiero volver a sentirme como antes. 
Pasaron las horas y no tenía más que acomodar los libros en los estantes, debieron de caerse en el terremoto. Para que el lugar fuese viejo estaba bien, mejor que el centro comercial.
Acomodé todos los libros del piso del armario sola mientras las chicas dormían un poco, no había nada que hacer. Pero el último que tenía en mis manos era un comic de "Archie".
-¿Hannah?. -Escuché una dulce voz tras de mí, pero al girarme no había nadie-. 
Me senté en el piso, abrí el comic tocando lentamente todas las páginas. 
Leí todo lo que pude hasta que Os apareció por la puerta, pero ya no eran cuatro personas las que cruzaban esa puerta. Si no, seis. 
Todas nos alertamos en cuanto se abrió la puerta, no evite la sensación de acercar mi hacha a mi -cualquiera lo hubiese hecho-. Dos hombres venían con ellos. Me acerqué a Oswald para darle un fuerte abrazo. 
-¿Quiénes son?. -Le susurré en el oído-.
No tenían cara de ser buena gente. 
-Tú...-El borracho le apuntó a uno acercándose a la defensiva-. 
Jonathan lo alejó rápidamente. La vena de su frente parecía que reventaría en cualquier segundo, tenía sus manos enrolladas en un puño. Hizo un gesto brusco golpeando el piso con su pie.
-¿Quiénes son? -Habló Edgar y uno de los nuevos lo miró con asco de pies a cabeza. Rodrigo se colocó frente de ella-. 
-Sólo son unos putos ladrones que salieron de la cárcel solo por no tener suficiente evidencia. -Dijo el borracho-. 
-¿Esa imagen tienes de mí, amigo?.
-No soy tu amigo. -Aclaró rápidamente nuestro borracho favorito-. 
-Me llamo Ricardo y él es...-tratana de recordar su nombre-…Jesús. -Dijo él con los dientes amarillentos. Deben de estar así desde antes de todo esto.- 
Nuestro borracho se marchó antes de que siguieran hablando. Ricardo tenía toda su ropa sucia y traía un inmenso cuchillo consigo. Jesús parecía callado, pero aun así no había que fiarse. Me mantendré lejos de estos dos.
Carlos le quitó la mirada de encima a los nuevos. Me acerqué a el borracho mientras miraba feo a Ricardo. 
-¿Por qué los trajeron aquí?. -Me dijo Carlos como si hubiese sido mi idea-. 
-¿Quiénes eran?. -Pregunté-. 
-Ladrones, violadores...la repugnancia del mundo. -Aseveró nuestro borracho haciendo un gesto de odio con su labio-. Mantenlos lejos de mí. 
Se fue justo cuando tocaron mi hombro. Me giré cruzada de brazos. Fruncí el ceño.
-¿Tú nos mostraras el lugar?. -Dijo Ricardo y sonreí falsamente-. Nos podrías mostrar algo mas ¿no?. Niña ciclope. -Ambos rieron y les saqué el dedo de en medio-. 
Ellos no sabían con quienes se estaban metiendo. Me acerqué a Os y lo cubrí mientras sacaba algo de su bolso. 
-ten...-dijo entregándome un cuchillo muy filoso. Lo guardé dentro se mi bota- no son personas del cual fiarse. Solo diles a las chicas que se mantengan lejos.
Asentí lentamente con la cabeza. Volvió a entregarme otro que guardé atrás de mi pantalón. 
-Para Ingrid. 
-¿Han traído algo de chatarra?. -Apareció Rodrigo detrás de nosotros-.
-Sí, encontramos una caja con papas fritas. -Cuando abrió la caja era como si saliese un brillo dorado de ella-.
-Increíble. -Dijo él sacando una-. Examinaré esta. 
Solté una risa. Vi a Francisca desganada que leía un libro sentada junto a la ventana. Me alejé de Oswald sin antes sacar una bolsa de papas fritas. Me senté junto a ella y pregunté qué hacía, respondió algo obvio, que leía. Ambas soltamos una risa. 
Las tardes pasaban tan lentas, incluso creía que a veces el tiempo se detuviera y avanzara en reversa. 
-Me ayudarían a encontrar pañales para Damian...no veo ninguno, recuerdo a ver visto algunos -dijo Edgar frente a nosotras-. 
-Claro...-Me levanté y ayudé a Francisca-. 
Con Francisca buscamos en todas partes, dimos vuelta el lugar, pero no encontramos ningún pañal. Definitivamente aquí no había pañales y los chicos tampoco encontraron. Realmente necesitaba uno y no sabíamos que hacer. 
- ¿Por qué no...salimos?. -Dije junto a Antonio-. Por los niños.
-Quiero ir con ustedes. -Dijo Francisca-. Voy a ir con ustedes. 
-¿Qué haces?. -Dijo Os sin modular acercándose para sujetar mi brazo-.
-Voy a salir. -Dije más contenta que nunca-.
Antonio nos entregó un arma y junto a él apareció Carlos. Tomé a Rocco y le puse una correa amarrándolo a mi cinturón. Iría conmigo. 
-No, tú no iras. -Le dijo Antonio a Carlos haciéndolo a un lado. Se alejaron, pero aún los podía escuchar-. los nuevos no tienen pinta de ser buena gente y sé que pasara algo malo especialmente entre ellos dos. -Apuntó a Ricardo y a nuestro borracho favorito-. No quiero solo dejar a Jonathan y Eduardo.
-Solo tráeme cigarrillos.
Ambos chocaron los puños y sonrieron. 
-¿Vamos?. -Dijo Antonio y Os aun sujetaba mi brazo-. 
Lo miré sin decir nada igual como él a mí. Me solté de él y caminé junto a Francisca. Salimos y cargamos nuestras armas. Nos quedamos quietos enfrente de la puerta principal. 
-¿Listas?. -Dijo Antonio-. A la cuenta de tres salen por la puerta y corren hasta el auto. 
Amabas asentimos. Uno, dos...tres. La luz me cegó un poco. Puse la cara de Igor saliendo a la luz del día, el aire fresco entró por mi nariz y lo sentí en mi cara. Corrimos al auto mientras le enterrábamos el cuchillo en la cien. 
Me subí en la parte de atrás y Antonio aceleró. Tomé a Rocco para colocarlo junto a mí. 
-¿A dónde?. -Preguntó Antonio-. 
-Izquierda y sigues derecho. -Dijo Francisca-. En esa calle en cada esquina hay una farmacia. Encontraremos los suficientes. 
Asentí. No me sentía mal por salir y no obedecer a Os, él no me podía decir que hacer y menos en estas ocasiones. Todos les tememos a algo, pero tenemos que afrontarlo.
El día estaba completamente horrible. Estaba nublado y con suerte podíamos ver a lo lejos. Parecía Silent hills.
Cuando llegamos le dije a Antonio que esperara afuera sin apagar el motor del auto. El obedeció y dijimos que haríamos esto rápido. 
Me baje junto a Francisca y Rocco.
Le disparamos a los infectados que obstruían la entrada y a los que había adentro. Solté a Rocco. 
-Toma lo que puedas. -Le indiqué-.
Eché muchas cosas a mis bolsillos y luego sentimos unos golpes en una de las puertas. Rocco estaba rasguñando una puerta y olfateando entre medio, no le tomé importancia hasta que sentí algo caer de ahí dentro, me quedé quieta y miré a Francisca. Ambas nos acercamos y antes de que Francisca tomara la iniciativa de abrir la puerta tomé su mano. 
-Toma a Rocco y hazte para atrás. -susurré-. La última vez que paso esto creí que moriría. 
Ella asintió y tomó la correa de Rocco se hizo para atrás apuntando. 
Abrí la puerta y le apunté. Estaba con las pupilas dilatas e indefenso. Estaba agachado en la esquina de este baño. Se me hacía familiar. 
-Hannah. -Dijo Sorprendido-. ¡Cuidado! ¡Detrás!. -Dijo tan rápido que no entendí, pero Francisca sí-. 
Se giró y le disparó a un infectado.
-¿Como sabes mi nombre?. -Pregunté aun apuntándole-.
-Soy...Soy del centro comercial. 
-Si lo recuerdo. -Habló Francisca-. Sigrid hablaba de ti.
-¿Ella esta viva?. 
Bajé el arma. 
-¿Como te llamas?. 
-Camilo.
Escuchamos un bocinazo de Antonino y salimos de ahí. Incluyendo a Camilo que casi lo sacamos tirando de su oreja. Sujetó fuertemente el bolso que traía.
A la derecha venia una manada de infectados y la mayoría eran muy rápido. Les disparé a los que pude.
-¡Súbanse ya! -Gritó Antonio dentro del auto-. 
Condujo tan rápido que sentí como mi cuerpo se hizo hacia atrás quedando pegada en el asiento. 
-¿qué hacías afuera?. -Pregunté-. Estas muy lejos de casa, chico. 
-Estábamos buscando suministros. -Replicó Camilo-. 
-¿"Estábamos"? -Manifestó Francisca-. 
-Éramos siete. Tres murieron y los otros tres me abandonaron llevándose casi todo. Malditos bastardos.
-Tus padres deben de estar devastados. -Habló Antonio-.
-Ellos están muertos. -Manifestó Camilo acariciando a Rocco-. Murieron el primer día. Estoy solo. 
Todos guardamos silencio por un largo rato hasta que Antonio está tranquilo ya que habíamos perdidos a todos detrás. 
-Iremos por gasolina, luego te dejaremos en el refugio y nos iremos. -Dijo Antonio mirándonos por el espejo retrovisor. 
-No es necesario a que me devuelvan al refugio. -contestó-. Tampoco hay alguien esperándome ahí. 
Miré a Francisca y ella me vio de reojos. 
-Sé que ustedes tienen sus reglas y tampoco vengo con las manos vacías. 
-Que tienes ahí...-Dije quitándole el bolso, revisé cada parte de él-. Aspirinas, paracetamoles, toallas humectantes...¿Condones? 
-Mi padre me enseñó a llevar agua dentro de ellos. -Dijo a su defensa-. 
-¿Porque llevaríamos agua en condones?. -Aseveré-.
Francisca soltó una carcajada y comenzamos a reír. Camilo solo se ruborizo tratando de encontrar alguna explicación.
-Hombres...-Balbucee cuando Antonio se detuvo-.
Él se bajó y lo seguí. Se veía preocupado. 
-¿Quieres que te ayude en algo?. -Le pregunté al estar un metro se distancia-. 
-Verifica que el perímetro este limpio y luego traes dos botellas de ahí. 
Le obedecí. Miré a todos lados y no había ni siquiera un infectado. Guardamos las botellas con gasolina y luego le echó al auto. 
-¿Podemos fiarnos de él?. -Me susurró Antonio-. 
-Sí, es un chico bueno. -Repliqué-. O eso creó. Si ella confía, yo también.  
-¿Y los otros? 
-Claramente no le cayeron bien a nadie. -Dije-. Ni siquiera a mí. 
-Haré guardia esta noche. 
-No lo hagas. -Hablé-. Siempre lo haces. 
Volvimos a subir al auto y condujo. A la mitad del camino las campanas de una iglesia comenzaron a sonar fuertemente. 
-Será mejor que te apures. -Dije y el aceleró un poco-. 
Al llegar a la biblioteca no se encontraba ningún infectado cerca así que dejamos el auto un poco más cerca. 
-¿Quién habrá tocado la campana?. -Preguntó Camilo-. 
-¿Qué o quién?. -Pregunté-.
-Será mejor no averiguarlo. -Dijo Francisca-. Solo entremos. 
Nos bajamos aún con la curiosidad de quien podría ser. 
Abrimos las puertas y subimos las escaleras. A llegar arriba escuché unos gritos y entramos todos acelerados. Ricardo estaba sobre nuestro borracho golpeándolo mientras Carlos estaba a empujones con Jesús. Eduardo y Jonathan trataban de separar a todo. Antonio fue con Ricardo y lo tiró al piso de un solo golpe. Antonio lo paró tomando de su camiseta, pero Jesús empujó fuertemente a Eduardo y a Carlos, y quitó un arma de su pantalón y le apunto a Antonio en la cabeza por la espalda. 
Todos quitamos nuestras armas soltando lo que tuviésemos en nuestras manos y le apuntamos a Jesús. Rodrigo, Edgar y Rosa se escondieron.
-Ni se te ocurra...-susurré-.
Debí de mostrar lo suficiente mi brazo porque el grito lo típico "estas infectada" y me apuntó, pero antes de apretar el gatillo Jonathan le dio un golpe en la cabeza con un gigantesco libro dejando que su cuerpo cayera inconsciente. 
-Wow. -Habló Jonathan-. Por eso me gustan los libros. 
Rodrigo se acercó a Antonio y le pidió que lo soltara terminando su oración con un: "Él no vale la pena". ¿Pues quien sí?.
Al relajo noté la reacción de Sigrid al ver a Camilo, hubo un brillo en sus ojos. Se quedaron todo el tiempo en la esquina mientras Antonio los miraba con odio a los otros mientras afilaba su cuchillo de forma hostil. 
Rodrigo y Edgar mudaban a Damian mientras Nickza y su padre se reían. Vi a Sigrid, su cabello era tan largo que era una trampa segura. Fui a ella y le entregué un moño. 
-Trata de mantenerlo sujetado. -Dije-. Ellos pueden tirártelo y atraerlos a ellos. 
-Gracias. -Replicó.
Sonreí y volví a acomodarme con Os. 
Nickza y su padre dormían juntos alejados del grupo como siempre. Sigrid y Camilo charlaban, y reían entre miradas coquetas. Francisca estaba con su madre alimentando a su hermano y Ingrid dormía en un sillón. Carlos, Eduardo y Jonathan estaban conversando con el ceño fruncido. Mientras tanto yo jugaba a las cartas con Oswald.
-¿Cómo estás?. -Me preguntó-.
-Supongo que bien...-Dije-. 
-¿Quieres saber cómo empezó todo? ¿No?. -Solté una risa y asentí-. Solo intercambiaron palabras vulgares y "el borracho" dio el primer golpe, pero no el ultimo como veraz. 
-¿Has oído las campanadas?. -Hablé sacando una carta y dejando otra-.
-Se escuchaban lejos. -Replicó-. No debemos de estar solos.
Me distraje y acaricié mi cicatriz. Se que mostré todas mis cartas.
-debería de cubrirla...-Dije-. Espantaré a la gente con esto.
Él se quitó su sudadera y me la entregó. Sonreí mientras abrochaba hasta la mitad el cierre. 
-Solo no te subas las mangas como siempre. -Habló y termine la jugada-.
Nunca creí en el amor. Siempre me burlaba de las parejas en la calle, no quería ser la novia de nadie, pero quizás, solo era que no podía conseguir ser la novia de nadie antes de conocer a Leonidas. Siempre me gusto estar sola, pero él me enseño una clase sentimientos diferentes a los que tienes por el resto, una combinación de preocupación, amor y enfado, algunas veces, eran elementos de una poción mágica que todo el mundo siente al menos una vez en su vida. Como la verdadera amistad.
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Sentí una mano fría tapar mi boca. Abrí rápidamente mis ojos y vi a Os enfrenté de mí.
-Shh...-Formó con sus labios-.
Vi a todos de pie en esquinas cubriéndose y tomando lo que fuese. Jonathan, Antonio y Ed estaban en alrededor de la puerta con cuchillos y armas. 
Aún era de noche y hacía mucho frio.
Fui de puntillas con Oswald y me obligó a colocarme una mochila con comida. 
-¿Qué pasa?. -Susurré. Busqué a todo el mundo-. ¿Dónde están Nickza y su padre?. 
-Se fueron y al parecer se les quedó la puerta abierta. -Dijo-. Hay unos 30 ahí abajo. Toma. -Me entregó un arma.
Todos se arreglaban, cada uno cooperaba en llevar algo. Sigrid y Camilo se nos acercaron. 
-¿Están bien?. -Pregunté. Ellos asintieron-. 
De repente la puerta se abrió y Os pego su cuerpo al mío. Jonathan y Eduardo salieron corriendo de la puerta y cuatro infectados rápidos entraron atacando a Jonathan, Antonio le disparó a los infectados y lo ayudo a levantarse. 
-¡Vamos!. -Gritó y le obedecimos. Pero antes de salir tomé el mapa que encontramos al principio. Llevaba a Rocco en mis brazos-.
Ellos iban al frente mientras disparaban. Antonio iba detrás con Carlos y el primero en salir fueron los estúpidos nuevos. Salimos vivos entre tantos infectados, pero en la calle ninguno de nuestros autos tenía batería.
-¿Pero que mier...?. -Dijo Jonathan pero se detuvo-. 
-¡Vamos!. -Gritó Ed-. ¡Por aquí!. 
Corrimos hasta llegar a la plaza. Estaba invadido de árboles. Muchos infectados venían tras nosotros. Eran muy rápidos. 
-¿¡Ahora que!?. -Preguntó angustiada Sigrid-. 
-Mm...-Miré hacia arriba-. Suban a los árboles. 
Todos nos apoyamos unos sobre otros o sobre basureros y bancas para subir. Primero quienes traían a los niños y luego los demás. Quedé arriba junto con Ingrid, Os y Edgar que traía a Damian. Algunos aun no subían como los nuevos y Antonio.
-¡Solo traten de subir más! .-Dije-. Aún faltan. 
Antonio subió en un dos por tres dejando al otro árbol a Rodrigo, Jesús y a Ricardo, pero los infectados ya estaban a un metro. Rodrigo ya estaba por subirse mientras los otros abajo, pero Ricardo tiró del pantalón de Ricardo botándolo sobre Jesús. Ricardo subió dejando a los dos abajo.
-Lo siento, amigo. -Dijo Ricardo arriba y los infectados hicieron una gran multitud sobre ellos-. 
-¡No!. -Pegó un grito desgarrador Edgar. 
-¡ah! -gritaban Rodrigo y Jesús. 
Los gritos de dolor y desesperanza de ambos fueron horribles. Edgar comenzó a llorar con el impulso de hacer algo, se movía mucho y comenzó a golpear algunas ramas. 
Los infectados trataban de alcanzarnos, pero estábamos muy arriba, ellos estaban abajo con sus manos extendidas.
-Hey, mírame, mírame...-le dije a Edgar tomando su cara-. Concéntrate en mí, escúchame, hey Edgar...-trataba de que se concentrara en mi voz, pero los gritos de agonía de su novio se escuchaban de lejos. 
Luego todo paro. Menos su llanto. Fue horrible, para todos. Lo peor fue cuando ellos se fueron y dejaron ver sus cuerpos. 
La bocina de un auto a lo lejos comenzó a sonar. Les llamo mucha la atención que comenzaron a irse. Pero fueron minutos para que no hubiese ninguno. Bajé de las primeras y ayudé a los demás. Edgar me entregó a Damian y fue directamente a Ricardo, le dio una bofetada, pero él lo empujo y se cayó. 
-Maricon. -Susurró Ricardo-. 
Edgar solo lloró al lado del cadáver de su novio. Antonio se acercó a Ricardo y le dio un golpe en su nariz haciendo que sangrara durante que la madre de Francisca ayudaba a Edgar. Le entregué Damian a Sigrid.
-¡Maldito hijo de puta!. -Dijo Edgar-. ¿Porque tenías que hacer esto? ¿¡Por qué!? 
-Cualquiera lo hubiese hecho. 
No pude evitar imaginarme a Benjamin como él. Su rostro, era él.
Comencé a empujarlo, darle golpes en el pecho.
-¿Por qué? ¿Por qué lo mataste? ¿Por qué lo hiciste? ¿¡Por qué la dejaste morir!? ¡Era mi amiga!. -Él reía. Era la viva imagen de Benjamin. Miré a mi alrededor-. Quiero decir, él. 
-Esta loca. -Rio-.
Le di un golpe en la rodilla y él se hincó.
Comenzó a llamar la atención de más infectados así que sería mejor nos largáramos.
-¡No me iré con ese idiota!. -Dijo Edgar-.
-Yo tampoco. -Dijo Francisca-. 
Edgar estaba realmente mal, se agarraba su cabeza mientras se arrodillaba. Quería venganza, pero no sabía cómo. Me rompía el corazón verlo. Me recordaba a ese lugar, a ese espantoso lugar.
Le pegué con el arma en la cabeza a Ricardo y quedó completamente arrodillado, le di un empujón y quedó tirado con sus manos atrás, me senté sobre él y le apuntaba en la frente sujetándolo con ambas manos. 
-Débil. -Dijo Ricardo-. 
-He aprendido que siempre hay más dolor, Ricardo. -Dije y él sonrió-. Hay más maneras de morir dolorosamente que siendo masacrado por ellos. No hay muerte el que mueras instantáneamente en realidad, siempre hay unos segundos extras. ¿Te gusta el fuego?. Es una de las primeras tres formas de morir más dolorosas de todas. -Él me escupió y me levanté-.
Me sequé con mi manga e hice que se sentara. Le di una patada en su cara y obligué a los demás que lo amarraran a un árbol. Todos estuvieron de acuerdo.
-¿Qué hacen?. -Dijo entre risa-. ¡Suéltenme! ¡Malditos desgraciados! 
Pataleaba, pero nadie lo tomaba en cuenta. Ingrid y Francisca se colocaron a cada lado de mí. El borracho derramo su última botella de alcohol sobre Ricardo. El río como nunca. 
-¿Es enserio...?. -Dijo Gabriela y todos los viejos del grupo asintieron-.
-Basta de bromas. ¡Suéltenme! 
Algunos infectados venían lentamente. 
-¿Algo que decir antes de morir?. -Dije-. 
-Te veo en el infierno...-Dijo sangrando de su boca igual que de su nariz-. 
Sentía como mis manos se endurecían y mi sangre hervía. Edgar quitó el cuchillo de mi zapato y le hizo un leve corte en el pecho. 
-¡Ah...! -Gritó llamando la atención de muchos más infectados-. 
-Esta vez tendré misericordia de ti. -Dije-. No morirás a las manos del fuego, pero en las manos de ellos sí. -Le apunté a los infectados que se acercaban-. 
Ricardo comenzó a gritar.
-Será mejor que nos vayamos. -Dijo Os-. 
-Claro. -Aseveré-.
-No, hey, esperen. Lo siento, enserio, de verdad. Realmente. -Decía Ricardo, pero nadie lo miró-. Hey, era una broma, todo lo que dije. Vamos, sácame de aquí.
Comenzamos a correr en cuanto los infectado ya estaban los suficientemente cerca. Él ya estaba en el pasado si lo dejábamos ahí. Nadie se giró menos yo. Vi el primero en acercarse, era Edgar con las tripas afuera. Esa imagen tan morbosa no se quitará de mi mente. Ellos ya estaban sobre él. Ricardo comenzó a gritar de dolor. 
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Caminamos hasta quedar solos. Ya estábamos muy cansados. Edgar sujetaba a Damian fuertemente y caminaba arrastrando sus pies. 
-debemos de encontrar un auto. Ya no puedo caminar más. -Dijo Sigrid-. 
-tenemos que irnos de aquí. Debe de haber algo. -Hablé mostrando el mapa-.
-¿Y si no?. -Preguntó Antonio. Lo miré con el ceño fruncido-. Buscamos un auto en una autopista y nos largamos de aquí. 
Caminamos unas cuadras y al llegar solo había cinco autos. Los revisamos, pero no encontramos nada. Ni alimento, ni ropa. Tampoco las llaves. 
-¿Ahora qué? -Dijo Francisca-. 
De repente un bocinazo se escuchó tras de nosotros y giramos. Un autobús escolar apareció y nos inmovilizamos. El paró en frente de nosotros y abrió la puerta. Un hombre y una chica de nuestra edad aparecieron dentro. 
-Hola, muchachos. -Dijo la chica-. Mi nombre es Valentina y el Wladimir, mi hermano. 
Miró coqueta a Oswald. No ha sido nuestra noche. Y esto se pondría mejor.
-¿han sido los de las campanadas?. -Pregunté. 
-sí. -Respondió la chica-. 
-¿Por qué nos siguen?. -Pregunté. 
-Solo los encontramos y queríamos ayudar. -Dijo él-. ¿Van a algún lugar en específico? 
Saqué el mapa y le indiqué el círculo rojo. Mire a Edgar y los cocinaba con su mirada, sabía que ellos tenían algo de culpa por la muerte de su amado.
-Perfecto. -Respondió él-. Nosotros también vamos ahí.
Era raro este tipo de ayuda en esta era. No sabía que gente era, quizás eran los de Santiago, pero vi que todos subieron a su autobús así que fui la última, evité todo contacto y me quedé atrás. Ellos no dejaban de sonreír. Había cosas cubiertas con unas mantas. 
-Cuidado, es comida. -Dijo Valentina-.
Dejé mi bolso a un lado y se levantó levemente la manta. Pude ver las dos baterías del auto.




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